El año pasado se cumplieron 45 años desde el estreno de La Tregua, elegida en 1975 para competir en los Oscar a Mejor película de habla no inglesa. Si bien Dios se lo pague, de César Amadori, había llegado a una instancia similar un cuarto de siglo antes, para la XX edición; como por entonces era un premio especial que acordaban los directivos (se lo llevó El limpiabotas, de Vittorio de Sica), sin votación de los miembros, como se estableció a mediados de los "50, se considera a la ópera prima de Sergio Renán como la primera pisada fuerte del cine nacional en los premios de la Academia de Hollywood. No se trajo la estatuilla, pero perder contra un tanque como Amacord de Federico Fellini no sólo fue comprensible, sino hasta loable. Por todo eso es que se recorta casi como un un hito, pero una de sus protagonistas le baja un cambio a la pompa. Ana María Picchio, quien encabezó el elenco junto a Héctor Alterio, asegura tener los mejores recuerdos de La tregua, pero no por su llegada al Oscar, sino por la repercusión que tuvo en el país. Desde España, adonde graba la exitosa serie Vis a Vis, la talentosa actriz dialogó con DIARIO DE CUYO sobre los entretelones de aquella instancia.
– ¿Qué recuerda de aquella nominación al Oscar?
– En ese momento las cosas no estaban bien en el país, plena dictadura, muchos compañeros en listas negras que se habían tenido que ir, entre ellos Alterio, que fue a llevar la película a San Sebastián y se tuvo que quedar. Nosotros no sabíamos si festejar, llorar o meternos debajo de la cama… Fue una situación difícil donde se pasó medio por alto el festejo.
– ¿El gobierno no lo celebró?
– Para nada. Con esto no se jugaba, porque La tregua tenía muchas cosas que no les gustaba, como la homosexualidad, que en ese momento ni se hablaba; y muchos compañeros estábamos comprometidos políticamente, entonces tampoco les convenía. La nominación al Oscar pasó sin pena ni gloria. Lo que sí fue muy lindo fue el estreno.
– ¿Por qué?
– Fue fantástico porque nadie esperaba nada. Una película chica, bajo presupuesto, donde todos cobrábamos lo mismo medio como en cooperativa; y el estreno fue un éxito! Eso sí no nos lo podían quitar, esa alegría fue genuina. La respuesta del público argentino fue tremenda, la gente de la calle, la que espera el colectivo, no hay una persona que no la haya visto; y por aquí (España) también… Quizás no esta generación, pero los más viejitos sí.
– ¿Viajó a la ceremonia?
– Mandaron un par de invitaciones porque al Oscar le interesa primero el productor, después el director y los actores que no sean importantes, no. Así que viajó Renán, las productoras y el distribuidor. Los demás lo vimos en la tele y menos mal, porque hubiera sido muy difícil volver.
– ¿Acá se juntaron para ver la ceremonia?
– ¡Noooo! Porque había empezado el pánico, no te podías reunir… No hubo festejo por el Oscar, es la verdad.
– ¿Pero que llegara fue importante para ustedes?
– Yo no sé… ¿Te digo la verdad? A mí no se me movió un pelo. Para nosotros, Estados Unidos siempre fue un país…. y en ese momento que estábamos viviendo… y encima compitiendo con Fellini! porque esa era la cosa. Yo estaba deseando que no ganáramos, porque me hubiera parecido un papelón ganarle a Fellini, era absurdo. Dábamos por hecho que no nos iban a dar nada!.
– Justamente, competir con Fellini ¿no era un mérito ya?
– Sí, pero para algunas personas. Yo, por ejemplo, no me muero por estar en los Oscar, no me produce nada…
– ¿Y codearse con Fellini?
– ¿Pero qué es codearse? ¿Mirar de lejos? ¿Te vas a acercas a Fellini? ¿Y qué le vas a decir? ¿Felicitaciones? ¿Qué bien estuviste? Una falta de respeto sería… No da… me parece que hay cosas que hay que dejarlas donde están, es así. Una vez estaba en Italia, era jovencita, y lo vi a Mastroiani. ¡No lo podía creer! Pasé por al lado y solo lo miré. Mirá, ya he visto Joker como tres veces y si apareciera aquí Joaquín Phoenix, que hace una interpretación maravillosa, desde lejos le tocaría el corazón para que sepa que lo amo, pero no me acercaría porque me daría qué sé yo. Cuando a Argentina van las películas de Cannes, mi hija, que es parte de la muestra, me presenta a alguno de los personajes que traen. Una vez nos presentó a Isabelle Huppert a la Santa Ana, a Adriana Aizemberg y a mí, y nos pusimos a llorar de la emoción! Y mi hija dijo: "Son todas excelentes actrices, pero son tres pavotas! (risas) Y con las chicas de Vis a Vis, que todo el mundo me dice "Sacate una foto, mandales saludos’, me da vergüenza!
– Otros grandes actores argentinos también prefieren los festivales europeos…
– Yo no he ido a Hollywood, pero de pensarlo sí, prefiero San Sebastián, Venecia, Cannes… que son más cercanos a nosotros
– Pero la película sí fue importante para usted…
– Muy. Tengo dos películas que marcaron mi camino, Breve cielo (1969), por la que me dieron en Rusia el premio a Mejor actriz; y La tregua.
– Renán puso como condición que usted y Alterio fueran los protagonistas ¿Por qué?
– Sí y así fue, porque nosotros trabajamos juntos en las grandes telenovelas, habíamos hecho teatro, teníamos un grupo con Renán y nos conocíamos mucho. Ya la habíamos hecho en televisión, así que la teníamos reclara.
– ¿El elenco fue una de las claves del éxito?
– Sí, los actores y el guión, que es precioso.
– Y lo del Oscar quedó para la anécdota…
– Sí, quedó en la anécdota, es verdad…
> La película
La Tregua, estrenada en 1974 y restaurada en 2015, fue la primera película de Sergio Renán, con guión de Renán y Aída Bortnik, sobre la novela de Mario Benedetti. Tiene música de Julián Plaza y fotografía de Juan Carlos Desanzo. Ana María Picchio y Héctor Alterio encabezaron un elenco estelar que completaron Luis Brandoni, Marilina Ross, China Zorrilla, Cipe Lincovsky, Oscar Martínez, Luis Politti, Norma Aleandro y Antonio Gasalla. Drama romántico de poco más de 100 minutos, cuenta la historia de Martín Santomé (Alterio), un viudo con tres hijos (uno de ellos homosexual), que comienza a registrar en un diario íntimo la vida cotidiana y gris de la oficina y las tensiones de su vida familiar. Un día, a punto de jubilarse, irrumpe en su vida la joven Laura Avellaneda (Picchio), y Martín descubre que aún está vivo. Superados los temores que les infunde la gran diferencia de edad que hay entre ellos, se atreven a correr el riesgo de vivir una relación amorosa.
"Muy pocas veces se ha dado en el cine argentino, en ese terreno, una conducción semejante, hecha de sobriedad, de medios tonos, de matices (la escena de la declaración, por ejemplo)’, dijo entre otras cosas la crítica de La Opinión. "Es difícil recordar un nivel interpretativo superior en nuestro cine, al que presenta esta notable producción’, sumó La Prensa; apenas un par de los innumerables elogios que recibió el film, su director y el reparto.