Lo conocimos como Billy Corgan, el melenudo cantante de The Smashing Pumpkins y luego pasó a ser el pelado paliducho de los Smashing. Tras la separación de la banda, una de las más importantes en la segunda mitad de los 90s, en 2001 formó Zwan, grupo con el que en 2003 lanzaron su único disco. En 2005 se largó en solitario con “The Future Embrace” y tras idas y vueltas por una supuesta reunión de los Pumpkins, luego de ganar algunos kilos, y a 12 años de su debut solista, nuestro amigo regresa con su segundo álbum de estudio titulado “Ogilala” y se presenta como William Patrick Corgan.

 

 

Así las cosas, don Guillermo Patricio se unió al productor Rick Rubin e hicieron un disco austero, sin los grandes arreglos que caracterizaron a algunos discos de Smashing. En “Ogilala” todo se reduce a guitarra, piano, algún teclado y cuerdas frotadas. Es un disco majestuoso y serio, que no contiene ninguno de los trucos característicos de Corgan, no hay sinfonías ni sintetizadores lavados, pero si conserva el toque para saber crear canciones pop y baladas que se destacan por la melodía y la melancolía en iguales medidas.

 

 

La producción logra que el oyente centre su atención en cada una de estas 11 canciones. Cada vez que Rubin decide incluir un arreglo de cuerdas es para acentuar algo, pero jamás por error. La voz de Corgan se conserva perfectamente, al punto que en varios momentos del álbum, nuestro calvo amigo logra estremecer con sus cuerdas vocales.

 

“Ogilala” logra un delicado y sutil equilibrio entre la construcción de un disco ambicioso y a la vez artesanal.

 

William Patrick demuestra que un buen álbum puede prescindir de solos de guitarras y pomposidad. Como ya dije anteriormente en esta sección, en música muchas veces “menos es más”, Corgan lo entendió a la perfección y lo lleva al disco.

 

¿Calificación? 5 estrellas de 5, no hay dudas.