Un director de cine dijo una vez que no se puede hacer una gran película con un mal guión. Lo mismo sucede con cualquier banda, ya sea rock, pop, jazz, lo que sea.Aunque muchos no lo noten, una gran banda necesita un gran baterista. Una gran banda puede tener un bajista o guitarrista promedio, pero no un baterista medio pelo. Es el que marca el tiempo, el ritmo, los latidos.

 

Una de las piezas más importantes en los Rolling Stones es su baterista, Charlie Watts, sus habilidades con los parches son excepcionales e inusuales. Desde hace más de 50 años Watts ha sido el motor de ese gigante del rock. Pocos bateristas han sido tan importantes para el desarrollo del rock.
Watts tiene un toque único, cuando lo ves en escena su cara no expresa todo lo que logra, lo hace con suavidad y buen gusto, torna fácil lo que no lo es, y esto es difícil de encontrar por estos días.

 

Aparte de su larga trayectoria como el baterista de una de las bandas de rock más importantes e históricas de todos los tiempos, el verdadero amor de Watts siempre fue el jazz. Durante los años 50s y 60s, Watts se enamoró del jazz escuchando discos de vinilo de intérpretes como Charlie Parker, Sonny Rollins, John Coltrane, Gerry Mulligan y Miles Davis. Se convirtió en un apasionado por el jazz cuyo conocimiento está entre lo reverencial y lo enciclopédico, incluso escribió un libro sobre Charlie Parker a modo de homenaje y es coleccionista de instrumentos utilizados por leyendas de la batería. Por aquellos años, de día trabajaba en una agencia de publicidad y de la noche tocaba en clubes locales. Como lo hicieron muchos músicos de su generación, aprendido su oficio escuchando discos y observando a los bateristas en los círculos de jazz de Londres.

 

 

Su estilo siempre fue poco ortodoxo y original. Cuando se unió a los Rolling Stones utilizó sus palillos de jazz para inventar su propio estilo dentro del rock y el blues, dándole a la banda un toque muy particular. Ese es uno de los motivos por lo que es venerado. Cuando los Stones tocaron en New York durante su primera gira americana, fue a Birdland para ver las actuaciones del bajista Charles Mingus y el saxofonista Sonny Rollins, este último tocaría años después con los Stones en una canción llamada "Waiting On A Friend", publicada en el disco “Tatoo You” (1981). Recién en los 80s y 90s Watts comenzó a tener con sus propias bandas de jazz, siempre y cuando las giras y el trabajo con los Stones se lo permitían. Desde entonces formó bandas de jazz, boogie-woogie y big bands, como Rocket 88, The Charlie Watts Quintet y Charlie Watts And The Tentet. 

 

Para este disco, Charlie Watts Meets The Danish Radio Big Band tuvo cuatro días de ensayos y luego actuó en Sala de Conciertos de la Radio Danesa en Copenhague. Salvo dos de los siete tracks son reversiones de piezas que ya había hecho anteriormente con alguna de sus bandas de jazz o con los Stones y el resultado es sencillamente magnífico.

 

"Elvin Suites" abre el disco dividida en dos partes. La relación de la banda es impresionante y todo lo que interpretan suena bien. Los clásicos de Rolling Stones están reversionados y reharmonizados con una belleza admirable. Así es como pasan "(Satis)Faction", “You Can’t Always Get What You Want” y “Paint It Black”. No se trata de un tributo ni de covers, logran hacer algo totalmente distinto a los originales. Fueron repensadas en conjunto y desde lo individual para darle distintos matices, texturas, grooves y colores. "I Should Care" es una de las joyas ocultas en esta colección de canciones. El álbum se cierra con una nota alta de la mano de "Molasses".

 

Este es un disco rico en ritmos, armonías, emociones, que lleva desde la tranquilidad absoluta al movimiento repentino llevado con una sutileza para nada común. Es Charlie Watts, es mucho más que un Stone.

 

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