El pasado 31 de Agosto, por el Mozarteum escuchamos uno de los cuartetos Razumovsky op 59, el 4 de Agosto la 4º Sinfonía Op 60 y este viernes el Concierto para violín Op 61, perfecta sucesión de obras de L. Beethoven (1770-1827) del año 1806 (que incluía su 4º Concierto para piano Op 58). Franz Clement (1780-1842), compositor, pianista pero esencialmente violinista y director de orquesta en el teatro "An der Wien" trabó amistad con Beethoven y lo ayudó con la nueva versión de Fidelio y además como director del teatro lo hacía todo mas fácil. Por ello Beethoven no dudó en escuchar sus consejos de violinista al escribir su único Concierto para violín. Son tres movimientos: Allegro ma non troppo: En el mundo barroco y renacentista los timbales en particular y la percusión en general tenían un tinte "militar". Para el Maestro Wulff este concierto es un canto a la libertad del solista y los toques de timbal ya no son militares; así con un casi imperceptible timbal inician suaves los vientos (si la 5º Sinfonía tendrá las famosas "cuatro notas" iniciales, acá tenemos otras "cuatro notas" como motivo rítmico en todo el movimiento. En la 5º es el llamado del destino; aquí se le vino a la mente a Beethoven cuando escuchó en el silencio nocturno cuatro golpes en una puerta vecina). Aparecen con cuatro notas las cuerdas altas, y los fagotes sugieren un nuevo comienzo respondido por las "4 notas" de la orquesta. Este largo traspaso de instrumentos por secciones o toda la orquesta dura hasta que empieza el violín. Es como un concierto de cámara: violín y orquesta, todos participan dándose mutuo lugar.
Esa es la novedad de Beethoven. Larguetto: Es un tema con variaciones, 3 temas con variaciones para cada tema y de nuevo acá "todo se comparte". Algunas son para el solista y otras para vientos y orquesta y ¡qué lindo que suenan los pizzicati de contrabajos!; tras acordes finales de una cadencia, en attaca (o sea sin interrupción) el violín inicia el Rondó, expone el tema y lo repite y lo sigue con fuerza la orquesta. Los cornos beethovenianos recuerdan a la 3º Sinfonía "Heroica" Op. 55 compuesta poco tiempo antes. Frantisek Smetana era cervecero y logró una cómoda posición. Era violinista más que aficionado. Cuando a los cuatro años su hijo Bedric (1824-1884) que había aprendido música con su padre, pudo reemplazarlo nada menos que en un Cuarteto de Haydn, ¡le quedó claro que su hijo era muy dotado! A los 18 se mudó a Praga para profundizar su formación musical en violín y piano. Allí conoce a Franz Lizt quien tendría gran influencia en su vida musical. Estuvo un tiempo en Suecia. A ejemplo de la música programática de Lizt, compone entre 1858 y 1861 varios Poemas Sinfónicos. Pero vuelve a Praga y tras la muerte de su esposa y de tres hijas y vuelto a casar se dedica a escribir música que represente a su patria checa. Entre 1874 y 1979 años en los que a semejanza de Beethoven fue perdiendo la audición, escribe 6 Poemas sinfónicos titulados Mi Patria. El segundo y más conocido describe al gran río de su país, el Moldava: Todo río nace de afluentes o deshielos aquí se notan dos muy suaves al principio, las flautas para una y los clarinetes para la otra (con los pizzicati de las cuerdas), es un "perpetuuum mobile" catalogado como Allegro comodo non agitato.
De allí surge la melodía en chelos y violines con el ritmo del agua que va formando olas. Con mínima atención se puede entonar una versión popularizada del tema La mar estaba serena, serena estaba la mar. Los cornos -instrumentos cinegéticos (o sea de caza)- describen una escena de cacería por los bosques adyacentes y se pasa con ritmo de polca a una fiesta de bodas marcada como L’istesso tempo ma moderato. Otro l’istesso tempo es un rondo de las ninfas (hadas de los ríos) danzando bajo la luna, son sonidos mendelssohnianos. Pero vuelve el tema en un Tempo Iº para describir los Rápidos de San Juan (¡no de Cuyo!), o sea cascadas y remolinos y por tanto la música es arremolinada. Y entonces ya libre y majestuoso el Moldava en un "piú moto" fluye en la capital Praga y circula por debajo de la mística fortaleza Vysehrad donde estaban enterrados los grandes héroes de la nación. El primero de los poemas era justamente Vysehrad que iniciaba suavemente con el arpa. Para el final de El Moldava se repite esa misma melodía pero a toda orquesta en golpes atronadores con platillos sonoros ¡y dos golpes finales! El director Bernhard Wulff nació en 1948 en la ciudad de Brahms y Mendelssohn -Hamburgo-. Compositor, pedagogo, fundador de variados conjuntos y festivales musicales y especialista en percusión nos regaló una versión propia de Carrillon. Había pensado en invitar a algunos niños sordos (ya que ambos Beethoven y Smetana terminaron siéndolo) pero no se pudo concretar. Los tonos que surgen de una variedad de percusión, flauta y dos chelos distribuidas también fuera del escenario logra un hermoso efecto de pequeños repiques como si estuviéramos en un pueblito rodeado de iglesias cuyas campanas se fusionan con el cielo nublado. Ciertamente era una "percusión no militar" dejando claro que no sirve sólo para marcar el ritmo sino para cantar. Wolfgang David -coterráneo del otro Wolfgang- también nos había visitado antes. Era emocionante la increíble dulzura de sus cadencias respondidas con semejante dulzura por la orquesta y su lenguaje corporal particularmente en el Rondó final. Ante los encendidos aplausos nos obsequió con más dulzura aún, un Andante de J.S.Bach.