Contra todo obstáculo meteorológico, la gala lírica celebrada anoche en la sala mayor del Teatro del Bicentenario no se suspendió, sino que se vivió con una intensidad pocas veces visto y con un cúmulo de emociones encontradas acto tras acto. No hubo persona en las plateas, en los palcos, incluso en el hall de entrada (donde se podía apreciar el show en pantalla gigante), que no se sintiera tocado en el interior de su ser al escuchar las excepcionales interpretaciones de Verónica Cangemi, Romina Pedrozo, Duilio Smiriglia y Marta Bilska. O con los impactantes sonidos de los timbales en la ejecución de la Rueda de la Fortuna de Carmina Burana; sumando la fuerza coral impulsada en la ‘Marcha Triunfal’, de Aída de Verdi o en la invocación de ‘Va, pensiero’ de la ópera Nabucco. Cada número del repertorio operístico causó sensación, incluso para aquellos que por primera vez asistían a un espectáculo lírico sentados en los cómodos asientos alfombrados de los palcos superiores y de la platea central. El encuentro en su totalidad (fue una función libre y gratuita) dejó una huella imborrable para recordar que el Teatro del Bicentenario es para que todos puedan disfrutarlo en su plenitud. La apertura fue vibrante con Carmina y de la Leichte Kavallerie de la mano de la Orquesta Sinfónica de la UNSJ dirigida por Emmanuel Siffert, con la compañía del Coro Universitario a cargo de Jorge Romero. Las intervenciones de Cangemi en ‘Je veux vivre’ de Romeo y Julieta como así también en el bolero ‘Solamente una vez’, fascinó y provocó encendidos aplausos de júbilo entre los asistentes. Por supuesto que el tenor Duilio no se quedó atrás en ‘Nessun Dorma’ un canto cargado de sentimiento que puso sensible los oídos comenzando la primera parte de la velada y en el que preparaba el terreno para momentos más fuertes que estaban por venir. Y así fue, en la segunda parte, Romina y Duilio le dieron el toque romántico al interpretar ‘Vivo per lei’. Pero sin dudas, el clímax llegó a la hora de la versión sinfónica de ‘Who wants to live forever’, enorme clásico de Queen. Hasta ese momento, las luces de la sala se mantuvieron siempre encendidas, pero a la hora del primer estribillo dado por los solistas y el coro, todo el lugar quedó a oscuras. En ese instante, los espectadores prendieron unas velas electrónicas otorgadas por los acomodadores del teatro y de esa manera se generó un efecto especial provocando una atmósfera llena de intimidad y calidez que inundó todo el espacio.
El cierre fue realmente un brindis al calor popular, porque todos los artistas y el mismo público, involucrados cantaron ‘La Traviata’. Después vino un bis con un tema conocido que canta Luis Miguel, ‘Júrame’ compuesto por María Grever, en el que el tenor del Teatro Colón, hizo que una vez más los espectadores fueran los protagonistas. Mucho se opinó en las discusiones públicas (preferentemente por las redes sociales) antes de la puesta en marcha del Teatro del Bicentenario, que el complejo sólo estaría al servicio de pocos artistas o que ofrecería espectáculos selectos para una elite. Hoy, a dos años de existencia, no sólo ese prejuicio quedó anacrónico y alejado totalmente de la realidad, sino que una vez más, el TDB reafirmó su compromiso con la calidad artística y a la vez, consolidó el vínculo de ida y vuelta con los espectadores. Si en otro tiempo se cantaba para el rey en los grandes teatros del mundo, en el presente, el público sanjuanino fue el soberano de un verdadero acontecimiento cultural.
FOTOS DANIEL ARIAS