Con la sencillez de aquellos años de estudiante en San Juan, pero ya con la madurez de un profesional apasionado, dedicado y forjado en los mejores escenarios de América, Europa y Asia; Juan Pablo Jofré Romarión regresó el sábado último al Auditorio Juan Victoria, de la mano de Mozarteum San Juan. Solo y excelentemente acompañado por el pianista del Teatro Colón Iván Rutkauskas y el violinista Gustavo Mulé, el bandoneonista sanjuanino desplegó su talento como intérprete y compositor, veta a la que se ha volcado en los últimos años, creando y proyectando su música junto a prestigiosos orquestas, grupos y músicos. De hecho, concretó en este viaje el estreno latinoamericano de su Doble concierto N¦1 para violín y bandoneón con orquesta de cuerdas, piano y percusión, que ejecutó con la Sinfónica Nacional en un CCK colmado -el viernes- y que hizo aquí en versión para bandoneón, violín y piano.
El frío de la noche contrastó con la calidez del concierto, donde Jofré recorrió composiciones de distintas etapas, que introdujo personalmente, explicando de manera amena su motivación y contexto. Fue el caso, por ejemplo, de Después de la lluvia, una sentida pieza que dedicó a su padre, fallecido el año pasado y a quien no pudo venir a despedir por la pandemia, señaló. La pieza se llevó los primeros "¡Bravo!" y precedió su homenaje a Piazzolla, nada menos que con Adiós Nonino. Primavera, Como el agua, Movimientos tanguísticos, Universe fueron otras de sus piezas que desplegó con el mismo formato. "Es increíble tocar en esta sala… desde chico venía a ver tocar a la orquesta y grupos, como Daniel Binelli, que actuó con Milva, que cambió mi vida", dijo antes de despedirse y de recibir agradecido el aplauso cerrado del público, que se puso de pie para celebrar al sanjuanino radicado en Estados Unidos, que continúa conquistando escenarios en el mundo.