Post ceremonia. El director Bong Joon-ho junto a los cuatro Oscar de "Parasite" a los que acaban de grabarle su nombre.

 

Los pronósticos más increíbles se cumplieron y Parásitos, la producción surcoreana que venía arrasando en la temporada de premios, consiguió erigirse como la primera película no hablada en inglés que gana un Oscar en los 92 años de historia de los galardones de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, "Parasite" logró lo que no pudo Roma (Netflix) el año pasado que era una de las favoritas, algo a lo que también aspiró La vida es bella en 1998. 

La comedia negra sobre la desigualdad y el lado más turbio del capitalismo, también es la primera cinta en llevarse el premio mayor y el de mejor película extranjera el mismo año. El genial director Bong Joon-ho no podía creer lo que le estaba pasando. 

El momento. Jane Fonda entrega la estatuilla de Mejor película al elenco de Parásitos.

"Después de ganar el Óscar de mejor película internacional, pensé que ya había terminado por hoy y estaba preparado para relajarme. Cuando era joven y estudiaba cine, había un dicho que tallé muy profundo en mi corazón, que es que ‘lo más personal es lo más creativo’. Esta cita es de nuestro gran Martin Scorsese. Cuando estaba en la escuela, estudiaba sus películas. Estar nominado era un honor enorme. Nunca pensé que ganaría", compartió el realizador que en algún momento estuvo en la lista de los directores vetados en su país y que la noche del domingo también les ganó a Martin Scorsese, Quentin Tarantino y Sam Mendes y se llevó al premio a mejor director. 

"Estoy sin palabras. Nunca nos imaginamos que esto sucedería. Estamos muy felices", afirmó Sin-ae Kwak, productora de "Parásitos", ante un Dolby Theatre puesto de pie.

Pero aquello no terminaba ahí, porque la producción también ganó como mejor guion original, cuatro galardones en total de las seis categorías a las que aspiraba. 

Los miembros de la Academia podrían haberse inclinado por una renovación o quizás sólo fue un oasis en el desierto. Se verá más adelante. 

Merecido. Por su descomunal versión de Joker, Joaquin Phoenix obtuvo su primer Oscar.

 

Actor consciente

Por otra parte, antes del final, Joaquin Phoenix subió para recibir su primer Oscar por la descomunal actuación en Joker, donde se ve el surgimiento del enemigo de Batman, una performance perturbadora al punto de que en Estados Unidos creyeron que eso repercutiría en la población.

En su discurso, el actor de 45 años se emocionó al recordar a su fallecido hermano mayor, también actor, River Phoenix (por una sobredosis en 1992) y brindó uno de los pocos discursos políticos de la noche. El actor, que es vegano y defensor de los derechos de los animales aseguró: "Hablemos de desigualdad de género, de racismo, de los derechos LGTB, de los animales… la lucha contra las injusticias. Un pueblo, una raza, no tiene derecho a explotar a los otros con impunidad". Fiel a su pensamiento antiderroche, Phoenix eligió usar un solo traje (de Stella Mac Cartney) para todas las premiaciones a las que asistió en la temporada. 

 

Gran regreso. René Zellweger ganó su segunda estatuilla por ponerse en la piel de Judy Garland. 

 

Banda. Hildur Gudnadottir hizo la música de Joker y es la primera mujer en ganar la terna desde 1997.

 

 

> El gran perdedor de la noche

 

Quizás creían que repetirían el batacazo de la gala anterior, pero no fue así. Es que Netflix se convirtió en el mayor perdedor de la noche este año en la 92da edición de los Oscar porque apenas se llevó 2 de las 24 estatuillas a las que aspiraba. Por un lado, el Oscar a mejor actriz de reparto que ganó Laura Dern por Historia de un matrimonio y Mejor Documental con American Factory.

La mayor decepción fue con la performance de El Irlandés, la esperada película de Martin Scorsese que no ganó en ninguna de las 10 ternas a las que había sido nominada. 

Con las manos vacías. Robert De Niro y Al Pacino protagonizan El Irlandés, de Scorsese, que no ganó ninguna terna. 

 

 

> Opinión

 

Daniel Gil
Historiador, docente y cinéfilo.

 

No es una sorpresa que Parásitos haya ganado el Oscar a mejor película, porque ya venía funcionando muy bien en Corea, en el circuito de los festivales -ganando en Cannes- y está encuadrado dentro de un cine que hace varios años produce películas comerciales muy buenas. Hollywood y los cinéfilos, les viene poniendo el ojo hace bastante tiempo. También, porque su director Bong Joon-ho viene con un background importante desde el film Memoria de un asesino (2003). Lo interesante ahora, es que le da el primer Oscar al cine coreano y representa un gran salto de calidad, tranquilamente tiene capacidad para trabajar en Corea como en Hollywood. En mi opinión, Había una vez en Hollywood era la mejor película, pero nunca podría haber ganado porque era políticamente incorrecta para la línea que mantiene la Academia. Respecto a las otras películas en discusión: 1917, tiene una gran proeza técnica, pero su tema se agota en sí mismo; Historia de un matrimonio y El Irlandés, no se lo iban a dar porque hay una fuerte disputa comercial entre Hollywood y Netflix en cuanto al modelo de producción y distribución de las películas. Por lo tanto, lo de Parásitos fue una elección cantada. Por un lado, por el discurso de apertura que sostiene ahora Hollywood respecto a la inclusión de minorías, los géneros y las etnias; pero por otro, la película de Joon-ho pone en tela de juicio una lucha de clases, donde la crueldad se extingue en la propia película, no termina en profundidad molestando a la Academia. El cine coreano y en especial el de Joon-ho, es especialista en cruzar géneros, no sólo trabaja clásicos de terror, drama, suspenso o policial, sino que también toma herramientas televisivas como el melodrama. Es una buena hibridación que le da resultado. Pienso que la ceremonia siempre premia a la industria en sí y el cine coreano se lo llevó por el proceso de producción que implicó este film y que se acerca bastante a lo que Hollywood quiere. El cine coreano se decodifica fácilmente. Siempre digo que no hay tantos temas para hablar en el cine, pero la clave está en cómo contarlas. El director coreano expone una historia que no es extraordinaria, pero que se hace legible en cualquier país del mundo.