Gabriel Contreras es un destacado bailarín, coreógrafo y maestro que llegó de Buenos Aires a San Juan por primera vez para, en el marco del Programa de Formación y Desarrollo Profesional para Bailarines del Teatro del Bicentenario, brindar una residencia de danza contemporánea con orientación en técnica Müller, que culminará con una muestra. 

Nacido en Mar del Plata, donde egresó como maestro nacional de danzas nativas y folklore, el artista que ha trabajado por muchos años con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín -comenzó en sus talleres y se convirtió en maestro y coreógrafo de la compañía-, entre otras instituciones, que recibió la beca del Alvin Ailey American Dance Center para estudiar en Nueva York -donde vivió varios años- y que se perfeccionó en la Martha Graham School of Contemporary Dance, se especializó en esta técnica durante su estadía en las compañías Nai-Ni Chen Dance y Jennifer Müller. 

En medio de su visita a la provincia, encantado con su paisaje y su gente; y sorprendido gratamente con el TB, Contreras habló con DIARIO DE CUYO. 

– ¿Dónde pone el acento la técnica Müller?

– Básicamente se basa en el intercambio de energía, porque Jennifer Müller en sus inicios, si bien venía de bailar en la compañía de José Limón por nueve años, cuando decide crear su compañía empieza a estudiar el sistema energético más oriental en el cuerpo, y creo que ese es el fundamento central, esa polaridad, la idea de una descarga profunda y de una expansión prolífica, como el yin y el yang. Ahí logramos esta idea de energía circular. Es bastante amena para el cuerpo esta manera de moverse. Yo bailé cuatro años en su compañía así que tuve la posibilidad de entrar en contacto directo con eso y no sólo en cuanto a la técnica sino también en la mirada creativa. Siempre ha sido para mí una experiencia muy enriquecedora tener delante un artista con una gran amplitud y que sabe cómo guiar a un bailarín, sacar lo mejor. Ella siempre hablaba de que le interesaba la persona sensible y humanista, lejos de la arrogancia que a veces uno se encuentra.

– Has transitado distintas escuelas, ¿qué te sedujo de Müller?

– Era chico, vivía en Nueva York, estuve cinco años bailando en la compañía de una taiwanesa, Nai-Ni Chen; y los bailarines somos muy curiosos, así que un día me acerqué al estudio de Müller a hacer un seminario de verano y lo sentí muy placentero. Y habiendo trabajado con una filosofía oriental, no lo sentí tan ajeno a mí. También me gustó su manera de crear, hasta más psicológica podría decir, teatral. Y porque físicamente me demandaba más, el primer año sufrí bastante (risas), pero lo disfruté mucho también. 

– ¿Cuán importante es para un bailarín tomar contacto con diferentes técnicas?

– La actualidad de la danza es tan ecléctica, tan diversa, que las distintas miradas hacen del intérprete alguien más plural, le dan más entendimiento, la posibilidad de ser más dúctil, de adaptarse. 

– ¿Es una postura que debiera ser permanente o bien una etapa hasta tomar un camino propio?

– Para mí la búsqueda es continua. Incluso yo que ya tengo 46 años continúo abriéndome y actualizándome. Siempre trabajar en colaboración genera una nueva identidad. Me parece que el bailarín sanjuanino está en la búsqueda de su propia identidad y no lo podemos separar de todo en lo que está inmerso, de la tierra donde baila, del clima, todo lo que habitamos… En estos días veo un poco la impronta del bailarín de acá, se ve esa búsqueda y mucho potencial…

– ¿Dónde lo notás, en qué?

– Es un bailarín muy a tierra, muy terrenal; y también lo noto muy conectado, muy permeable y muy sensible en general. Bueno, eso lo noto en la gente de acá en general, hay como otra textura… Hoy (por ayer) salí a caminar en la mañana, medio a perderme por San Juan; y las casas bajas, las veredas soleadas, las acequias, la tierra, el clima… es súper potente. Quizás uno que está dentro no lo registra, pero yo que vengo de afuera lo veo. Hay un arraigo a lo folclórico, a lo más auténtico de acá, y todo eso me parece que es parte del bailarín sanjuanino… La identidad que tenemos tiene que ver con el lugar que habitamos, yo vengo de zona de mar y mi danza está muy influenciada por el agua, por ejemplo… 

– ¿Funciona como un tamiz a la hora de recibir otras herramientas, como esta ahora?

– Bueno, lo que hagamos obviamente estará influenciado por mi manera de moverme, pero no es lo que determina. En el cruce, en el intercambio es donde aparece esa identidad, lo que traigo a proponer pero también lo que ellos van proponiendo a partir del material. Yo trabajo mucho de ese modo, doy un tema puntual y luego está la posibilidad del mismo intérprete de ir recreando una versión nueva. 

– Es más enriquecedor cuando hay un ida y vuelta…

– Sí y súper enriquecedor para mí, porque yo también me actualizo a partir de ver bailarines con sus singularidades, hay gente que me ha sorprendido y justamente son los más jóvenes a los que veo más genuinos. 

 – A la hora de llevar todo esto a escena, ¿sería bueno que el público conozca al menos parte de este back o que se desentienda y simplemente disfrute?  

– Para mí es un poco todo, aunque mi trabajo es para todo tipo de público, tiene cierta abstracción y no hace falta conocer; es más lo que te produce, más sensorial. Uno va creando climas, momentos más tensos, más relajados, quizás más poéticos, otros más intensos, pero cada uno tiene la posibilidad de armar su propia historia con lo que va viendo. Mi danza por lo menos no es para entendidos, no es necesariamente para gente que sepa. Cualquier persona que se acerque a ver va a disfrutar lo visual y lo corporal. A mí mismo me pasa cuando voy a ver y trato de salirme del ojo crítico, porque termino no disfrutando. Siempre que voy a ver les digo "No me spoileen", solo me siento y dejo que mi imaginación trabaje con lo que voy observando. Recuerdo que mi primer encuentro con la danza contemporánea fue cuando tenía 13 años, yendo a ver un espectáculo de la escuela donde yo me formaba en folclore. Yo no sabía nada, pero lo que me generó ver por primera vez una obra de danza contemporánea fue muy potente, me hizo desear estar ahí, dije "yo quiero hacer eso". Y no había nada que explicara, sólo la sensación que ver eso me generaba. La danza es una experiencia placentera.¸