Un día caluroso, pero no por el clima, sino por la amistad y el amor expresado por numerosas personas quienes le dieron la última despedida al poeta cuyano Don Eduardo Troncozo, fallecido este fin de semana pasado y donde sus restos fueron trasladados de Buenos Aires a la provincia, para poder tener el descanso en suelo sanjuanino. El velatorio se desarrolló ayer en la casa paterna de la familia Troncozo, ubicada en el Barrio Laprida, de Chimbas. Familiares, vecinos y amigos del artista protagonizaron una sencilla y emotiva ceremonia, que fue la última voluntad que el cantautor cuyano pidió que se concrete, después de dejar este mundo. La generosa familia hizo todo lo posible por cumplirla a pesar de muchos obstáculos burocráticos y logísticos en el camino.
Relatos y anécdotas salieron a la luz consecutivamente en cada conversación por aquellos que admiraron su obra: ‘¡Era un verdadero poeta, todo lo hacía canción!’, siendo las palabras en común que se escuchaban en el living de la casa, donde se armó la capilla ardiente. Los hermanos Gustavo, Silvia, Alicia, Claudia y Carlos, junto a Inés (la esposa de Eduardo) fueron los familiares directos que estuvieron presentes a excepción de Cruz, quien no pudo asistir. Todos acompañaron a Martín y Andrés, dos de los tres hijos de Eduardo, siendo el tercero Tomás, quien tampoco pudo venir a San Juan. Del ambiente artístico estuvieron Eduardo Oro; el Dr. Efraín Ricardo Bustos y Juan Roldán, miembros de la Asociación ‘Encuentro Los Cuyanos’; Pascual Recabarren junto al Aparcero Jorge Darío Bence; Claudio Rojas; Guillermo Goku Illanes; los Hermanos Cantos; como muchos otros tonaderos que supieron compartir inolvidables noches de serenatas.
El último adiós fue por la tarde en el Cementerio Parque Alborada. Una vez allí, el otro hermano, Carlos Troncozo agradeció la presencia multitudinaria de todos los amigos cuyanos y ofició sus palabras de despedida: ‘A vos querido hermano con toda mi alma y en nombre de mis hermanos, te despido, con todo el corazón y abrazo a tu esposa, en tu nombre y a cada uno de tus hijos. Ve en paz. Gracias’.
Las cuerdas de la guitarra de Abelino Cantos sonaron con la tonada: ‘Un corazón musical’ cuyos versos decían: ‘Con los acordes del alma, armoniza desde adentro melodías de tonada…’. Abelino, quien le regaló esta canción a Eduardo, le dio el cogollo del adiós: ‘Eduardo Troncozo viva San Juan se viste de fiesta, cuando tus versos cantores florecen en esta tierra. El Castaño con Los Patos, brindan allá en Calingasta, formando el Río San Juan que corre por tu garganta. Un corazón musical con los acordes del alma…’. Al escucharlo en silencio, la familia Troncozo desahogó su pena en un llanto profundo del corazón.
Martín agarró la guitarra y le dedicó otra tonada con una ejecución brillante de su voz. Ernesto Villavicencio (h) también repartió tonadas y cogollos para el compadre. ‘¡Viva Eduardo Troncozo!’, gritó con pasión Darío Bence y el momento de emoción sublime fue cuando todos los presentes cantaron ‘San Juan por mi sangre’ y ‘La cueca del vino nuevo’, en el que fueron interpretadas con aplausos de agradecimiento y alegría. Así fue la despedida que soñó tener el poeta Eduardo, para que lo recuerden con una guitarra, para que siga tocando esa tonada que ‘jamás morirá’.