El domingo pasado, el Museo de Bellas Artes Franklin Rawson celebró sus 81 años abriendo sus puertas de par en par, hasta la noche y con entrada libre. Pero lo más interesante esta vez es que el público -niños, jóvenes y adultos- no sólo pudo recorrer las salas para apreciar las exposiciones temporarias y permanente; ver intervenciones y escuchar diseños sonoros. Es que por primera vez desde que se inauguró el nuevo edificio y como una excepción -debido a las estrictas condiciones de conservación- pudo ingresar a áreas restringidas donde se montan y guardan las obras. 

Guiado por Guillermo Guevara, quien respondió claramente a las muchas inquietudes, el tour comenzó por la sala de montaje. Faltaban ojos para mirar ese mundo mágico con pilas de marcos, cartones, paneles y grandes cajas de madera para embalaje. Luego pasó al área de conservación, flanqueada por cuadros, bustos y esculturas de todo tamaño. El guía -integrante del área de montaje- explicó que allí también se mantienen condiciones de iluminación (fluorescente), humedad y temperatura (entre 20 y 24ºC), enseñó a los visitantes cómo funciona el guardado en parrillas y planeras (como una cajonera especial, para las más deterioradas), y mostró el “papel japón” y el “papel glassine” (libres de ácidos, entre otras propiedades) con el que se cubren y envuelven obras. Y, entre otras cosas, hasta explicó el sistema contra incendios a través de gases con el que cuenta el museo: ya que un posible foco no puede apagarse con agua porque estropearía las piezas, se usa nitrógeno para reducir la cantidad de oxígeno, sin el cual el fuego no puede propagarse; evitando daños colaterales. 

“No es habitual que se haga esto, porque el ingreso periódico de gente no es lo más indicado para la preservación de las obras, algunas están en estado muy delicado. Incluso el personal que no es de esas áreas tiene el ingreso restringido”, comentaron desde el museo; encantados sin embargo con la numerosa afluencia de visitantes; tanto como con su interés y su respeto en el recorrido.