B.B. King, el "rey del blues", dejó en silencio a Lucille, la guitarra que lo acompañó de por vida. Como uno de los artistas más influyentes de todos los tiempos, murió el jueves a los 89 años, mientras dormía en su domicilio en Las Vegas, por la diabetes que padecía hace 20 años. En octubre del año pasado ya tuvo que cancelar su gira, el mes pasado debió ser internado y el 1 de mayo, informó que recibía cuidados en su hogar.
Casado con Martha Lee Denton, entre 1946 y 1952, y después con Sue Carol Hall, desde 1958 hasta 1966; dejó 14 hijos y más de 50 nietos.
El legado del bluesman, que en 2012 hizo cantar al presidente de EEUU, Barack Obama, es extraordinario: más de 50 discos en casi 60 años de carrera y 15 Grammys, 10 de ellos dentro de su género, pese a que sus trabajos más conocidos son de blues-rock, con Eric Clapton, U2 o Slash, de Guns and Roses.
Su infancia fue triste. Hijo de unos jornaleros en Misisipi, su madre lo abandonó, a los 4 años, para irse con otro hombre. El coro de la Iglesia y la guitarra fueron su vía de escape.
Su carrera empezó en su pueblo natal y tomó impulso en Memphis; cuando, a los 24 años, empezó a grabar producido por Sam Phillips, fundador de Sun Records.
En los ’50, unos espectadores se trenzaron a golpes y el local se prendió fuego. Él salió, pero como había olvidado su Gibson acústica de 30 dólares, desafió las llamas para recuperarla. Al enterarse de que fue por una mujer llamada Lucille, decidió bautizar así a las cuerdas que tocaría, de ahí en más.
En los ’60, su admirado Frank Sinatra le abrió las puertas de Las Vegas, donde se convirtió en el primer negro en actuar; si bien, su salto a la fama fue en 1969, según su autobiografía, en el Fillmore West de San Francisco. En 1987, entró al Salón de la Fama del Rock and Roll y en 2003, la revista Rolling Stone lo ubicó como el tercer guitarrista más importante de la historia, luego de Jimi Hendrix y Duane Allman. La música negra transformada en un sonido urbano y universal, hoy llora a su monarca.

