Encantar a un público "al paso", pero también lidiar con dificultades y prejuicios. Cal y arena del teatro callejero que se ha convertido en una manifestación cultural frecuente en el país y el extranjero; y que será tema de estudio a partir de hoy en San Juan. Actriz de teatro callejero en Buenos Aires, egresada de la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) e integrante del grupo El Tomate (con el que actualmente hace el número "Las san martinas, mujeres despechadas le cantan al amor"), Noelia Buontempo tendrá a su cargo este curso, donde brindará herramientas útiles para el actor de espacios abiertos, que involucran temas como el entrenamiento físico y la proyección del cuerpo y de la voz, entre otros. Organizado por la Asamblea de artistas callejeros e independientes, el encuentro se extenderá hasta el domingo 21 de diciembre, cuando se llevará a cabo una intervención pública.
Si bien Noelia visita con frecuencia la provincia -de donde es oriunda su madre, que volvió a la tierra de sus raíces- es la primera vez que dará una capacitación, experiencia que la colma de expectativas. "Veo mucho crecimiento, que el público se está educando, uno ve que le gusta ver… teatro, callejero y del otro. Hay gente loca como en todos lados, y gente a la que no le vas a gustar, pero eso es parte de la calle".
– Que trabaja más con el cuerpo, está más exigido podría decirse, porque al no tener un espacio que lo contiene, su cuerpo es todo, hasta su escenografía. Por eso trabajamos tanto la presencia, el uso del espacio, la proyección de la voz…
– Y sí, porque vos salís y no sabés con qué te vas a encontrar. Uno cuando trabaja en la calle sale al encuentro de las personas, que seguramente están en otra dinámica; no es que ellos van a verte a vos a una sala. Y tenés que estar preparado también para algunas dificultades, como los ruidos, la gente que se te cruza, los vendedores, los niños, los perros, la gente que se va porque no le gusta, cosa que no pasa en el teatro de sala… Aquí el artista se enfrenta con un escenario donde hay mucha información, muchos estímulos, gente corriendo; y tiene que lograr convocar al público y hacerlo parte de la propuesta, hay que hacer un trabajo con ritmo, de mucha más presencia. Además tenés que mostrarles que lo que estás haciendo es una obra de teatro, no que uno está loco, disfrazado, haciendo cualquier cosa. En la escuela siempre nos decían que actuemos como para 10 mil personas, y aunque parece exagerado, todo lo que se hace en sala queda muy chico para un espacio abierto. Ser artista callejero es una elección estética e ideológica.
– Es una elección estética porque es un tipo de teatro, tiene una línea, como el antropológico o el método de acción física…
– Yo me formé en la EMAD. Ese curso lo armaron integrantes de La Runfla, uno de los grupos de teatro callejero más conocidos e importantes de Buenos Aires, que trabaja con esto hace 25 años por elección. Ellos tomaron toda su experiencia y la sistematizaron de manera muy eficaz en esta formación de dos años, que va desde lo actoral hasta lo fonoaudiológico. Allí va gente que estudió teatro o hizo sala y nunca pasó por el callejero; como artistas que trabajaban en la calle y entendieron que podían tener mejores herramientas…
– En mi caso, porque me parece que el teatro tiene que ser para todos. Cuando se encierra es siempre para las mismas personas que van a buscar teatro, no se populariza. Si salís a la calle te encontrás con gente que tal vez nunca vio teatro… Además el teatro nació afuera, en los rituales, en el teatro griego abierto… También es una decisión ideológica porque es defender esta expresión de cosas como los prejuicios o los impedimentos… A veces el gobierno también te pone condiciones que son difíciles de cumplir para un artista independiente; por ahí es casi una persecución, sobre todo porque uno está haciendo arte, no lastimando a nadie…. Por suerte es mucho más el apoyo que la persecución, porque luchar contra una institución, para uno que está solo, es difícil.
– Para mí la libertad es muy importante, elegís cuándo y dónde. Y sobre todo la respuesta del público, que siempre es positiva y siempre hay alguien que te devuelve una sonrisa…
– (Risas) No siempre. Si bien no hace falta tener plata para disfrutarlo, nosotros les contamos que es nuestro trabajo y que la gorra es nuestro sueldo, pero es una lucha. Por ahí te rinde más económicamente hacer semáforo que hacer teatro, que te lleva más tiempo de preparación y en escena… pasa con todo el trabajo artesanal… Pero bueno, es cuestión de seguir saliendo, que la gente entienda que estamos trabajando y que hay toda una preparación por detrás para que eso que ve sea bueno y lo disfrute. Mirá, con el grupo de teatro callejero en Buenos Aires entrenamos dos veces por semana, tres horas cada vez; y en la escuela cinco veces por semana, cuatro horas por día. Por ahí la gente en una salida se gasta $300 y en una gorra te ponen $2, pero bueno, es cuestión de seguir creando conciencia.