A raíz del Encuentro Tango Danza 2016, que fue co-organizado por la Dirección de Artes y Oficios del Ministerio de Cultura y la Asociación de Milongueros de San Juan, cerca de 150 participantes, entre principiantes y avanzados, tuvieron clases (culminan hoy) con grandes maestros del circuito nacional como Silvia y Alfredo (Los Alonso) y Gloria y Eduardo Arquimbau, o de Leonardo Cuello, entre otros. Como acto principal se desarrolló una Gran Milonga en el Centro Cultural Conte Grand, en la que actuó la Orquesta Típica de San Juan. La jornada del viernes y de ayer a la medianoche, tuvieron una convocatoria positiva, puso en evidencia, lo que se vive en una milonga al momento de salir a bailar en la pista y que cualquiera, con voluntad de aprender, puede participar en ella.

Hay quienes lo hacen muy bien, en el caso de los hombres y otras personas que recién están iniciándose, miran y observan fijamente para ver si pueden copiar los pasos. Pero lo primero que se debe hacer ‘es aprender a caminar’, dicen los más experimentados. El ritual es el mismo siempre. El baile se estructura en varios bloques de cuatro tangos que pertenezcan a una misma orquesta (según sea la de D’arienzo, Ánibal Troilo, o Francisco Canaro). Entre cada tanda o bloque, se hace una pausa, con un tema musical para distenderse que dura un minuto. En ese minuto de recreo, los bailarines, tanto mujeres como varones se ubican en sus mesas respectivas, al comenzar una nueva tanda, la pareja que había iniciado, se rompe y se busca una nueva compañera o compañero de baile.

Por lo general, es el varón que sale, propone e invita. Pero a veces, hay mujeres que rompen la regla y son ellas las que toman la iniciativa. Las parejas, una vez en la pista y con la música en marcha, circulan en una misma dirección en sentido de las agujas del reloj. Cuando termina la pieza, el ciclo se repite sucesivamente.

Más allá del baile en sí, lo impactante, es que se vaya solo o en grupo, -resulta extraño ya en la actualidad- es que entre los milongueros, guardan sus teléfono celulares. El contacto es cara a cara, diálogos, una bebida o una comida para compartir y a la hora de bailar, lo que importa, es el abrazo. La clave de todo. No es necesario demostrar ser un gran bailarín o dominador de técnicas, sino dar un buen abrazo. Es el acercamiento personal, la comunicación interpersonal en un mismo espacio y en presencia física. Se toma de la mano a la otra persona y la confianza mutua se va procreando al compás musical. ‘A muchos, les ayuda a abrirse y dejarse llevar por las emociones que produce escuchar’, dice un milonguero. Hay códigos y posturas tácitas. Las mujeres bailan con los ojos cerrados y es el hombre quien cuida y guía para que no surja un tropezón o no choque con otra pareja.

Otra escena destacada: el intercambio entre jóvenes y adultos es cómodo y natural. Tampoco, es necesario tener el mismo idioma, ya que a la milonga participan hasta extranjeros de otras latitudes (ver aparte) como la pareja canadiense de Bryant R. López y Jessie Feaye Lavin.

En la milonga, el tango no discrimina edades, ni competencias. Una vez que se entra a bailar, todos son iguales, abrazados al mismo sentimiento: el amor al tango. Que ‘el tango es cosa de viejos’, no es cierto, la realidad muestra que, en San Juan y en el mundo, el tango es cosa de pueblo.