Hace veintiocho años, el hall del Teatro Sarmiento cubrió su pared central con un gran mural-tapiz, el más significativo legado público del fallecido Luis Suárez Jofré, que hoy cumpliría 8 décadas de vida. "Alegría de vivir", fue como el entrañable "Polo" bautizó a esta obra que le llevó casi un año de trabajo y que es la perpetuación de su memoria. Otras obras suyas realizadas en solitario o en colaboración con otras instituciones -como el escudo de la Universidad Nacional de San Juan, por ejemplo- forman parte del panorama público sanjuanino. Pero es este colorido manto de imágenes teatrales su gran herencia a la comunidad local.
El mural se hizo en 1981, cuando Polo estaba en pleno auge de su carrera y el teatro en plena refacción. En ese tiempo, Juan Mariel Erostarbe, entonces director de Cultura de la Provincia, le consultó al pintor su idea de dar color a esa parte del teatro en la que sólo había un enorme espacio en blanco; y él aceptó inmediatamente.
A simple vista, figuras y máscaras inundan la escena como si se tratase de un ritual donde el artista plástico plasmó sus fantasías mitológicas, un paisaje muy familiar para el público habitué a las producciones que desembarcan en la sala, aunque pocos conocen su historia.
"Lo hizo como artista donante, totalmente ad honorem. Como no teníamos fondos para pagarle, lo único que podíamos financiar eran los materiales, sin embargo Polo se metió de lleno en la obra", relata el escritor que trabó amistad con Suárez Jofré cuando ambos se desempeñaban como docentes en la Facultad de Filosofía de la UNSJ.
"Polo aceptó hacer esa obra en recuerdo de dos murales que había pintado en los años del Salón Cultural Sarmiento y fueron borrados cuando pasó a convertirse en el Teatro". Ese es el recuerdo de Adela Cortínez, su esposa, quien cuenta como anécdota que uno de los míticos personajes que habita el fresco -ubicado en el medio y con una flauta- tomó forma en base a un boceto dibujado por su hijo, en 1973.
Pero también su espíritu está en el centro de la obra. El mismo artista es el fauno y también el ocho, símbolo de infinito dibujado en la coreografía de los personajes. Con estas palabras se refiere Erostarbe a esta pieza, en una publicación que editará bajo el título "La alegría de vivir en el mural del Teatro Sarmiento", en recuerdo de quien participó de la creación del pionero Instituto Superior de Arte (ISA) a fin de la década del ’50 y fue decano de la primera Facultad de Artes que nació en San Juan.
El trabajo le requirió a Suárez Jofré todo un proceso previo. Antes de darse a las primeras pinceladas, el pintor se abocó a la tarea de preparar el soporte de su creación, para hacerla inmune al paso del tiempo. Sin embargo, en 2001, fue nuevamente convocado para ocuparse del muro; esta vez, para su restauración. En esa ocasión, su salud había empezado a quebrarse.
"Cuando lo llamaron estaba con un ataque de anemia crónica, él casi no podía movilizarse y pidió ayuda a un señor que se trepó al mural y fue su pincel", evoca su esposa, madre de sus hijos Guadalupe y Conrado.
Tras su partida el 14 de agosto pasado, luego de ser intervenido de urgencia a causa de un tumor intestinal que terminó complicando su salud -y por lo que permaneció internado un mes y medio-, la herencia del maestro quedó eternizada en la Alegría de vivir.

