"Tres son las cosas que espero de una imagen: que el/la modelo se disfrute a sí mismo/a, que haya al menos una persona que se emocione con la foto, y, por último y para mí mismo, la plenitud de un proyecto que salió bien. Entonces sucede la magia de sentir que, con una simple foto, estoy colaborando con hacer un mundo un poquito más hermoso…" dice Iván Zabrodski en el catálogo de la muestra que inaugurará el próximo sábado organizada por la agencia de arte Retama, de Pablo Henríquez y "Pato" Marún, y cuya venta tendrá como beneficiaria a Casa Cuna. Artista sensible, "perfeccionista al extremo de considerar que nunca está pulida su obra" -como lo describió Henríquez, quien calificó de "lujo" el hecho de que él haya aceptado la propuesta- sin dudas esa magia sucederá en la galería de arte de La Salmuera, donde el experimentado fotógrafo concretará su primera muestra individual, para la que eligió un universo que lo apasiona. O mejor dicho, varios que allí se entrelazan y fusionan: la danza y los bailarines, la figura humana e incluso la música. Alrededor de 45 son las fotografías (vinilos impresos pegados en MDF) que desplegará este artista de perfil bajísimo, habituado sí a estar del otro lado de la cámara y para quien la mejor forma de hablar de su trabajo es justamente a través del mismo. Sin embargo, gajes del oficio dirá, aceptó contar con palabras parte de lo que encierra esta aventura, que ya venía rondando en su cabeza y a la que terminó de lanzarse animado por su entorno.
"Estoy un poco cansado de las redes, de eso efímero de todo, que desaparece… Y a la vez hace rato que venía fermentando la idea de hacer algo físicamente, material, presencial. Justo se dio que Pablito y el Pato me agitaron y los agites de los amigos hacen efecto enseguida… Y también la flaca mía, mi pareja; y ya sabemos que una mujer convencida de algo, gana. Así que aquí estoy, caminando por las paredes", sonríe Zabrodski, quien junto a ellos seleccionó esta serie protagonizada íntegramente por bailarines sanjuaninos, algunos de ellos actualmente en el exterior: Victoria Balanza, Gema Fernández Yuste, Sofía Usín, Javier Conejero, Valentina Bollati, Eleonora Haro, Débora Cereceda, Itahiza Méndez, Aníbal Caballero, Amira Recalde, Gema Bueno, Marian Fiol, Fernando Muñoz, Danila Foroni, Manu Muñoz, Mariana Arroqui, Victoria Valladares y Agustina Giménez.
"Son 8 o quizás 10 años que he estado trabajando con danza, es del material que más tengo y con lo que estoy conectado en este momento, a pesar de que he pasado por el paisaje, por lo vitivinícola, por el desnudo artístico común, no de bailarines…", explicó su elección el fotógrafo, cuya inmersión en este universo tomó cuerpo de la mano de proyectos de Ada Valdez y Deby Lasko; y también a partir del llamado de un negocio local de indumentaria de danza, para el que hizo varias producciones. "Y es el material que quería mostrar porque es muy bonito trabajar con bailarines, son puro amor. Llegás a la producción y te das cuenta que un momento condensa años de pies lastimados, de sacrificios, de cansancio, de pasión… es muy loco cuando te das cuenta todo el laburo que hay detrás de cada uno de esos bailarines tremendos que tenemos. De ahí parte la muestra", se explayó. Y fue un poco más allá: "Además yo descubro en un momento que las fotos de danza son una manera de fotografiar la música a través del cuerpo humano. Sé que la música es infotografiable, como el viento, no hay manera de hacer imágenes de eso, pero de alguna manera es haber conseguido fotografiarla a través de ellos".
La anterior muestra que Zabrodski recuerda especialmente data del 1999-2000, una colectiva multidisciplinaria de la que participó cuando regresó a la provincia luego de vivir más de una década en Mar del Plata, adonde este hijo de un fotógrafo y pintor, de quien casi indiferente pero inevitablemente aprendió el oficio, fue a buscar un futuro de biólogo que ya había intentado en el sur. Pero el camino sería otro. Allá, para pagar sus cuentas, Iván recurrió a lo que sabía hacer, a la fotografía, en épocas de papel, líquidos reveladores y cuarto oscuro. Y cuando al final desistió de ese objetivo, lo que seguía en sus manos era una cámara. Quizás aquella exposición en la Alianza Francesa, habitada de gaviotas y mar, fue también una despedida, una transición, el puente que dio paso a Zabrodski, el fotógrafo. "Honestamente no sé qué pasó. Si fue que yo amaba la fotografía desde antes y no sabía, o me terminé enamorando al desarrollar la actividad… Pero haya sido mandato, necesidad o destino, no importa, es válido igual porque sigo feliz después de 35 años haciendo lo mismo", expresó orgulloso de su profesión y carrera; y "súper embalado" con esta muestra individual y su contenido.
"Estoy feliz con esas fotos. De repente ahí se condensa todo el trabajo y la emoción de los bailarines; y toda la emoción y todo mi trabajo. Ahí está lo que estudio, lo que leo, la música que escucho, las conversaciones con ellos, mis tardes tomando mate en el patio… Los procesos más interesantes desde lo creativo no están en los libros y nunca van a poder plasmarse en libros porque son experiencias, son vivencias, todo un camino de autodescubrimiento y que nunca termina. Me llevó muchos años darme cuenta de eso, pero sí, ahí está lo que soy", reflexionó el respetado artista.