Desde sus humildes comienzos en espacios callejeros, plazas y paseos turísticos de la Ciudad de Córdoba, con su cara pintada de blanco, sus dos lágrimas negras, que cantaba con el saxo cloacal (fabricado con tuberías) hasta el presente, Piñón Fijo llegó a la televisión, recorrió todo el país en su motorhome y marcó las infancias de miles de niñas y niños durante más de tres décadas. Este payaso que empezó como una travesura de juventud, fue siendo su sustento y su forma de vida.
Aquellas personitas que conocieron por primera vez a este simpático personaje, hoy asisten a sus espectáculos junto con sus hijos, incluso algunos traen a sus nietos. Es por ello que Piñón vuelve a la provincia, con un unipersonal que contendrá un paseo musical y visual de 33 años de payasadas en los escenarios. DIARIO DE CUYO habló con Fabián Alberto Gómez, esta vez sin el maquillaje, en una charla donde expone su actual momento artístico.
– ¿Cómo interactuás con los niños del presenta que están hiper-estimulados por las pantallas?
– Siempre he contado hasta hoy con algo muy lindo, es la complicidad de los adultos, lo traigo en el ADN de mi artista callejero y de animador de fiestas infantiles. Una cosa es atrapar la atención de un niño en un espectáculo infantil y otra cosa es que, en mi show, en el que hago una invitación familiar, donde no sólo los chicos se divierten con lo que sucede en escena, sino que también hago que los papás y mamás sientan que son parte de la función y que se diviertan también. Esa magia, que no es nada planificado, es una huella que genera esa complicidad con los grandes y ayuda a hacer más fácil el diálogo con los niños.
– ¿Cómo fue construyendo esta conexión intergeneracional?
– El tiempo fue pasando para mí. No soy el mismo que hace 33 años y mi personaje tampoco. No es que Piñón no se haya movido de su lugar o no se haya modificado su entorno. Al contrario, Piñón fue adaptándose a cosas nuevas, saliéndose de lugares estancos, aprendiendo y ganando en aplomo, es como la vida misma, todo está en movimiento.
– ¿Los niños le fueron enseñando a Piñón?
– Totalmente, porque los niños son la fuente de inspiración y me dieron un aprendizaje permanente, porque las infancias están en movimiento. Lamentablemente es cierto que como decís hay un bombardeo constante a los chicos y van quemándose etapas en la infancia. Hay un sobreestímulo y sobreinformación que muchas veces se les vuelve en contra, pero se trata de un gran desafío a afrontar no sólo para los artistas infantiles, también para padres, los abuelos y los educadores.
– ¿Y cómo evitar que los espectáculos terminen cansando o que el público piense que es más de lo mismo?
– Esa intención está en cada uno de los artistas que nos dedicamos a esto. El escenario es el espacio más seguro del mundo para mí. Busco tender una gran mesa y ponerle todas las cosas para agasajar a las familias de la forma más placentera. No trato de diferenciarme, pero todos nosotros hacemos un camino muy particular. Hay figuras como Topa, Canticuénticos, Panam, todos tienen un sello distinto. Y también artistas que no tienen la suerte de ser masivos, pero trabajan mucho y compartimos la misma misión, que es regalarles alegría a las infancias.
– ¿Eso hace que no pierda su vigencia?
– El primer niño que no quiero que se aburra de lo que hago soy yo mismo. Considero que mi niño interior está muy vivo, ese niño curioso, ávido de aprender, de poder llevar a la práctica y modificando y disfrutando de cada cambio, lo comparto con los demás niños. Este camino no es un trabajo para mí, es una forma de vida muy lúdica y placentera que alimento con expectativas nuevas, juegos nuevos, canciones nuevas. Fabián y Piñón somos dos en un cuerpo de 57 años de edad. Como Fabián busco reformular muchas cosas. La pandemia también me empujó a esto y nos hizo a todos repensar sobre nuestras vidas. Hoy salgo con mi pareja y mi perra con el motorhome a recorrer las rutas y me da una vida muy libre. Soy curioso de la tecnología, me gusta fabricar mis propios videoclips, hacer ediciones, modelos en 3D y hacer animaciones; como también componer en décimas como las payadas y milongas, y escribir para un candombe, una salsa o rock & roll.
– ¿Y con su hija Solcito, luego de que lo denunciara, hay posibilidad de volver unir los pedazos rotos?
– Me puse como política no hablar a la prensa sobre mis problemas familiares, porque justamente la discrepancia con mi familia fue un tema que se nos escapó de las manos cuando se hizo todo público. Esto le puede ocurrir a cualquiera, muchas veces hay peleas y discusiones cuando un hijo se enoja con un padre o un padre se enoja con un hijo. Todo lo que ocurrió fue innecesario, porque además se potenció mucho por la propia dinámica y lógica perversa que tienen las redes y los medios.
– ¿Por qué siente que fue perjudicado por la prensa?
– Me pasó con un periodista de Clarín. Cuando fui de viaje a las ruinas calchaquíes en Quilmes, el reportero me preguntó si accedía a una entrevista. "¿Para qué es la nota?" le pregunté, porque si era por el tema familiar, prefería no hablar nada al respecto. Me dijo que era sólo por temas artísticos. Bueno, la hicimos, me copé y le conté todo lo que estaba haciendo. Después la nota fue publicada con el título "Piñón en las ruinas de Quilmes". Pero ese título fue al océano de Google y pasó por un tamiz interminable de versiones y reinterpretaciones y otros portales ya reescribían: "Piñón en ruinas". Por eso prefiero no tocar más el tema. No es mala voluntad, necesito que se comprenda que del otro lado hay un ser humano que puede sentirse dolido.
– ¿Pero alberga la esperanza de reencontrarse con sus hijos?
– Estoy confiado en que el amor es la base de todo y que la raíz está intacta. Tengo esa esperanza, pero la difusión de todo esto se fue de las manos. Hoy cada uno trabaja a su manera para reconstituir lo que se ha roto y lo que fue quedando. Todos trabajamos en lo de uno, respetándonos los tiempos. Pero no quiero contar más nada, no quiero arruinar este momento.
– ¿Necesita más tiempo y espacio para la reparación?
– Todos lo tenemos y necesitamos. No hay una línea de felicidad eterna en la vida, el que la tenga, que me comparta la fórmula. La vida es un rosario de triunfos y fracasos, no todo es felicidad. Hay que aprender a surfear los obstáculos y a no caer en los mismos errores.
– ¿Quedan sueños sin cumplir para Piñón?
– He soñado con muchas cosas que al final se han cumplido. Viví sueños que se me realizaron sin haberlas soñado antes. Tengo tanta gratitud ante la vida y quiero cerrar los ojos para dejarme sorprender. En este mundo tan agresivo y tan violento, tan egoísta, necesito agradecer a la gente por haberme dejado transitar esta vida vestido con este traje de payaso. Me despierto todas las mañanas con la preocupación de ver qué nuevas payasadas tengo para inventar y seguir divirtiendo a los niños. Ese sueño es constante. Además, ya cumplí con otros increíbles como grabar canciones con mis ídolos como León Gieco, Lito Vitale, Manuel Wirtz que jamás imaginé realizar. Esas cositas me dan mucha ilusión, amor y pasión, para avanzar en todo lo que hago.
Piñón Fijo: 33 años. Martes 11 de julio. 15hs. Teatro Sarmiento (Alem 34 norte). Entradas: $4.400; 3.300; 2.200; 1.650. Tuentrada.com.