Fue un coctel tan fresco y sabroso como los "mojitos" que corrieron durante la noche y que preparó Christian, el divertido barman alemán que escoltó la barra. Es que pasadas las 21 del jueves, se habilitó el acceso a Kamikaze, el nuevo resto-bar que se desprende de una franquicia chilena -es el tercero en Argentina- y que reclutó hasta la madrugada del viernes a una tribu de casi 200 invitados fashionistas. Había motivos. Además de la curiosidad sanjuanina por testear el lugar (que funcionará de miércoles a sábados), la propuesta resultó prometedora. Su servicio conforma un variado menú de comidas -léase una gama que nuclea, entre otros, salmón ahumado, lomos, pizzas y wok-, precios mutantes (por 20 pesos comerá una hamburguesa y si pinta una reunión populosa, una parrillada para 6 personas le saldrá 190) y música "formato MTV" a cargo del DJ Mauricio Azocar -electrónica y que entusiasmó al público a lo Roberto Giordano (no pararon de mover las cabezas)-.
La apertura oficial incluyó la bienvenida de Julián Medina Palá (anfitrión y dueño del novel espacio), la bendición del padre Rómulo Cámpora -verlo al eclesiástico rodeado de tunchi tunchi fue peculiar- y abundante catering finger food (comida ideal para agarrar con los dedos). Así, los que apoyaron el debut -mezcla de crema y concurrentes espontáneos-, degustaron caviar negro, sushi, cazuelitas de pollo y champignon; y no pararon de comentar la atmósfera pop. Y obvio, de chusmear los 800 m2 de Kamikaze que incluye un patio que se habilitará para el verano.
"La marca tiene mucha fuerza y la traje porque siempre causó impacto a todos los sanjuaninos que conocieron el de Chile. Apunta a gente de 25 a 35 años y el fuerte es la coctelería internacional (hay una carta de 50 tragos). También la buena onda, la música y la gente que viene al lugar para hacer la previa del boliche o venir a comer algo rico y pasarla bien", aseguró un adrenalínico Julián.
La decoración fue la pastillita de color. Respetando el lineamento de la marca, la ambientación postmoderna -que se agota con bolas disco, 35 mesas, paredes borravino, 6 juegos de living de cuero y varios plasmas-, encantó a los noctámbulos y engendró piropos.
"Está buenísima. Tiene buena vibra como los tragos que prepara el pelado de la barra", dijo uno de los tantos grupitos alocados que felicitó al profesional y que se atrincheró al mesón de bebidas. Pero ellas también dieron la nota. Casi todas las mujeres presentes -de veinteañeras hasta mamás cancheras que acompañaron a sus hijas- además de parlotear sin parar (confiscadas en el clásico "uy, mirá ésta cómo se vino" o el "wow, date vuelta y mirá al bombón de la mesa de enfrente") se empilcharon a morir. Para esta propuesta de reminisencia nipona, y a pesar de no tener un "code dress", las "chichis" se vistieron -en general- muy a la moda y acorde a la circunstancia. Dominaron en sus cuerpos -de generosa naturaleza y aportes siliconados- las calzas animal print, las botas negras con taco alto, micro carteritas, make up glitter y claro, sonrisitas a mansalva -convengamos que Kamikaze también puede oficiar de cupido y dar un empujoncito de suerte a las chicas Cindy Lauper (las felinas que sólo quieren divertirse) y a los cazadores masculinos.
El closet-testosterona fue más discreto -con algunas salvedades trendy- ya que se multiplicaron las bufandas (algunas naftalinadas y out), los cardigans y el clasisismo del jean. Eso sí, más allá de las diferencias, todos coincidieron en algo: "el lugar es divino".

