Técnico en sonido, luthier, escritor ("Introducción a la Armonía y su introducción a la Guitarra") y músico, Juan Agustín López tenía una vida "normal": trabajaba en una compañía, daba clases de guitarra y tenía algunas "tocadas". Entre esas salió una especial: entre pacientes de una clínica, experiencia que lo marcó. Empezaba un largo camino que lo llevaría tan lejos como a Croacia. 30 años, casado hace 6 con Ana Paula Ortega Bernal (ex campeona sudamericana de triatlón) y con una hijita, Alba, próxima a cumplir 3, el sanjuanino compró un ukelele y comenzó a hacer música en los tranvías, y también a dar su mensaje: "Cada vez que la canto en el tranvía, le digo a la gente que creo que este mundo necesita un poco más de paz…", cuenta en su facebook, que poco a poco se empezó a llenar de "Me gusta", reflejo de una popularidad ascendente que tuvo eco en varios medios. Hoy, Agustín es un personaje encantador de Zagreb, donde los pasajeros no sólo le dejan monedas, también notitas de agradecimiento que le llenan el alma. Antes de volver unos días a su tierra, dialogó con DIARIO DE CUYO.

 

– ¿Qué hacías aquí?

– Trabajaba en la compañía de títeres de David Gardiol, dando clases de guitarra y tocando tres veces por semana con un amigo flautista en una clínica privada de maternidad y pediatría. Ahí hacíamos principalmente canciones infantiles para amenizar un poco el ambiente del hospital. Esta experiencia cambió mucho mi concepto del propósito de la música: de chico quería ser famoso y llenar estadios, pero tocando en el sanatorio vi que una simple canción interpretada con buena onda te puede alegrar el día de maneras impensadas…

– ¿Y Croacia? ¿Cómo se convirtió en tu hogar?

– Llegamos en marzo del 2016. Nos vinimos porque nos salió una beca para estudiar el idioma que se otorga a los descendientes croatas y amigos de la comunidad. Mi esposa es ciudadana croata, y yo como su cónyuge soy "amigo de la comunidad", y por eso pudimos aplicar los dos, con la suerte de que nos la otorgaran a ambos.

– ¿Sentiste un "choque cultural" cuando llegaste?

– No diría "choque cultural", pero varias cosas nos llamaron la atención, incluso hoy. Vivimos en Zagreb, la capital, y es una ciudad muy segura. La gente es muy curiosa de los extranjeros, se interesan por saber de dónde sos y todo eso. La mayoría se ofrece a hablarte en inglés, pero lo más gracioso es cuando se enteran que hablamos español. Acá son muy populares las novelas mexicanas y venezolanas, entonces todo el mundo sabe decirte algo… encabezan la lista frases como "soy tu madre" o "estoy embarazada" (risas).

– ¿Y vos, cómo te manejaste con el idioma?

– Me sorprendió que el croata fuera tan parecido al español, en general es bastante parecido. En este casi año y medio hemos alcanzado un nivelcito lindo, como para comunicarnos lo suficiente. El "problema" son los dialectos, en 200 kilómetros te cambian totalmente los acentos, el vocabulario y hasta la gramática.

– ¿Cómo fueron los primeros tiempos?

– Cuando llegamos estuvimos una semana viviendo en un hostel en el centro, y de ahí pasamos a alquilar un departamento en una zona residencial muy bonita, Precko. Estábamos a una cuadra de la estación de tranvía, lo cual nos venía genial para ir a la facu, al curso de idioma…

– Y ya que estaban cerca… ¿empezaste a tocar en los tranvías por gusto, por necesidad?

– Por gusto, y porque los 25 minutos del departamento a la facu se me hacían muy aburridos. No me pude traer ningún instrumento, pasó un mes y no daba más con la abstinencia musical, así que me compré un ukelele. Desde antes de venir bromeaba con que me iba a poner a tocar en las calles para juntar unas "kunas" (moneda croata), pero cuando vi que nadie tocaba en los tranvías, me pareció una buena oportunidad. Armé un pequeño repertorio y cuando estuve listo, me subí y le pregunté al chofer si me dejaba tocar. Me miró muy extrañado y me dijo "Bueno, sí", y así empezó todo. Al principio tocaba sólo camino a la facu, pero cuando vi que la gente se copaba, empecé a salir también por las tardes.

Normalmente toco dos horas diarias, que es el tiempo que le toma al tranvía hacer todo el recorrido ida y vuelta. Trato de ir variando las líneas y los horarios (hay 17 líneas conectando toda la ciudad).

– ¿Qué música hacés?

– Toco y canto versiones "ukeleleadas" de clásicos del pop & rock internacional. Mi principal criterio para elegir canciones es que me tienen que gustar, porque si no, me es imposible disfrutarlas. Después tengo que ver que la adaptación a ukelele solo y voz quede bien, porque hay muchas que no quedan bien en este formato tan pequeño. 

– ¿Y ahora?

– Sigo tocando en los tranvías, me lo tomo bastante en serio y eso la gente lo ve. Hay gente que ya me conoce, y hasta son capaces de cambiarse de tranvía, desviarse un poco, cosa de ir conmigo escuchando la música. Igualmente estoy buscando trabajo, ya fui a un par de entrevistas y me pondré más firme con eso.

– De todos modos sirvió, tu popularidad creció, varios medios te hicieron notas…

– Sí, me han hecho unas cuantas notas para la tele y para un programa de radio croata que se hace en Buenos Aires. Todo surgió a partir de una entrevista que me hicieron para un portal web de cultura general, que se hizo viral. Y también me llamaron para tocar en un par de lugares…

– ¿Y cuál es tu objetivo?

– Para mí la fama está totalmente sobrevalorada. No me gustaría ser famoso, ni en Croacia ni en Argentina ni en ningún lugar. Me gustaría vivir de un montón de cosas, pero no de alguna exclusivamente. De pronto me pinta escribir, tocar, actuar, enseñar. En general, me gustaría vivir del arte, lo cual es amplísimo.

– ¿Tu idea es volver alguna vez a San Juan, a vivir?

– Nos gustaría poder volver seguido, por nuestras familias y amigos. ¡Y me encantaría poder tocar cuando esté en San Juan! Pero no sabemos qué nos deparará el futuro.

 

Junto a su familia.
Una de las tantas notas que le hicieron en Croacia
En su lugar de trabajo. "¡Ahí viene mi oficina!", escribió.