Finalmente, el último ladrillo de la gigantesca pared de 12 metros de alto y 100 de ancho cayó ante la mirada de una multitud de fanáticos que presenció la despedida de Roger Waters en el estadio River Plate. Durante nueve jornadas excitantes, el músico británico marcó a fuego en la memoria de los fans unos de los recitales más impactantes que se pudo vivir en Buenos Aires. La gira "The Wall Live" fue lejos, la mejor de la década por su concepto y su calidad de espectáculo. Superando incluso los cinco conciertos de los Rolling Stones en 1995 y los seis conciertos de Soda Stereo en 2007, según opinaron los especialistas.

En la medianoche del martes pasado, la última función de Waters tuvo una particularidad importante, no hubo sillas numeradas en el campo, por lo que todo el espacio el público vivió la actuación de pie logrando que la capacidad máxima se ampliara de 42 mil a 60 mil espectadores. Además, en pleno show se proyectó un video mostrando a los asistentes en los anteriores conciertos. Durante la previa, los acomodadores repartieron máscaras similares a la película The Wall a la gente. Esto sirvió para que en diferentes momentos del show, los fans adoptaran diferentes posiciones con sus respectivas máscaras puestas. Una vez más, el ex bajista de Pink Floyd sorprendió a todos logrando que fueran participes directos del espectáculo. Para el comienzo, sonó el clásico Mother y vestido de negro, con una amplia sonrisa blanca y un estado físico impecable, el cantante impuso el silencio en el estadio al manifestar: "Quiero dedicar este concierto a las Madres de Plaza de Mayo y a Ernesto Sábato por su lucha por descubrir la verdad sobre el terrorismo de Estado, a la memoria de los desaparecidos, de los muertos y de los torturados. Los recordaremos y decir Nunca Más". Ello provocó que en todo el estadio se replique la mítica frase: "Nunca más, nunca más". Los dos martillos en el muro, que lentamente se iba armando; una avioneta que caía y muñecos enormes que se levantaban fueron los cuadros más simbólicos de la performance. El sonido ultra envolvente sacudía las entrañas de los espectadores en cada rincón del estadio. Fueron casi dos horas de sensaciones encontradas y recuerdos. Temas como "Waiting for the Worms", "Young Lust", "Another Brick in the Wall" y "Comfortably Numb" generaron un nostálgico viaje hacia los años 80. El clímax de la velada fue ver cómo se derrumbaba el muro con la canción "Outside the Wall", ese instante para muchos permanecerá imborrable en sus corazones.

El concierto duró dos horas y media de la misma forma que las ocho veces anteriores. Parejas, grupos de amigos y familias de todas las edades se acercaron al barrio porteño de Núñez para asistir a un concierto histórico de ópera rock que ya fue aclamado por una multitud en el mundo. Si bien vuelve al pasado para reproducir la estética del álbum de 1979 y de la película de Alan Parker, permitió revivir una obra conceptual memorable en una noche que exigió total atención y compromiso.