Desde Buenos Aires, Carlos Semorile -escritor, nieto y custodio de la obra de Buenaventura Luna- cuenta cómo dio con estas fotografías sobre el sepelio de Buenaventura Luna en Huaco. Testimonio que será parte de ‘Huaco, la tierra que yo más amo’ (frase tomada de un libreto de Luna), libro con valioso y variado material que gestó en coautoría con José Casas y Cristian Mallea, y que verá la luz este año.
‘Cuando en 2006 presentamos los distintos trabajos sobre Eusebio Dojorti/Buenaventura Luna en el Salón Azul del Senado de la Nación, se nos acercó un amable caballero, que resultó ser Héctor García Martínez, y nos obsequió su Diccionario del quehacer folklórico argentino. Gracias a él supimos de un tal Fermín Álvarez, comerciante de Avellaneda, pero además mecenas de artistas, tarea que desarrollaba junto con su amigo el español Vicente González. Ambos patrocinaban a Carlos Montbrun Ocampo, y éste los habría conectado con Dojorti. A través de la firma General Electric (de la cual González era consignatario) auspiciaron los últimos programas radiales de Luna (y luego de otros grandes artistas).
Al momento del fallecimiento de Eusebio Dojorti en 1955, Fermín Álvarez se hizo cargo de los gastos del sepelio, y un año más tarde participó de la comitiva que trasladó sus restos desde el panteón de Sadaic en Buenos Aires hasta San Juan, y luego hasta Jáchal y finalmente a Huaco. No sólo eso sino que, conciente de la trascendencia del hecho, contrató y llevó un fotógrafo que tomó las imágenes del traslado de los restos del poeta. Estas fotos impresionantes y conmovedoras estuvieron guardadas durante más de cincuenta años en un álbum familiar, junto con algunos poemas mecanografiados por Eusebio. Para que semejante tesoro pudiese salir a la luz, Héctor García Martínez nos puso en contacto con Norma Álvarez, la hija de don Fermín Álvarez que siendo joven participó de aquellas jornadas de música y poesía que se desarrollaban bajo el amparo generoso de su padre y de González. Una tarde de octubre de 2008, Norma nos recibió junto a su esposo en su hogar en pleno centro de Avellaneda y, emocionada, nos compartió sus recuerdos de aquellos años dorados. Pudimos fotocopiar aquellos poemas de Luna, y Sandra Palomares fotografió las imágenes que un anónimo fotógrafo tomó el 29 de julio de 1956.
Luego, Andrés ‘Lolo’ Hidalgo retocaría y mejoraría las imágenes, y más tarde el fotógrafo jachallero Roberto Ruiz haría lo propio.
Cuando en 2009 le entregamos a Dante Tejada esas imágenes en su casa de Huaco, conversamos sobre la posibilidad de que fuesen proyectadas durante alguno de los periódicos homenajes a Buenaventura para ver si, de casualidad, alguno de los viejos presentes se reflejaba en los niños de entonces, o acaso reconocía a alguno de sus mayores. La idea, creemos, no se llevó a cabo, pero tal vez estas fotos refresquen alguna memoria, si no individual de seguro colectiva.
