¿Cómo puede ser que desde los barrios bajos del Bronx, Queens o Brooklyn de los "60, el hip hop haya llegado hasta las plazas céntricas de la ciudad de San Juan -entre tantos rincones del mundo-, con notable vitalidad entre adolescentes y jóvenes? Esta cuestión no resulta simple de contestar, pero de lo que no hay dudas es que esta corriente artística y cultural se transformó en un fenómeno que -irreversible e inevitable de reconocer- transita un momento de notable expansión. La comunidad del arte urbano contempla y cobija a múltiples expresiones que van desde el graffiti a la música (como el rap), pasando por el breakdance (flamante deporte olímpico) y otros vistosos estilos de baile; y hasta tiene sus propios códigos en el lenguaje, en la manera de vestir y de interrelacionarse entre pares. Y todo esto ha quedado oficialmente visibililizado en San Juan desde el jueves pasado, cuando comenzó a latir la primera edición del convocante festival Hit Tha Beat (acá traducido como "Golpea el pulso’), que hoy llega a su fin con un gran show en la Plaza de la Joroba.

En el corazón de esta gran familia de artistas urbanos y aficionados, se pueden vislumbrar valores que comparten numerosos jóvenes que llegaron de diferentes regiones del territorio nacional, como también de otros países; y por supuesto, los que viven aquí en suelo sanjuanino. En primer lugar, no se perciben a sí mismos como "bichos raros’ de la sociedad. Al contrario, por más que todavía en ciertos ámbitos sea considerada una cultura marginal, el hip hop es una forma de vida natural para quienes lo practican. Hay en común un sentido de pertenencia muy firme que los ayuda a mostrarse como son y que se basa en el reconocimiento y el respeto hacia el otro.

 

 

"Es una libre expresión de nuestro estado de ánimo. Un día podés estar contento, otras veces triste, pero todo lo liberás del cuerpo con el baile, o la música’ resume Carla Pérsico (25), bailarina de house de Córdoba. Y muchos coinciden en que de eso se trata todo esto, de "la expresión pura’ de la personalidad, de sentirse libre, bajo la misma consigna: "Peace, love, union & havefunn’ (paz, amor, unión y diversión). Pero a su vez, es mucho más que eso.

Su ADN al fin y al cabo, el hip hop local también se manifiesta sobre la realidad social en la que respira. La marginalidad, la política, la desigualdad y las injusticias que se viven cotidianamente son fuentes inagotables para las canciones de rap, en las que los MC (Maestros de ceremonias, cantantes) riman duras críticas hacia el sistema. Eso suele verse en las rondas o sesiones de freestyle, que improvisan sea ya en un escenario, en la calle, en la plaza o en casas de amigos. De la creación grupal emergen versos como: "¡Con las manos en el aire! / Quién divide a los hermanos (interroga el MC) / ¡La discriminación! (contestan en coro) / ¿Quién nos pudre la mente? / ¿Quién nos suelta la mano? / ¡Vamos a ponernos firmes y salvar nuestra nación!’.

Otro factor clave es que aquí nadie se queda con nada: el conocimiento, la técnica, la experiencia se comparten. Por tanto, se aprende y se crea primero desde lo individual, pero decanta luego en un hecho artístico totalmente colectivo. "El hip hop se aprende desde la amistad y se nutre de manera grupal’, define el sanjuanino MC Kudde, debajo de su gorra, casi un ícono de vestuario, aunque cualquiera puede adoptar el estilo que prefiera, aunque en general es ropa holgada o cómoda, que les permita moverse con fluidez. No importa tanto. La esencia es mostrar personalidad, carácter y expresar espontáneamente lo que uno es. La identidad juega un factor importante y para representarla de la mejor manera, se usa como sello de distinción el apodo o nombre artístico, tradición que se toma de la práctica del graffiti a la hora de firmar los espacios o muros intervenidos y que adoptaron las otras ramas del hip hop.

En síntesis, concebir el lado hip hop de la vida, implica un movimiento constante en cuerpo, mente y espíritu, para muchos jóvenes. Ellos mismos plantean que bailar o rapear, participar de encuentros y festivales, aprender en la plaza o incluso viajar a otras ciudades, transformó su realidad. Hasta en cierta forma, reconocen que el hip hop los protege de las negativas influencias que tiene la universidad de la calle. Entre ellos se cuidan, porque en definitiva, son parte de una gran familia.

 

 

LOS PILARES

 

 

 

 

MCs (cantantes), DJs (disc jockeys), Bboys y Bgirls (bailarines) y graffiteros conforman la base de esta tribu urbana que expande su arte por la ciudad.