Un encuentro intenso, lleno de intimidad, con algunos condimentos de nostalgia y romanticismo. Todas estas sensaciones en clave "gardeliana" se pusieron de manifiesto en el concierto "Gardel sinfónico" que encabezó la voz joven de Ariel Ardit, junto a la Orquesta Sinfónica de la UNSJ -dirigida por el maestro César Lara- y acompañado por el pianista Andrés Linetzky, el contrabajista Pablo Guzmán y el bandoneón de Ramiro Boero. La noche del viernes, la sala del Auditorio Victoria estuvo a su máxima capacidad de espectadores. La mayoría se comportó de manera puntual a la hora citada para el espectáculo, algunos, en cambio, aparecieron a la mitad del evento descendiendo por las escaleras, situación que generaba bastante incomodidad para los que habían asistido más temprano. Pese a este detalle, el show en general fue virtuoso desde lo sonoro, lo visual y lo rítmico. El repertorio gardeliano ejecutado por Ardit tuvo un estilo muy propio, sin forzar y sin querer imitar a Gardel. Punto a favor porque le da una identidad única y naturalidad. Además, tuvo como soporte un gran ensamble instrumental. Desde la percusión, las cuerdas y los metales, más los aportes puntuales tanto de Linetzky en el piano y de Boero con el bandoneón, el cuerpo sonó de forma sincronizada y armoniosa. El concierto duró 1 hora y 20 minutos. No hubo ningún hueco aburrido o momento disperso que hiciera perder ritmo. La obertura instrumental fue impactante y elevó las expectativas para la entrada de Ardit. El cantante arrancó de forma efectiva con una pieza fuerte y conocida: "Mi Buenos Aires querido". Luego continuó el recorrido con clásicos como "Tomo y obligo", "Melodía de arrabal", "Golondrinas", "Cuando tú no estás" y "El día que me quieras". Hubo una licencia y se dio el gusto de salir un poco del esquema tanguero al acudir a un paso de rumba con "Sol tropical". Antes de despedirse, Ardit transmitió con sensibles palabras un reconocimiento a la memoria de su mentor Alberto Podestá. El final programado fue con "Volver" y a pedido del público, el broche de oro fue "Por una cabeza". En el cierre, los protagonistas (Ardit, Lara, Linetzky y Boero) terminaron abrazados, felices por un sueño cumplido -planificaban este concierto desde 2017- y ovacionados frente a una multitud que lo aplaudía de pie.

En la previa del concierto, Juan Carlos Caballero, director del Centro de Creación Orquestal, puso en contexto la situación de crisis que sufren los miembros de la Orquesta Sinfónica, con el reclamo gremial por aumento salarial. En forma de protesta, los músicos no estuvieron con sus respectivos trajes de gala. "Todos somos docentes universitarios y también artistas. Entonces queremos devolverles con nuestro trabajo y visibilizar este deterioro salarial frente a la inflación. Estamos de paro, sin embargo, decidimos venir porque ustedes se lo merecen y brindarles lo mejor que nos sale, que es hacer música. Agradecemos que nos acompañen en esta lucha por mejores salarios para todos los docentes del país", concluyó Caballero y la respuesta de adhesión del público fue inmediata.