"3 días de paz y música" prometía el afiche que invitaba a los jóvenes del ’69 a ser protagonistas del movimiento contracultural de la época, que enarbolaba las banderas de la paz, la libertad, el amor, la vida en comunidad, las artes y el ecologismo, movilizados por sucesos como la Guerra de Vietnam, las violentas persecuciones raciales y los asesinatos de Kennedy y de Luther King. Varios "rockstars" de la época arengaban a sumarse a esta cruzada fijada para los días 15, 16 y 17 de agosto, hace exactamente medio siglo. Y la convocatoria fue masiva. Se dice que unos 400 mil "melenudos" (algunos hablan de más) munidos con banderas arcoiris, remeras coloridas (el famoso teñido tie dye), flores, símbolos de la paz y otras yerbas pagaron los 18 dólares que costaba la entrada; y junto a otros que ingresaron sin pagar, atestaron durante los tres días un campo de alfalfa en Bethel (Nueva York). Era una propiedad privada que quedaba a 64 km de Woodstock, el lugar originalmente elegido -de ahí el nombre- pero cuyos habitantes se opusieron a recibirlos.
Allí estaban desde Jimmy Hendrix -quien cerró el festival sobre las 10 hs del domingo 18 y que tuvo la osadía de tocar el himno norteamericano con su furiosa guitarra eléctrica a modo de protesta- hasta Santana, pasando por Creedence, Janis Joplin, The Who, Joe Cocker y Neil Young, entre tantos otros (se dice que el emblemático Lennon iba a participar, pero las autoridades del Estados Unidos no le permitieron entrar desde Canadá por posesión de cannabis y por manifestarse en contra de la guerra).
Como ya se contó centenas de veces, no todo fue música y paz. Pasó de todo. El "festival de festivales" -atravesado también por una lluvia torrencial- dejó estragos originados por la gran cantidad de gente y la escasez de transporte, alojamiento, comida y sanitarios; pulularon las postales de alcohol, sexo y drogas (LSD, heroína y marihuana), varias madres dieron a luz, hubo algunos detenidos por consumo e incluso se reportaron tres muertes. Y encima, no fue rentable.
Ícono y clímax del movimiento hippie, escurrió a algunos rincones del mundo, en general algunos años después, aunque nunca con semejante fervor. Si por entonces aquellos "hippies" hubiesen dispuesto de las tecnologías de hoy -basta imaginarlos con smartphones, drones y redes sociales- sin dudas otro hubiera sido el cantar. Con todo y con eso Woodstock se convirtió en su propia marca registrada, en un símbolo; tanto que 50 años después no sólo se lo sigue recordando, sino que nuevas generaciones y viejos nostálgicos coinciden al expresar que ojalá el convulsionado mundo actual tuviera un poquito de aquel espíritu que hizo historia.
- Silvina Martínez Artista plástica
No tengo recuerdos de que Woodkstock haya impactado en mí o en mi círculo inmediatamente. Sí luego de un par de años creo que algunos pudimos darnos cuenta de la fuerza de aquel festival que fue un contundente remate de los ideales de los jóvenes en relación a la paz, la libertad, la revolución sexual y otras propuestas de la contracultura iniciada unos años antes. La música no fue mi fuerte, pero el impacto de la cultura hippie lo vivencié a través del arte, especialmente de la gráfica de entonces; la estética que impusieron Los Beatles, ilustradores como Peter Max y otros. Y especialmente amé la indumentaria de esos tiempos y el despertar de la producción artesanal, a la que yo me dediqué desde muy joven y a través de la cual pude participar en ferias artesanales y compartir vivencias e ideales con gente de mi generación.
- Andrés "Lolo" Hidalgo Músico-Folclorista
Ese festival de rock que se realizó en Estados Unidos duró 3 días y allí concurrieron hippies y rockeros de la época. A mi entender no tuvo ninguna repercusión en la juventud sanjuanina, que estaba mucho más abocada a la música nacional pop. Lo Iracundos, La Joven Guardia, Industria Nacional, Los Gatos, Pintura Fresca, y tantos otros grupos. De San Juan, si mal no recuerdo, estaban Ricardo Greguar, Los Salvajes, El Grupo Canela, Los Bingos, Los Dinámicos, Los Gatos, Formación 5… Esos son más o menos los que recuerdo, que eran el fuerte de aquellos tiempos en la provincia. En esa época eran contados los sanjuaninos que miraban lo de afuera. Uno que otro de los conjuntos tocaba canciones foráneas, por cierto mal interpretadas por los cantantes, porque no estudiaban idioma y casi todo lo hacían por fonética.