FOTO MARCOS URISA
A pesar de la calurosa tarde, la concentración no se perdía, casi como si estuviesen preparándose para la final de un campeonato del mundo. Decididos a ser músicos profesionales y tocar en los grandes escenarios que se presenten, se preparaban para el próximo concierto, sin olvidar de dónde vienen, cómo empezaron y por qué están en el lugar que ocupan ahora. Para Renata Ferrer, Lucila Montenegro, Ana Paula Vargas, Gerónimo Luna y Fabricio Rodríguez, subir al escenario del Auditorio Juan Victoria y actuar ante el público es estar escribiendo su propia historia. Ellos son los cinco talentos que emergieron de la Orquesta Escuela San Juan. Creada en 2012, fueron parte de las primeras camadas de alumnos. Actualmente todos son monitores en distintos núcleos de la institución que les dio la oportunidad de iniciarse en la música; y tres de ellos (Gerónimo, Ana Paula y Fabricio), los primeros becados en la Camerata San Juan. A pocas horas de tener su concierto anual -hoy a las 20hs- el grupo de jóvenes músicos tomó un descanso para dialogar con DIARIO DE CUYO, charla en la que explicaron cómo sus vidas fueron modificándose y cómo se cruzaron sus caminos gracias a la Orquesta Escuela.
Los cinco empezaron en el núcleo originario de Rawson. El más antiguo de los cinco es Gerónimo, que se inició con el violín en 2012. Hoy tiene 19 años de edad y además de enseñar a otros más jóvenes que él (en calidad de monitores que asisten a los profesores) forma fila en La Camerata. Hace poco, también participó en el Festival Indiana y tuvo la oportunidad de tocar en el Teatro del Bicentenario. Tenía 9 años cuando ingresó a la Orquesta Escuela y apenas sabía cómo sostener el arco. Cuando lo recuerda, no puede contener la risa con picardía: "Lo que más rescatamos y valoramos de todo lo que venimos haciendo es que la Orquesta Escuela fue el lugar más seguro para nosotros. Nos permitió tener muchas amistades y ahora me encuentro tocando con grandes profesores. Este año me ratifica que ya no tengo dudas, quiero tener una vida como violinista y mi lugar será siempre estar en una orquesta y en un escenario. Y creo que la mejor forma de devolver lo que la Orquesta Escuela me dio es dar lo mejor de mí en cada concierto", manifestó el joven violinista.
En 2013, ingresó Fabricio. Primero aprendió con viola, pero con el tiempo se inclinó por el chelo, que hoy a sus 21 años es su instrumento favorito. "Empezar de cero fue complicado para mí. Me costó al principio, al igual que a todos. Cuando tenemos que dar clases a los más chicos, no nos creemos superiores, al contrario, compartimos un trato de igual a igual, como compañeros. Es que queremos que disfruten, que no vengan por obligación, sino por amor a la música. Cada nota debe salir del corazón", dijo el becario que integra la fila de los chelos de La Camerata. "Al estar al lado de profesionales tan capacitados, a veces nos sentimos muy chiquitos, pero todos tienen muy buena onda y nos ayudan en lo personal y en lo musical. Lo que más disfruto es cuando se da ese momento de conexión entre nosotros y el público en el escenario. Entrar en La Camerata ya es un sueño cumplido, pero el camino que nos queda es largo y hay que seguir aprendiendo. Por eso cuando llego a mi casa cansado después de mucho ensayo, me quedo hasta la madrugada a seguir practicando", contó Rodríguez.
Ana Paula cuenta con 16 años de edad y también ingresó en la camada de 2013 por un aviso promocional que vio. Su madre la acompañó para ingresar a la Orquesta cuando se tomaban las clases en la Biblioteca Popular Sur, de Rawson. "Para mí, la orquesta no es un lugar sólo para hacer música. También me permitió hacer los amigos que tengo, ayudarnos en las cosas y en los problemas que pasamos cada uno", reflexionó la joven violista, satisfecha por todo lo que viene logrando en esta temporada cargada de actividad artística, especialmente desde que entró a La Camerata. "Nunca me imaginé que podría ponerme en el lugar de enseñar a otros chicos de la Orquesta Escuela ni tampoco que iba a ponerme a tocar para Mozarteum y para Drácula con tantas funciones a sala llena. Y lo que más me sorprendió es saber que en San Juan hay muchos a los que les encanta la música que hacemos", y confesó ser una gran admiradora de Indira González, la violista de la Sinfónica de la UNSJ.
Por su parte, Lucila Montenegro, que tiene 14 años, ingresó como violista en 2016 y un año después, lo hizo Renata Ferrer, con 15, también violista. Pero su crecimiento fue tan rápido que ya tienen herramientas para enseñar a compañeros y compañeras que siguen sus mismos pasos. "Nos motiva un montón las ganas que le ponen los más chicos por aprender. Tratamos que las clases sean divertidas y que disfruten, sobre todo, que sientan la música con mucho corazón. Sé que algún día cuando ellos sean reconocidos, se acordarán de sus profesores que tuvieron al principio y es muy lindo que suceda algo así. Como nosotros hacemos ahora, recordarán de dónde vienen y cómo empezaron", opinó Lucila, para quien la Orquesta Escuela "nos ayudó a salir de la calle". En vez de estar en casa sin hacer nada, la escuela nos enseñó el valor de la responsabilidad, del compromiso y de la disciplina; que debemos ser solidarios y que todos colaboramos para un objetivo en común", resaltó.
Finalmente, Renata monitorea a los más pequeños y trata de inculcar las cosas que ella asimiló: "La profesora Carolina Pedraza, que estuvo presente siempre desde mi primer día aquí, me ayudó a concentrarme en tocar. Eso me hace olvidar que estoy triste o enojada. Cuando quiero hacer las obras de Vivaldi, me cuestan un montón, pero quiero hacerlo bien porque es un gran desafío para mí. Y sí, es el momento más esperado que tenemos, es tocar en el Auditorio, es como estar en nuestro lugar natural, como nuestra gran casa", expresó la monitora.
Desde que el proyecto comenzó en 2012, se cimentaron bases sólidas para la creación de un semillero de jóvenes músicos con potencial y ahora, están mostrando sus primeros resultados. Para ellos, la función de esta noche será importante porque quieren hacer honor y dejar en alto el nombre de la Orquesta Escuela, el espacio que les permitió transformar su realidad.