Considerada una de las orquestas sinfónicas más versátiles y activas, la Sinfónica Municipal de Caracas (OSMC) recalará en suelo sanjuanino, para presentar el próximo lunes, el Auditorio Juan Victoria, un programa que reúne obras de célebres compositores universales y creaciones artísticas de autores latinoamericanos. Será la última función de abono de la filial local de Mozarteum Argentino, que contará con la batuta del prestigioso Rodolfo Saglimbeni, quien comanda esta cuarta gira internacional de la formación, creada hace 31 años e integrada por más de 100 músicos que deben sortear un complejo proceso de admisión. Fascinado con el escenario que los recibirá (uno de los siete que recorren en el país y que ya conoció en mayo último, cuando vino al frente de una agrupación mendocina), Saglimbeni destacó que les contó a sus artistas sobre la sala.
"Para nosotros es un orgullo visitar un país con tan buenas cosas musicales, con siete conciertos en siete provincias diferentes, no sólo en Buenos Aires. Además estamos muy contentos de tocar en esa preciosa sala. Les conté a todos mis músicos que es un lugar muy bello, de excelente acústica y que seguro los va a emocionar muchísimo", dijo en charla con DIARIO DE CUYO.
– ¿Cuál es el sello distintivo de la OSMC?
– Que es una orquesta muy versátil, no sólo desde lo artístico, sino porque también -además de nuestro concierto semanal- hacemos mucho trabajo comunitario. Tocamos en hospitales, escuelas, plazas y a nuestros ensayos nos visitan chicos de escuelas secundarias… En la orquesta misma hay muchos grupos de cámara para poder cumplir también con ese punto tan importante para nosotros que es la acción social. Además de lo puramente artístico, creemos que la música es un elemento de transformación social.
– ¿Se sienten precursores en esto de "popularizar" la música académica?
– Quizás en nuestro país sí, pero lo que sí puedo decir que es una preferencia y una preocupación hacerle ver al que no es público de la música académica que lo que nosotros tocamos no es música de museo, sino una música que realmente puede llegar a todo el mundo. No hace falta ser un erudito para disfrutar a Mozart, Beethoven, Mahler, Brahms… Cualquier persona puede disfrutar una sonata de estos compositores y sentirse conmovido. Y nosotros buscamos fórmulas para acercarnos a ese público…
– ¿Qué fórmulas?
– Bueno, tanto en la sala como cuando tocamos fuera de los teatros, que es una buena cuarta parte de nuestras actuaciones, hacemos conciertos comentados, tenemos un amplio bagaje de elementos pedagógicos y también adaptamos nuestro repertorio. Ya sea para niños o no, hay programas especiales para nuevo público donde les hacemos ver que no hay nada de música aburrida. Todos nuestros conciertos tienen algún tipo de inducción; no sentamos a la persona ahí y la castigamos haciéndola escuchar durante dos horas algo que no entiende. La preparamos con charlas, con material que entregamos y esa experiencia los interesa. Pero la verdad es que no hacemos más que seguir algunas tendencias mundiales. Hace algún tiempo las orquestas perdían a sus públicos y debieron cambiar. Nosotros hoy podemos decir con orgullo que lo estamos ganando día a día.
– ¿Es la línea que deben seguir todas las orquestas para no fracasar?
– Si no buscan una alternativa como ésta o similar a ésta, se van a acabar los públicos. Y eso es una señal muy clara que toman los políticos y promotores culturales: al ver que no es una cosa que produce un bien social, los recursos empiezan a escasear, cosa muy importante porque si bien es un bien preciado, mantener una orquesta es muy costoso. Entonces, si nosotros mismos abonamos esa tendencia, va a seguir pasando lo que ya ha sucedido, que las orquestas tienden a desaparecer, y eso es muy triste. Está visto que la música para niños y jóvenes, aunque no vayan siquiera a ser profesionales, los hace mejores ciudadanos.
– Entonces lo primero es tener conciencia de esa necesidad…
– Y claro, porque si bien debo confesarle que nosotros disfrutamos mucho haciendo música, es un gran trabajo que exige dedicación, vocación y mucho temple, porque se trabaja con sensibilidades humanas.
– ¿Qué diferencias siente usted en tocar para un público "entendido’ y para gente que tal vez jamás asistió a un concierto?
– Nosotros tratamos de desmarcar totalmente esa diferencia. En nuestros teatros hemos logrado que se mezclen esos públicos. La mayoría de nuestros conciertos en Venezuela son de entrada libre y hay mucho acceso a la gente de escasos recursos y de zonas populares. Hemos fusionado con la música folclórica, urbana y popular, y eso acerca a otro público, y no son algunos arreglitos, son obras sinfónicas de mucha envergadura; e invitamos también a artistas populares, como un gancho. Pero entonces también les hacemos escuchar algo de Brahms o Beethoven. Desde luego hemos sido criticados algunas veces por la selección de algunos repertorios que se salen de los clásicos, pero les hacemos ver que lo importante es que la música sea buena, no importa el estilo, y que nos esmeramos por tocarla con todo el respeto y lo mejor posible.
– A los puristas no les hace mucha gracia…
– Sí es cierto, pero esto me lo escribe entre comillas… "los puristas son menos" (risas).
– Esto es posible en el marco de una política cultural definida…
– Totalmente, si se cae en la cuenta que es un bien de acción social, hay que invertir en ello; las autoridades y los artistas.

