Con harina hasta en la nariz y las manos llenas de engrudo, Luana -de apenas 7 años- está concentradísima amasando con un palote su tortilla, a la que luego le hará agujeritos con el dedo tal cual le indica el "profe", como le llama al cocinero. Como ella, otras decenas de niños de distintas edades y puntos de la provincia preparan su sopaipilla, para luego ir hasta el rincón, donde con mucho cuidado, otro de los cocineros las introducirá en el aceite caliente, las espolvoreará con azúcar y se las entregará sobre una servilleta de papel para que la saboreen. Un poco más allá, otra tanda disfruta -junto a otro chef y una ayudante- de armar los pestiños, que un ratito después pasarán por aceite y almíbar. Todos los bajitos están entusiasmadísimos con esto de meter la mano en la masa y compartir después -con un té, yerbeado o chocolatada- las dulzuras que ellos mismos elaboraron.
"Está buenísimo", dice Nico, de 11 años mientras se relame el azúcar de la boca. "Es re divertido y además aprendés", se le suma Kevin, de 12, también vecino de la zona. Ni ellos, ni sus hermanos y amigos se han perdido siquiera uno de los talleres de cocina autóctona que se dictan en La Carpita del Sol, una de las propuestas infantiles más exitosas del receso invernal que, con entrada libre y el auspicio del Gobierno provincial, está instalada en el Predio Ferial.
"La idea es recuperar recetas tradicionales, revalorizar los sabores de San Juan y que los chicos las hagan y las disfruten", cuenta Mario Invernizzi, uno de los cocineros que presentó esta propuesta junto a Alfredo Morales, Néstor García y Franco Brizuela; y que está asombrado de la excelente respuesta de los bajitos.
Pero si bien la elaboración de semitas con chicharrones, sopaipillas, colaciones y pestiños son el gran imán (la próxima semana se ocuparán de la comida salada, ver aparte); hay más actividades para disfrutar.
Funciones de Títeres a cargo del elenco Zonda y Sur, que también ponen el acento en leyendas y tradiciones sanjuaninas (como la función El diablo de las parras, adaptación de la leyenda de La Pericana); y el complemento de los dibujos que los chicos harán sobre la historia que acaban de ver y escuchar (y que pueden llevarse a casa o dejarlos para una exposición) también se llevan la aprobación de los peques. En grupos o solos, con todos los materiales que les provee la organización (tizas, marcadores y papeles), pasan un largo rato plasmando sus obras de arte, mientras mamás, tías y abuelas acompañan mate en mano. Otras más inquietas (no siempre más jóvenes) se prestan para jugar, ya sea saltando la soga o el elástico, haciendo cinchada, o mostrando sus habilidades con el trompo, el yo-yo o las balitas, el juego más "manso" para los niños.
"La verdad es que es una muy buena idea, porque la pasan bien, se divierten un montón y no te cuesta dinero", comenta Mariela -que llegó de Rawson con una tropa de hijos y sobrinos; y canasta en mano-, mientras un grupito de niñas hace cola para jugar al elástico que ella sostiene a la altura de sus tobillos, con ayuda de otra mamá.
Contentos -y a veces exhaustos- sobre las 18 terminan la jornada. Pero no la diversión, porque la carpita estará abierta durante el resto de las vacaciones, esperándolos con las puertas abiertas.

