Hace un mes, el mundo quedó impactado al ver a Michael Jackson bailando y deslizándose al son de Slave to the Rhythm, tan bien como sabía hacerlo; exultante, ante la mirada atónita de todos. La imagen no era más que un movilizante holograma del Rey del Pop que se montó en la gala de los Billboard; sin embargo, para muchos fue el símbolo del fenómeno en el que se ha convertido después de su desaparición física, ocurrida hace exactamente cinco años. Un Michael Jackson que sobrevive a su propia muerte y que sigue generando, aún más que antes. Fenómeno que no sólo carece de atisbos de desaparecer, sino muy por el contrario, hasta amenaza con opacar al que fue en vida, alimentado por inescrupulosos intereses y buenas intenciones. Como era de prever, el 25 de junio de 2009, cuando una sobredosis de propofol terminó con su vida, a los 50 años, comenzó a galopar la leyenda que fue filtrándose por cuanta puerta pudo abrirse a su exitosa, misteriosa, excéntrica y polémica existencia. Cinco años que fueron consolidando desde la convulsionada intimidad familiar hasta las luchas por el dinero que Jacko sigue generando bajo la tumba, pasando incluso por elucubraciones de tinte esotérico; y que sobrevuelan el sepulcro del ídolo que ya… ¿descansa en paz? Mientras tanto, y hoy más que nunca, cientos de rosas y lágrimas se acumularán en su última morada, fanáticos y curiosos tomarán vuelos para sobrevolar su rancho Neverland, las pantallas replicarán su talento y los comerciantes aprovecharán para capitalizar un sentimiento mundial que sigue latiendo. ¡Muerto el Rey. Viva el Rey!.

