Dice que le preguntan siempre lo mismo. "¡Parece que no actúo nunca!", rezonga un poco. Sin embargo, al empezar a hacer cálculos, cae en la cuenta que el estreno de Rey Lear -que dirigió y actuó- fue en 2013, si bien la repitió en otras oportunidades. Y bajo otra batuta, la última vez fue en 2019, en el elenco de "Adobe, cemento y cielo", dirigida por Tania Leyes para una gala de la fundación de San Juan en el Bicentenario. "Sí, ha pasado un tiempo…", reconoce entonces Ariel Sampaolesi, que tras unos años abocado a la dirección, este fin de semana volverá a pisar las tablas con Tudcum, que comanda junto a Daniel Zalazar.
Se trata de una obra de Susana Lage con la que tomó contacto en 2016, a través de un proyecto del Instituto de Literatura Ricardo Güiraldes de la FFHA; una jornada de dramaturgia en la que trabajó un fragmento y desde entonces se instaló en su cabeza. En pandemia la retomó, con una beca de creación del INT que concluyó con una muestra del proceso. "Y este año finalmente la vamos a montar como la habíamos imaginado, con una estética de trabajo que es el naturalismo. Es un trabajo importante por la complejidad que tiene desde lo dramatúrgico", adelantó en charla con DIARIO DE CUYO, de cara a este estreno que lo encuentra en otra etapa y lo enfrenta a nuevos desafíos.
– ¿Qué historia te devuelve a la actuación?
– Es la historia de una pareja de años que está rompiéndose, sumergida en un lugar monótono y donde irrumpe un otro que viene a modificar la cuestión de los deseos. Hay un contexto de sequía, de campo gigante donde la tierra es improductiva y hay que irse. Se van dando situaciones que tienen que ver con el agua como metáfora del amor, porque cuando escasea, todo muere. Tudcum es como la meca, el lugar al que miran para poner en marcha un proyecto: una fábrica de nieve. Es muy interesante porque los personajes hablan de otra cosa, pero lo que se ve en escena es el final de una relación.
– Ha pasado bastante tiempo desde la última vez…
– El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos (ríe)… la capacidad que antes tenía de actuar y dirigir y filmarme me cansó un poco, me siento bastante cómodo en la dirección. Pero con Dani Zalazar, que venimos trabajando hace mucho, dijimos ¿por qué no actuamos nosotros? Él tampoco actuaba hace rato, así que nos pusimos en la piel de actores y es como volver a aprender. Está bueno, es re difícil para los dos… Me encanta cuando estoy actuando y dirigiendo, y me pongo en el lugar del actor cuando yo lo dirijo, cuando le pedís que haga una cosa y parece que entendió y después hace otra porque así le salió (risas). La práctica de ponerse en el rol de actor también hace que como director comprenda cuál es el proceso de los actores cuando están aprendiendo una obra…
– Vos ya estás canchero, pero ¿es sencillo ese "desdoblarse"?
– Hay varias etapas. En alguna etapa me trato de abstraer de la dirección y buscar lo mío, lo que yo necesito, lo que a mí me pasa ahí. Y cuando eso está más asentado y con sus recursos, me permite salir, mirar y volver a entrar. Es medio caótico también, no hay una técnica específica. En algunos momentos también hemos grabado alguna escena, entonces ves la corporalidad y decís "no me gusta" o "¿por qué mira tanto para ese lado?", cosas que uno observa. Pero es más complejo en el naturalismo…
– ¿Por qué?
– Hay que estar muy comunicado con el resto. No sé si hice antes un planteo naturalista, quizás fragmentos, pero siempre he andado por lugares imaginarios, alegorías, coros… Animarnos a trabajar el naturalismo es todo un tema: la mesa real, la taza del café real, el tiempo para responder, para vestirte… Todas cuestiones que tienen que ser lo más verosímiles posibles, porque el tiempo en la escena nunca es el real, pero tiene que parecerlo.
– Doble desafío, ¿te sentís más expuesto?
– Bueno, en la semana del estreno te atraviesan todas las inseguridades, pero disfruto muchísimo el encuentro con el público. El público sanjuanino siempre ha sido muy amoroso conmigo, me siento re bien en ese lugar.
– Bueno, no deja de ser una vuelta a los orígenes…
– Mis orígenes son más de la murga, pero sí antes de la dirección estuvo el actor. Y es un regreso muy distinto, porque no estoy con ganas de hacer, ni por asomo, lo que he hecho antes. No sé si me gustaría hacer Feroz por ejemplo, me parece espantoso (risas). Pasa eso, uno va cambiando, cambian los gustos, los intereses. Está buena la idea de que es una vuelta a lo más primitivo e incipiente, la sensación de volver a pararse en el escenario está buenísima…
– Y genera expectativa también en el público que te ha seguido…
– Sí, coincido, cada vez que actúo se genera expectativa, hay un público que sigue, pero eso me ha causado mucho problema también, porque uno tomó postura y se manifiesta respecto de ciertos temas, como el político, y eso genera que la gente por ahí te mire de reojo por la estigmatización que tienen en este país algunos movimientos como el kirchnerismo, al cual adhiero. Pero también siento que pasan otras cosas, porque mis obras tienen algún discurso que tiene que ver con lo político, en plantear ciertas cuestiones, y hay personas que no adhieren a la cuestión política mía e igual van a ver mis obras; por eso digo que es hermosa y amable esa relación y la agradezco y creo que además es como debería ser.
– Algunos militan con el arte, otros no y no significa que sea peor…
– Bueno, sí, son las dos posturas que se vuelven como una discusión maniquea ¿no? Pero yo antes que artista soy un ser humano y un ciudadano, para mí es inevitable. No puedo escindirme de mi postura política. Pero hay algo que va a parecer medio contradictorio: a mí no me gusta el panfleto en las obras de teatro, el tipo que sale y saca la pancarta. Considero que justamente la herramienta que da el arte es utilizar los recursos para mostrar un discurso que tiene una posición ideológica.
– ¿Qué otras cosas son parte de este tránsito, personal y profesional?
– Hay algo de lo corporal, no soy el de hace 20 años y siento más que nunca que para la escena, menos es más. Estoy laburando de un modo diametralmente opuesto las grandes gestualidades y ciertos elementos que tienen que ver con mi actuación, por eso digo que es un desaprender para volver a aprender.
– ¿Y te preocupa que la gente vaya buscando a aquel Ariel?
– No, para nada. Hoy está circulando por las salas un público que es muy receptivo, que está creciendo, es otro público. Tengo alumnos en la facultad que no me vieron actuar nunca y me va a conocer recién ahora. Ha habido un recambio generacional enorme, sin embargo también creo que hay mucha gente que va a volver a verme actuar y está buenísimo. ¿Qué loco no? Que cosa tan extraña (risas)
– ¿Te inquieta, a pasos del estreno?
– No… Me siento jugando, porque la propuesta que estamos haciendo tiene que ver con eso, jugar con otros y otras. La grupalidad es muy importante en ese sentido, es muy lindo trabajar así.
– …Pero con el control en la mano. ¿Te cuesta delegar el director?
– ¡No, me encanta! De hecho lo último que hice fue cuando dirigió Tania Leyes y fue genial. Me encanta que venga y me diga "relajá el gesto", que me incentiven a hacer nuevas búsquedas… ¡Me encanta que me dirijan! Me saca un vagón de responsabilidades.
PARA AGENDAR
Tudcum. Estreno: sábado 23 y domingo 24 de septiembre, 22 hs. El Avispero: Escénica (Entre Ríos 1566 sur, Trinidad) Entradas por Mercado Pago al 2645685073.
Dramaturgia: Susana Lage. Actuación: Anahí del Valle, Ariel Sampaolesi, Daniel Zalazar, Agustín Hierrezuelo y Julián Riveros. Vestuario: Johnny Combo. Diseño Lumínico: Fernando Torres. Operación Lumínica: Lechu Liquitay. Operación Sonora: Ángel Leiva. Edición Sonora: Mauricio Poblete. Diseño Gráfico: Agustín Hierrezuelo. Producción: Julián Riveros. Asistencia de Dirección: Ángel Leiva y Lechu Liquitay. Dirección: Ariel Sampaolesi y Daniel Zalazar.