Diseño, arte, arquitectura, audiovisual, música son las disciplinas que los motivan, los unen, los atraviesan. Y uno de sus pilares es el convencimiento de que la cultura se comparte, se construye colectivamente y en comunión con el otro. Habitan La casa roja, hace relativamente poco que abrieron la puerta al público y al arte, y el intercambio fue tan fructífero que quieren ir por más. "Roja por el color de la revolución, por intensidad’, dice Paula Garcés para explicar el nombre del espacio que comparte con su hermano Marcos, con Lulo Milán, Diego Olivares, Guadalupe Amani Iman, Morena Soria y Mariano Vázquez. Ellos son el elenco estable, por así decirlo, pero cuando decidieron abrirse a gestionar y producir eventos, nació Aura, una acción cultural que agrupa distintas producciones artísticas y que en una nueva edición llegó por primera vez al Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson.
Espacio de "coworking’, La casa roja alberga 4 proyectos: Sativa, (producción audiovisual), El jardín (arquitectura, muralismo, artes visuales, diseño industrial y gráfico, marketing digital), El portal (productora cultural, coach artístico y emprendedor) y Maroma (diseño industrial).
Es en el patio de esa casona de la esquina de calles 25 de mayo y Caseros donde ocurre la magia, el encuentro y el debate. Donde se acuerdan las formas, el qué y el cómo de lo que ocurrirá en este espacio cultural alternativo y autogestivo, que no se rige por corrientes artísticas, sino más bien por movimientos sociales. Comenzó siendo un estudio de trabajo, donde cada uno pudiera avanzar en lo propio, pero después fue mutando hacia un lugar donde mostrar hacedores culturales que no tenían un lugar físico, en el que mostrar y compartir lo suyo. La casa parece tener vida propia y sus habitantes -que promedian 30 años de edad- lo perciben también.
"Es un lugar de encuentro, entre nosotros y el afuera. Aquí convergen las ideas, tanto de los proyectos estables como de artistas aliados, donde nos permitimos repensarnos como creadores culturales. Es un espacio que abre las puertas para que aquellos que tienen ideas y ganas, encuentren su lugar de creación’ aseguró Diego. "Es un espacio de libertad y aprendizaje. Materializa mundos imaginarios, donde la utopía deja de ser, como la permacultura (el sistema de principios para la sustentabilidad); somos un espacio sostenible, nuestros proyectos tienen impacto, contrarrestamos con acciones que aportan al medio ambiente, tomamos lo que el entorno nos ofrece y lo transformamos. Somos niñes jugando, habitando y descubriendo diferentes plazas. Para nuestros niñes internos, los espacios son infinitos y les adultes que somos nos están acompañando", reflexionó Guadalupe, autora y compositora, productora musical, alma de El portal.
"Es un oasis en el desierto. Es la posibilidad de habitar otros mundos. La casa roja es un espacio y tiempo de encuentro con el otre, mutante, amorfo, presente. Es mi escuela, mi casa, mi familia, es un pedacito de una red más grande, que une fronteras y abraza la periferia’ analizó Lulo, que hace diseño industrial y teatro. Para Diego, su compañero en Maroma diseño, la casa es su refugio. "Es mi hogar, el lugar donde elijo pasar mis días, mis horas, rodeado de gente poderosa, donde me siento apuntalado, donde puedo romper el molde y crear, alimentado por esa turbulencia de sentires resultantes del encuentro con el otro. La casa roja es ese universo paralelo donde vale jugar’.
Y juegan, crean, gestionan y producen. Con el convencimiento de que el "arte sale al encuentro del pueblo’ a través de La casa roja, Morena, que viene de la arquitectura y considera que el grupo llega para "aportar a la cultural provincial, a la autogestión y al entrecruce artístico y creativo’.
La iniciativa y las acciones de este colectivo tuvieron amplia visibilidad y por eso llegaron al MPBA. ¿Estar en un museo es lo que querían? ¿Les sirve? Fue un debate interno y un desafío, aseguran. "Estar en el museo es hacer territorio para los artistas. Es una vidriera. Llevar La casa al museo es algo que todavía estamos trabajando’, comentó Lulo sobre esta experiencia de montaje y exhibición, porque además la nueva realidad creada a partir de la pandemia, sin poder intervenir e interactuar con Aura, completarla con los artistas, la deja como una experiencia a medias. Por eso fue un desafío de adaptación y lo siguen haciendo. La muestra estará hasta noviembre y por eso creen que ha sido una gran oportunidad. Pero no parecen verlo como el fin, sino el medio para difundir un modo de vida, un pensamiento, la voz de La casa roja.