El viernes escuchamos la Obertura de El Empresario en la que Mozart ridiculizaba celos y envidias de las cantantes de ópera. Gioacchino Rossini (1792-1868) era hijo de un trompetista de banda y de una cantante de ópera buffa y su infancia transcurrió en ese mundo. Conocía desde chico todos los intríngulis de los artistas y se casó con una… y años más tarde con otra. En 1810 escribe su primera ópera (seguirían 35 más) y es luego nombrado director del teatro San Carlo de Nápoles. En 1816 escribe la que será sin duda su ópera más conocida. "Il Barbiere di Siviglia". La Obertura es sumamente chispeante. Además de los pizzicati es simpático el col legno (con la madera) cuando los segundos violines golpean no con la cerda sino con la madera del arco. Rossini era un genio musical al que le gustaba pasarla bien. Cuando tuvo un importante fortuna a los 37 años después de su última ópera seria francesa -Guillermo Tell- abandonó la composición de óperas. Se dice que en su vida lloró solamente tres veces: cuando falleció su madre Anna Guidarini, cuando silbaron su ópera Il Barbiere y cuando una vez en barco, sus amigos le llevaron un Tacchino con truffi (Pavo con hongos) y se le cayó al mar. Como músico tocaba piano y chelo pero como gourmand nunca entraba a la cocina sino que componía recetas; canelones, tournedos, maccheroni a la Rossini. Una frase suya: "¡Cantar, amar, comer, digerir, son los cuatro actos de esa ópera cómica que se llama la vida!". Por algo es el más perfecto compositor de ópera buffa. Hasta entrado el siglo XVIII, un músico debía poder estar al servicio de algún noble para poder vivir sin sobresaltos y no tener que estar dando clases todo el día. El llegar a ser Maestro de Capilla de alguna corte implicaba dirigir a los músicos, ser responsable de sus necesidades y componer constantemente obras para su señor. En 1758 Joseph Haydn (1732-1809) entró al servicio del conde Ferdinand von Morzin y así compuso sus primeras sinfonías. Pero cuando el conde tuvo penurias económicas, lo primero que suprimió fue su orquesta. ¡Qué pena cuando eso puede repetirse! Afortunadamente uno de los invitados a los conciertos que Morzin ofrecía a sus amigos fue el Príncipe húngaro Paul Antón Esteráis, noble riquísimo y amante de la música; siendo él mismo un violinista capaz. Escuchando obras de Haydn no perdió tiempo y se lo llevó a sus palacios pagándole más del doble de lo que recibía de Morzin. Haydn contaba ahora con seguridad y una orquesta propia, además de la comprensión y estima de su príncipe se hizo querer por sus músicos que lo llamaban: "papá Haydn". Durante casi 30 años pudo divertirse escribiendo, ensayando, jugando, sinfonías, óperas, misas, obras de cámara que sabía que iban a ser escuchadas y apreciadas. Escribió solamente dos conciertos para chelo, el Nº 1 en Do Mayor y el Nº 2 en Re Mayor. Como era amigo de sus músicos sabía que podía confiar en virtuosos como Joseph Weigl a quien le dedicó el primero y en Antón Kraft a quien le dedicó el segundo. Y este viernes desde el cielo se lo encomendó a Vesselin. Allegro Moderato: la orquesta presenta el tema y después la toma el solista. Me permito una ilustración: si se tiene un invitado a la familia, primero se lo presenta… eso hace la orquesta, entonces el invitado "se" presenta y comienza su discurso (el chelo), la orquesta lo va acompañando y hace un pequeño comentario a lo que él dijo y lo interesante es que ya solo o acompañado el "tema" de la conversación es el mismo, con matices de cada uno/a. Cuando el invitado hace un resumen personal de cómo se siente en compañía de sus amigos; eso se llama "Cadencia" y ellos lo escuchan en reverente silencio y se le unen al final, era lindo ver las caras de los otros chelistas, son los que mejor lo pueden entender. Por eso es un Concierto y no un "desconcierto". La música es un bello ejemplo de lo que es un verdadero diálogo. Adagio: empieza el chelo directamente y luego de repeticiones y modulaciones y una cadencia, termina suave como empezó. Rondó Allegro: es una Giga, danza de ritmo binario que a menudo constituía el último movimiento de las suites del siglo XVIII presentada por el chelo. Aunque cierto, permite mayor virtuosisimo, incluso por momentos con "cuerdas dobles". Y hablando de diálogos con amigos, al fin del concierto, Vesselin presentó a su amigo Alex que ofrecieron en dueto un Preludio del compositor ruso de ascendencia belga Reinhold Gliére (1875-1956).

Si en el concierto anterior oímos una Serenata para vientos de Mozart, hoy escuchamos una obra de J. Brahms (1833-1897) que podríamos describir como una serenata clásica pero con el agregado de las cuerdas sin violines. Es que tras la muerte de Beethoven parecía imposible escribir otra sinfonía. Brahms comenzó con obras para piano solo o bien para conjuntos de cámara o voz humana. Cuando se encontró al frente de una organización coral en el Principado de Lippe-Detmold, se fue animando a ampliar su orquestación y mientras concebía un concierto para piano escribió dos Serenatas. La Nº 2 op 16 la dedicó a Clara Schumann en cinco Movimientos. Allegro Moderato: Sobresalen los vientos aunque se sienten las cuerda y un bellísimo pizzicato. Ya que scherzo quiere decir broma, si tenemos sentido del humor es notable cómo la intervención de las flautas dan un ritmo de chacarera (¡claro que solamente a oídos argentinos!) Adagio non troppo: de inicio lento y con un dejo de tristeza. Menuetto: ya no es algo mozartiano y nada danzable mientras que en cambio el rondó final sí es alegre y luminoso en el que aparece un Brahms que no imita a Mozart sino que es el que había escrito tantas canciones populares. Y si el rondó implica repetición o vuelta al ser tan alegre, Emmanuel Siffert y sus amigos la repitieron como bis de regalo.