Un tipo de perfil bajo y un caballero inglés, muy culto y reservado con su intimidad, un blusero de aquellos. Así pintan el recuerdo de Adrián Otero, hoy, a un mes de su muerte, dos sanjuaninos que estuvieron cerca a él en diferentes oportunidades y espacios, ellos son: el fotógrafo Roberto Ruiz y el cantante y productor Luis "Chichón" Hernández en México.

El astro que el próximo 31 del corriente cumpliría los 54, fue líder de Memphis La Blusera durante casi 3 décadas y luego siguió como solista. En su larga trayectoria, entabló contacto con Chichón. Ellos se conocieron por una amiga en común, en 2008. "Mi relación con él se dio mientras yo estaba en México, él estaba con ganas de ir para allá y me ofrecí a ayudarlo, después al regresar a la Argentina volvimos a comunicarnos y hablar de vernos en San Juan, para tomarnos unos tintos", recuerda Hernández, quien comentó que hasta no hace mucho gestionaba su presentación en la provincia con su última producción.

Con Roberto, la amistad comenzó hace unos 20 años cuando fue a su casa a realizarle una producción fotográfica para la tapa de espectáculos de Clarín, diario para el que trabajaba. "Para las fotos, nos fuimos a la vereda, yo le dije: tirate al piso; y él me contestó: ¡Pelo… no ves que soy rengo! Me mató su espontaneidad y empezamos a ca…de risa. Así empezamos", relata el reportero gráfico que en 2007 vistió al Obelisco porteño con una gigantografía de San Juan y este año trabaja en un proyecto similar.

"¿La última vez que hablamos? Fue en Buenos Aires, fui para hacerme un chequeo y lo ví en un restaurante que se encuentra cercano al departamento donde instaló también su estudio de grabación. Hacía como dos años que no lo veía y ahí me contó que me había imitado y había decidido irse a un lugar más tranquilo, a Córdoba", rememoró el artista que dejó la capital del país y volvió a su Jáchal natal para quedarse.

"Yo lo invité a conocer mi Jáchal y la cita quedó para estos días, quería zapar con jachalleros. Todavía me emociono", narra Ruiz, con su voz ahogada inevitablemente por las lágrimas al acordarse de ese cantor que luego de actuar en el Teatro Colón, le confesó al oído: "se me cumplió el sueño de mi vida".

"Fue un ser increíble, se hizo alcohólico y drogadicto por la noche, pero el médico le dijo que terminaba con eso o era boleta y así lo hizo. Con su perfil bajo, me contó que se hizo masón porque allí encontró su destino. Era muy correcto, cuando uno hablaba despectivamente de una mujer o le decías mina, se molestaba", cuenta Ruiz, acerca de ese Otero más íntimo, a quien el destino le marcó el final de la ruta. Fue precisamente en su viaje a Córdoba, donde tenía previsto establecerse para escapar de la bulla de Buenos Aires y acurrucarse en el silencio de una casita humilde, "en una calle donde no caminan ni los perros", como le dijo a Roberto, apenas unos días antes de su último encuentro.