Ivana Nadal siempre está en boca de todos por las fuertes imágenes de alto voltaje que suele publicar en Instagram. Tiene 25 años, y a los 15 empezó a trabajar como modelo. Hizo publicidades gráficas y desfiles hasta que empezó a hacer notas en Tiempo Extra, un ciclo de medianoche que iba por TyC Sports. “Estuve tres años en ese programa. Terminé conduciendo con mis compañeros en el piso”, recuerda. Esa experiencia le sirvió de trampolín para llegar a Telefé, canal del que hoy es artista exclusiva. Primero estuvo en Escape perfecto, de la mano de Leandro Chino Leunis y este año Gerardo Rozín la llamó para conducir con él La peña de Morfi, que va los domingos. “Es un ciclo lindo, divertido; comemos rico y nos reímos con los humoristas. Termina el próximo domingo. Pero se viene un proyecto nuevo: voy a estar en un programa de entretenimientos, que se llamará Juguemos en el bosque, conduce Diego Korol. Pichu Straneo y yo haremos sketches de humor. Yo hago de una Caperucita roquera. Va a ser muy divertido”, cuenta.

Autodidacta, nunca estudió Periodismo ni hizo cursos de televisión o modelaje. “Fui a trescientos castings y aprendí equivocándome. Lo mismo cuando empecé a trabajar en la tele. Varias veces dije cualquier cosa al aire y así fui midiendo mis palabras. O como cuando no sabía cómo presentar una nota y lo hice. Aprendí del error y lo sigo haciendo”, remarca. Sin embargo, en sus planes figura ir a la Universidad. “Toda la vida quise estudiar Psicología. Me gusta escuchar al otro, sacar conclusiones y opinar. Ya lo haré, tengo toda una vida por delante. Nadie me corre”, relaja.
Ivana es locuaz, rápida de palabra, condición vital para ser panelista, el puesto de trabajo más caliente (y más demandado) de la televisión argentina actual. Pero ella dice no, gracias, porque sus planes van mucho más allá que discutir a los gritos sobre la polémica del momento.
Se reconoce como una ama de casa ordenada y limpia, pero admite ser poco dispuesta para la cocina. Ahora está haciendo una dieta intensiva de pollo y pescado. Quiere bajar unos kilos y para eso está haciendo un súper entrenamiento: “Hace tres meses que entreno seis veces a la semana. Cuando no lo hago, me lo pide el cuerpo. Voy al gimnasio con un personal trainer. Hacemos una hora de aeróbico y otra de bicicleta o escalador”, detalla, vestida con un top y calzas, ya que apenas termine la entrevista correrá al gimnasio.
Sos muy activa en las redes sociales y solés subir fotos muy sexies, en bikini o en ropa interior. ¿Lo hacés para ratonear?
No. Llevo diez años como modelo, mi trabajo es con mi cuerpo. Hay marcas que te eligen a vos para que promociones sus productos. Es el tema de los “influencers”. No es que vivo de canje porque soy una rata. Hay marcas fuertes que me piden un posteo por semana.
Pero no deja de ser tu cuerpo
Sí, y me gusta mostrarlo, para eso me rompo en el gimnasio.
A principio de año se filtraron unas fotos tuyas desnudas y fue un escándalo. ¿Sabés quién fue?
No, imposible saberlo. Hackearon mi teléfono. También quisieron piratear mi cuenta bancaria. Ya aprendí a no tener fotos de este tipo en el celu. Nunca pensé en que una persona se iba a querer meter en mi intimidad de se esa manera. Fue horrible. Me dio mucha vergüenza porque no soy escandalosa. Fue el único momento en el quedé expuesta en algo mediático. En la Argentina hay un agujero legal enorme en este tema. Si te pasa en los Estados Unidos, te pagan un montón de dólares sólo por daños personales. Acá no, porque no tenés derecho a investigar el IP de la computadora de la que salió todo.
La morocha que sube fotos suyas a Instagram en lencería, paradójicamente, ya les dijo que no las revistas de desnudos. Rechazó, incluso, un cachet importante en euros de Interviú, de España. “No me gustan. Prefiero ir de a poquito y desde otro lado”, dice. La charla deriva hacia los costados más oscuros de la fama, esos mecanismos que todos conocen y pocos develan, que ayudan a llegar más rápido a la notoriedad. Propuestas indecentes, casting sábana. “Nunca recibí una propuesta clara, pero sí hubo cosas con doble sentido y no agarré. Me costó diez años llegar adónde estoy ahora. Haber dicho que sí habría sido el camino más corto. Pero creo que lo que cuesta más, se mantiene más. Yo apuesto al paso a paso”, afirma.
Fuente: Revista Viva
