Esta nueva versión le sienta muy bien a Charly García: la ruptura de la ruptura, la pipa de la paz, la enésima metamorfosis del artista que hizo de sí mismo su obra y que ahora vuelve a deconstruirse. Que digan lo que quieran, que miren para otro lado, pero sucedió. El tipo, metido en los versos de Fanky, entonó (sí, entonó) "gozar es tan necesario, mi amor’, y ahí la noche ante 4.500 desaforados quedó reducida a un gesto, a la mirada que Charly le dedicó en ese mismísimo segundo al mundo (¿a sí mismo?), a la sonrisita que le brotó de costado, a la gigantesca carga de honestidad placentera que encerraba la frase.
García, en ese momento multitudinariamente íntimo, les estaba confesando a las 3 o 4 generaciones de feligreses apostados allí que goza, que la pasa bien, y que estar tocando dos horas seguidas en el coqueto Arena Stadium de Maipú, en Mendoza, fue otro capítulo en esta nueva novela, no ya de terror sino de amor, que es su historia sin fin.
Hace 4 años, Charly se había electrificado de más en Mendoza y había terminado en una camilla, trasladado en un avión sanitario y rodeado de biógrafos de ocasión que auguraban el principio del fin de su carrera de 40 décadas. Después vino el famoso ciclo de la desintoxicación, la quinta de Palito Ortega, el regreso hinchado y como sostenido por alambres. Hasta que, para celebrar los 60 pirulos, decidió que era hora de volver a evolucionar. Él mismo lo dijo con toda claridad en un alto entre la metralla de hits, la noche del sábado en el Arena: "Salud, mendocinos y mendocinas, son un gran público. Qué bueno que se arregló el cortocircuito. Los quiero mucho’.
En realidad, el cortocircuito que reparó García fue con el propio García. Una muestra la había dado 15 meses atrás en San Juan, cuando desde el escenario de la Fiesta Nacional del Sol había redondeado un concierto contundente, poderoso y pletórico de chistes, mimos al ego sanjuanino (amenazó con instalar 10 bodegas en la tierra del Sol y del vino) y versiones impecables de sus tesoros musicales.
Este mismo Charly profesional y conectado, pero mucho más relajado, fue el que hizo gozar a los mendocinos anteayer. Algo que no todos esperaban, ya que estaban quienes pretendían ver al vampiro desenjaulado, especialista en arrojar guitarras y micrófonos a su público. Pero el comandante García, más viejo que diablo, tenía una guerra más importante por delante: ganarles a los fantasmas y a los cuervos.
La misión se logró, y con éxito sobrado. El ejército Say No More (11 músicos sobre el escenario) fue una topadora. El sonido no dejó lugar a fisuras, las luces le dieron otra dimensión al espectáculo, los temas fueron la mejor cristalización de este nuevo plan Charly -para-todos-y-todas (de Sui Generis a Kill Gill) y la gente, brazalete al tono, respondió desde la militancia inquebrantable del seguidor que se entrega a la sabiduría del Maestro. Un clímax (y otro guiño) para este cóctel fue cuando, en medio de Asesíname, hizo corear a niños, jóvenes y cincuentones el verso beatlesco de All you need is love.
La banda, The Prostitution, enfundada en overoles beige (Charly siempre se refiere al grupo como una fábrica de música), puso la energía necesaria para que el gozo tuviera su narración perfecta. Los chilenos de la batería y el bajo hicieron ondular el piso del estadio. El Zorrito (en su etapa de clon de Jhonny Depp) le puso la belleza indeleble al viaje melódico. Samalea descargó el alma en cada bit a los maniquíes-percusión. Y el Negro García López, lugarteniente que tomó el sitial que dejó con su partida la Epumer, le puso la columna vertebral de artillería a la escuadra demoledora.
Sobre el cierre, dos momentos quedaron para el infinito. Primero, el unísono desgarrador de Eiti Leda, un himno que atraviesa a todas las edades; y por último, ya en los bises, la tensión erizada de Canción para mi muerte, a la que García le encaró cigarrillo en mano, relajado, a toda voz y con la luz cenital sobre el piano. Fue, justamente, el gozo al que exhortó toda la noche: la muerte nos va preparando la cama, ya no hay tiempo para cortocircuitos, es momento de empezar de nuevo. Y disfrutar.

