El escritor, poeta, periodista y docente (entre otras profesiones que ejerció) Antonio de la Torre -fallecido en 1976-, tendrá un nuevo homenaje póstumo. Sus hijos Antonio, Enrique, Graciela y Elena, organizan junto a la Editorial de la UNSJ, la publicación de "Ya no puede apagarse mi nombre". Se trata de una compilación de toda la poesía escrita por el autor nacido en Granada (España) y nacionalizado argentino, realizada por su hija Graciela y prologada por el escritor y docente Dr. Juan Mariel Erostarbe. La presentación de esta obra -unos 500 ejemplares- se realizará hoy a las 19 en el hall central del Rectorado.  

Criado en La Rinconada durante su niñez y su juventud, la vida rural pocitana se convirtió en la principal fuente de inspiración de De la Torre, quien cultivó la poesía, la prosa, las crónicas de viajes y ensayos. En 2004 se cumplió el centenario de su natalicio y por entonces se abonó la idea de poder editar todas sus poesías en un libro definitivo. La impulsora fue la propia Nora Aubone De la Torre, su esposa y compañera; pero fueron sus hijos los que batallaron para concretar la voluntad de su madre, que hoy tiene 91 años.  

"Mi madre llevó una vida sentimental intensa con mi padre, fue su compañera, su musa inspiradora, ella lo siguió con la máquina de escribir a todas partes. Ellos se casaron el 30 de marzo de 1946 y al año (siguiente el 14 de marzo), nací yo. Por iniciativa de la editorial universitaria se publica esta edición, que en realidad la pagó nuestra familia, porque nada es gratis, pero que representa para nosotros, el último acto de amor de mi madre para con papá", dijo a DIARIO DE CUYO Antonio, el hijo mayor, quien se desempeña como abogado y bodeguero en la actividad privada. 

Enrique, que también es abogado, docente y juez correccional jubilado, contó la intención que Nora este presente para la ceremonia. "Será muy importante. Aunque ya no pueda ver, ella hará el recitado de sus poesías, porque tiene una memoria plenamente lúcida y se sabe cada verso, cada página escrita de papá", mencionó mientras mostraba en su celular un video donde Nora recita con emoción el poema "Palabras al hijo". 

La literatura y la cultura en general eran algo cotidiano en reuniones y almuerzos familiares. "Mientras vivía mi padre, siempre fue costumbre leernos en todo momento. Hablábamos de temas trascendentes y estimulaba mucho la imaginación. No era un hombre común, no era bohemio, lo de él era vocación pura", explicó Enrique y retrató su forma de ser mediante una pintoresca anécdota: "En el verano, teníamos unos catres de campaña y nos quedábamos dormidos en el patio. Cuando me levanté, vi que estaba en piyama sentado en la mesa y leyendo. Le pregunté por qué se había levantado tan temprano y me respondió que se había entusiasmado con un libro y todavía no se acostaba", contó. "Era un lector empedernido, se la pasaba adquiriendo libros. Incluso publicó su primera obra a los 18 años de edad. Tuvo humildes orígenes, no tenía escuela, ni instituto de enseñanza cuando vino con el abuelo desde España. Era un autodidacta, fruto del esfuerzo personal a la máxima expresión y un estudioso profundo de la obra literaria de Sarmiento", agregó; y comentó que "en casa siempre cultivó el aprendizaje y la búsqueda del conocimiento. Nos compró una versión infantil de la Ilíada y la Odisea de Homero. Un hombre amante del cine. Nos leía poesías en voz alta y si no sabíamos qué significaba tal o cual palabra, nos hacía buscarla en el diccionario y en la enciclopedia". 

"Tenía un amor infinito para con los hijos y para los demás, fue un hombre ejemplar", rescata Antonio de su padre, de quien también destacó su sencillez: "Podía hablar en la Academia Argentina de Letras, como acercarse a un trabajador y estar de igual a igual, porque fue criado en el trabajo de la tierra, de la vid, de la poda, la arada… lo canta en su libro Tierra encendida. El campo sanjuanino fue su gran fuente de inspiración. Le canta a las acequias, al viento Zonda, coplas de amor al paisaje sanjuanino y los cerros de La Rinconada", acotó.  

En el aspecto público, sus hijos pintaron a De la Torre como "de un ética honrada y rigurosa. Eso nos marcó a fuego". "Era un hombre aferrado a los valores democráticos y defensor a ultranza de la libertad de prensa y de expresión". Subsecretario de Cultura de la Nación en el gobierno de Arturo Illia, anota que era "ideológicamente liberal, un libre pensador". Y en cuanto a lo periodístico, "un cultor del periodismo clásico. No se sentía dueño de la verdad, describía los hechos y que el lector interpretara", sostuvieron sobre el hombre que instaba a no conformarse con lo que ya se sabe. 

Conformes con el reconocimiento a su padre -cuyo nombre figura en escuelas, plazoletas y calles- sus hijos desean que este libro sea otro aporte a su legado y pueda llegar a las escuelas y bibliotecas populares, para que sus poesías sean leídas por todos.