Florencia Dávila y Matías Broca, quienes caracterizaron a Alparguicienta y al príncipe, protagonizaron la tarde ganándose las miradas y los aplausos del público.

 

El Ballet Sembrando ilusiones presentó su musical Alparguicienta, una puesta teatral que tuvo a la integración y la aceptación del otro como es, como las consignas de una entretenida propuesta con personas con capacidades diferentes como protagonistas. Ayer por la siesta, en el Teatro Municipal, el elenco estable dirigido por Elisa Robles, dependiente de la Municipalidad de Capital, estrenó la pieza en la que se adaptó el tradicional cuento de hadas de La Cenicienta de la versión de los escritores alemanes Jacob y Wilhelm Grimm, a las necesidades y preferencias del propio elenco actoral. La compañía es integrada por unos 40 niños, jóvenes y adultos con síndrome de Down, autismo, epilepsia y dificultades motrices. Entonces de manera colectiva, lograron construir un relato de manera que contenga humor, picardía y en la que incorporan elementos musicales como el tango, el folklore, el pop y ritmos latinos. Así fue mostrado con diferentes cuadros coreográficos, el reemplazo del zapatito de cristal por una alpargata y ambientaciones con fuerte influencia lenguaje del sketch cinematográfico. Más el vestuario y la escenografía animada, contribuyó a generar un clima de ternura que contagió al público que asistió y en gran número ocupó la sala. Los espectadores animados acompañaron con aplausos y muestras de alegría al ver cómo se desenvolvían los actores en escena.

 

El singular contrapunto musical efectuado por los varones, fue uno de los pasajes pintorescos del show.

En uno de los cuadros, en la fiesta en el castillo del príncipe precisamente, se originó un divertido contrapunto de baile entre los varones que disputaban la atención de la princesa, fue así que se enfrentaron a duelo de malambo y le puso mucho encanto al espectáculo. También otro detalle fue la actuación de la pareja protagonista: Florencia Dávila y Matías Broca, quienes caracterizaron a Alparguicienta y al príncipe respectivamente. Con mucha frescura y una desinhibición total, se los veía entusiasmados y con muchas ganas de expresarse totalmente sobre el escenario, que dejaban claro las ganas de manifestarse libremente en sus roles. Aunque también, el resto del elenco tuvo su momento también para jugar y divertirse en las tablas.

El espectáculo terminó con una proyección audiovisual y con el mensaje explícito para concientizar que todos, sin discriminar las condiciones sociales, físicas o psíquicas, pueden convivir con el derecho a tener igualdad de oportunidades, ser respetados y aceptados como son.
 

El público animó y alentó al elenco. Familiares y amigos estuvieron presentes con su apoyo. (FOTOS: MARCOS URISA)