Era una veinteañera cuando, junto a sus compañeras de trío -Ana Salas y Analía Crubellier- ganó la beca de Mozarteum para música de cámara, que le permitió cumplir su sueño: estudiar en París. Y una vez en la "ciudad luz", fue imposible no enamorarse de este epicentro cosmopolita que emana cultura. Una vez que terminó el perfeccionamiento, la violinista sanjuanina Andrea Pujado decidió quedarse un tiempo más para obtener su diploma de Estudios Musicales (una suerte de reválida de título), algo que le llevó dos años y medio; y cuando terminó, le ofrecieron hacer una gira con Gotan Proyect, y así pasaron otros dos años y medio más. En el medio, integró otros concursos, y ya habilitada, comenzó a dar clases de violín en un conservatorio. Como quien no quiere la cosa, pasaron diez años desde que aquella muchachita cruzó el Atlántico por primera vez. Hoy, convertida en una profesional, regresa al país y a su provincia, con uno de los combos que más satisfacciones le dio desde 2003, cuando se formó: Les Fleurs Noires (Las flores negras), una orquesta franco-argentina de damas, con las que hace nada menos que tango y que -con dos discos en su haber, buenas críticas y algunos premios- ya se hizo un lugar en el Viejo Continente. Atractiva formación con la que la próxima semana debutará en su país, una vez más de la mano de Mozarteum (ver aparte).

"Es la primera vez que tocamos con el grupo en Argentina y estoy muy emocionada desde lo personal; pero también porque -aunque nos va muy bien ahora en Francia- siempre nuestro sueño fue la Argentina, por supuesto, y llegó el momento", dice Andrea desde Francia, en diálogo con DIARIO DE CUYO.

Con una sutil mezcla de acentos, la violinista cuenta que allí se encontró con muchas posibilidades de crecer en lo suyo, y no lo dudó. "Cuando uno llega uno se da cuenta que la ciudad ofrece muchas cosas, entonces empecé con un me quedo un poco más, otro tiempo más, y una cosa va a llevando a la otra", comenta; aunque reconoce que los comienzos no fueron fáciles, partiendo del idioma.

"Francés aprendí en Francia. Costó mucho al principio, hice un curso intensivo que me ayudó mucho y escuchaba radio y televisión. Hice un verdadero esfuerzo, porque acá si no hablás francés no te dejan insertarte", reconoce la artista, que recién el mes próximo, con la década de residencia, estará en condiciones de solicitar la ciudadanía, si así lo quiere.

Con pareja, sueldo fijo como profesora más la ayuda económica que allá le brinda el Estado a los artistas que tienen producción regular (44 conciertos en 10 meses), sin embargo Andrea confiesa que no se ve viviendo para siempre en París.

"No pienso irme en este momento, pero no me imagino quedándome para siempre. Lo vivo como un período que aún no se termina, pero sí me gustaría volver. Acá nunca te integran del todo y yo nunca renegué de Argentina, tampoco de San Juan, donde obtuve gran parte de mi formación", dice quien fue durante doce años parte de la Sinfónica local. Pero hay más motivos: "Allá además hay algo que no hay acá: las ganas permanentes de iniciar cosas, esa garra es muy particular de Argentina. Acá la gente está muy acostumbrada a la comodidad de ciertas cosas y por eso mismo le falta ese impulso que tenemos los argentinos para iniciar proyectos, que estando afuera nos juega a favor y se aprecia mucho", reflexiona Pujado, lista para desplegar ese talento pulido en Europa, en la tierra que la vio nacer. "Esa sensación de juntar un poco los dos mundos es muy emocionante, movilizador", concluye.