Buenos Aires, 16 de enero.- La mayoría lo olvidó y los pocos que lo recuerdan conservan de él una lejana imagen que ningún aparato de televisión en blanco y negro es capaz de devolverles.

Es más, pensarán que ese hombre ya no existe, que quedó en la ilusión de aquellas pantallas cuando las transmisiones de TV eran mucho más ingenuas y menos sofisticadas, cuando había que orientar las antenas del receptor para que la señal llegara diáfana o cuando, en los pueblos, se pagaba una entrada en el pequeño teatro para deslumbrarse con la magia que sale por detrás de las bambalinas.

Pero el titán que asombraba a todos con su fortaleza, con pruebas que iban más allá de la resistencia de un ser humano común, con demostraciones que reunían a la familia entera los fines de semana, con renovados y publicitados desafíos que atraían a un público que todavía se conmovía con espectáculos como el del circo, está próximo a cumplir los 70 años y sigue gastando su prodigiosa energía, aunque ya sin su indumentaria de atleta invencible, sin su capa de superhombre.

El "Tarzán argentino" está vivo y vive en San Juan. Es cierto que los jóvenes pasan junto a él sin saber de quién se trata, que mucho adultos se sientan a las mesas de su restaurante sin imaginarse que esas manos, ahora cocineras, doblaban el hierro, arrastraban automóviles o levantaban más de 340 kilos de peso.

Claro que los nostálgicos, que no olvidan, guardan en la memoria aquellas maravillosas tardes en las que el "Tarzán argentino" cerraba los "Sábados circulares" de Nicolás Mancera con el gran show por todos esperado y bien anunciado con el cautivante y elegante estilo que tenía Pipo para promocionar y presentar sus números especiales.

Era en la década de los ´60, la época de personajes como Tibor Gordon, Mister Chile, el ya entonces reconocido Tu Sam y hasta un audaz Mancera que, con su pequeño cuerpo y sin demostraciones de fuerza, emulaba al gran Houdini en sus trucos de escape.

RECETAS SECRETAS

Ahora, la seca noche sanjuanina da un respiro y bajo los árboles frescos del restaurante del Jockey Club el anfitrión se sienta a la mesa cuando llega el café. El "Tarzán argentino" fuma, toma una copa de buen vino y se tiende en una charla llena de remembranzas. Desde hace años, José Magalesky tiene a su cargo la concesión del club y deleita a los comensales ya no con pruebas, sino con recetas de comida que no quiere revelar.

Nacido en Córdoba y proveniente de una familia judía, Magalesky, o el "Tarzán argentino", sigue dispuesto a sorprender, pero con su magnífico paté de hígado de pollo o con sus relatos de antaño que encierran los desafíos del titán.

"Yo hacía deportes desde chico, como la lucha libre o el levantamiento de pesas, con el que representé a la Argentina en la categoría medio pesado. Me acuerdo de que, por esas cosas de acomodos, me mandaron como suplente e hice mejor papel que uno de los dos titulares", cuenta Magalesky.

Rápidamente conduce la conversación a la época que todos quieren: "Claro -entiende-, usted quiere saber de aquellas pruebas, como cuando me encadenaron a los paragolpes de dos autos desde cada brazo y no pudieron moverme. Mire, lo más importante era que los dos vehículos tirasen parejo, porque si no me desbalanceaban".

El "Tarzán argentino" confiesa que cuando esa prueba la hicieron con dos aviones Pipper, la cosa fue más fácil: "Es que al tirar levantaban la cola y eso mejoraba mi equilibrio". La rotura de 12 lápices con el dedo meñique fue otra de sus rutinas, como transformar en una espiral una rectilínea barra de acero sin más elementos que sus manos y dientes: "El asunto se hacía más fácil a medida que el material se iba calentando, pero eso me quemaba la boca".

En un final de "Sábados circulares" por sus dientes también pasó un cable: Magalesky caminó hacia adelante y arrastró un automóvil cargado con toda una familia. Hoy explica que "no todo es fuerza, sino que también hay que conjugar la habilidad y el control mental".

UNA HERIDA Y UN AMOR

Muestra su mano con una vieja herida, cuando la atravesó el clavo que él acostumbraba insertar sobre una mesa para después extraerlo con los dientes.

"Resulta que en un pueblo me pusieron una mesa de quebracho. Yo golpeaba y apenas marcaba la tabla. Finalmente logré penetrarlo hasta la mitad, pero cuando lo fui a sacar con los dientes fue imposible. El público creyó que mi tardanza era para darle más emoción a la prueba, ¡pero no!, ¡yo tiraba y ni se movía!" Comenta que por algún lugar deberá estar guardada la película del informativo número 427 de Sucesos Argentinos, en que salía haciendo una de sus hazañas. A su lado está su mujer, Yoli, una admiradora que desde la platea lo llevó al casamiento, con la que tuvo tres hijos y un amor que no decae. Ella guarda en la billetera su primera carta, la lee, lo mira y repite a cada rato: "Cada día te quiero más, José".

Resulta inevitable preguntarle cómo jamás protagonizó, siendo un hombre de la lucha y de los desafíos físicos, un show con algún personaje típico de aquellos tiempos: "Me vinieron a buscar de parte de Martín Karadajian, pero me negué, porque eso era lucha de mentira. Yo -prosigue- monté mi propio y pequeño espectáculo en el que me secundaba el Fakir de los dioses de fuego ".

Magalesky se acuerda mucho, y bien, de sus días con Mancera: "Por favor, si puede ponga que le mando un gran saludo". Las tardes sanjuaninas lo encuentran más apaciguado, eligiendo la mejor fruta en una finca, caminando entre las mesas o junto a la cocina de su restaurante. "Está bien -acepta con recelo-, le voy a decir algo: yo al paté le pongo un chorrito de vinagre de alcohol para que se mantenga bien; pero nunca de vino, porque lo oscurece."

Eso sí, jamás revelará cómo hizo la tarde en la que todos vieron por televisión cómo un automóvil Isard pasaba por encima de su cuerpo. No, el increíble "Tarzán argentino" no se lo permitiría.

CAMBIO DE HÁBITOS

Los televidentes nostálgicos no olvidan al "Tarzán argentino" de "Sábados circulares", cuando desde la pantalla atraía al público con sus pruebas de resistencia. Cuarenta años después, pocos reconocen al héroe en el anfitrión del restaurante del Jockey Club de San Juan, donde José Magalesky demuestra sus dotes de experto cocinero.