Lleva casi 60 años en su carrera actoral abarcando el cine, la televisión y el teatro. Y a esta altura, el artista español José Sacristán se da el gusto de recorrer el país de punta a punta, sea por la última película que terminó de grabar, como por su espectáculo "Caminando con Antonio Machado", que lo trae a San Juan por primera vez el próximo miércoles (ver aparte). Desde Capital Federal, donde reside junto a su esposa Amparo Pascual desde marzo y esperando su arribo a la provincia, habló con DIARIO DE CUYO.


– ¿Por qué eligió titular la obra "Estos días azules y el sol de la infancia"?

– Esa frase fue la última que escribió Machado antes de morir. Su hermano José la extrajo del bolsillo de su gabán y la guardó. La hija de José, que vive en Santiago de Chile, me la alcanzó cuando la conocí. Desde ese momento, me propuse crear una pequeña dramaturgia y me tomé la libertad de interpretar el deseo del poeta regresar a su Sevilla natal. Es un recorrido a la inversa pasando por su vida íntima, su compromiso político, de ser testigo de un tiempo y de un paisaje a través de la música.

– ¿Hace que el espectador vuele con la imaginación?

– Más que nada apelamos al sentimiento, a la emoción. Más allá de que conozcas o no a Machado, guste o no, hay algo que ocurre. Es una proximidad al ser humano con todas sus cosas: el amor, el desamor, Dios, el paisaje, la muerte, el desarraigo, la guerra, el entorno; temas muy cercanos al hombre. Para poder escuchar a Machado no hace falta ninguna facultad o saber intelectual, su obra es eterna y universal, pero le habla a la gente del modo más sencillo y más directo.

– ¿El "sol de la infancia", lo transporta a su niñez?

– Hay un camino entre Machado y la gente de mi generación, por la precariedad de la España que me tocó vivir. Sí hay algo personal, en cada función que hago.

– ¿Cómo fue su infancia?

– Nací en Chinchón y viví hasta los 6 años. Durante ese tiempo iba a la escuela y ayudaba a mi tía en el campo. Vivía bien, pero sin comodidades. La luz de noche era de candiles de aceite, no teníamos siquiera retretes. Después fuimos a vivir a Madrid y seguí estudiando, pero a los 13 trabajé como mecánico y tornero para ayudar a mi familia. Pero me quedé fascinado cuando conocí en mi pueblo el cine. La primera película que vi tuve tanta fascinación como la de aquellos niños que vieron la aparición de la Virgen de Lourdes.

– Y con esa experiencia ¿decidió ser actor?

– No lo sabría sino mucho tiempo después. Pero eso me quedó por siempre y no me cabía en la cabeza la posibilidad de ser otra cosa que no fuera la actuación. Mi padre y mi madre no entendían nada; era como si yo les dijera que iba a convertirme en marciano. Fue recién en Madrid, a los 16 años, cuando encontré a mi amigo Mario Vázquez quien pertenecía al teatro de aficionados. Me acuerdo que cuando había que darle de comer a las gallinas del corral, le sacaba las plumas y me disfrazaba de indio comanche, y se lo hacía creer a mi abuela. Esa misma magia que sentía la sigo manteniendo ahora. Después de 60 años en este negocio, sigo con esa ilusión de ese juego. Porque para mí, básicamente la actuación es un juego. El jugar hacer creer al otro que soy lo que no soy y hacer que le importe; y que algo le pase.

– ¿Le quedan asignaturas pendientes en su vida?

– A todo ser humano le deben quedar cosas por hacer. Pobre de aquel que piense que en la vida lo probó todo y lo hizo todo, debe ser aburrido e insufrible. Lo que más disfruto es lo que estoy haciendo y darme el lujo de dedicar mi tiempo para recordar a Machado, es un privilegio.

-¿A lo largo de la gira por el país que descubrió?

-Hay muchas Argentinas no hay una sola. Es más, siento que no estoy en otro país, sino en otro planeta y en otro siglo. No hay punto de comparación con lo que veo en Capital como en Maimará o en Purmamarca. Hay que tener mucha habilidad e inteligencia para saber mirar todo esto y no cometer la torpeza de hacer juicios de valor ante un territorio tan inmenso.

– Ante esa inmensidad, ¿que pasa por dentro suyo?

– Hago una vida de barrio y me siento un argentino más. Actué con muchos actores como Brandoni, Luppi, Alterio, Betiana Blum, Marilina Ross, Cecilia Roth, pero no sólo trabajar con los artistas, sino también mi relación con el frutero, el carnicero, farmacéutico, el del bar, el mozo del restaurante, el canillita, el florero… cuando me reciben como tal me siento un argentino más.

– ¿Volvería a las televisión?

– Lo haría si tengo una oferta interesante sin duda alguna. No me da tiempo de ver mucha televisión. Pero el panorama es el de siempre, algunas cosas que pasan yo aplaudo, y otras que son vomitivas.

– ¿Con la tecnología cómo se relaciona?

-No tengo ni p… idea de internet, no tengo teléfono móvil, no sé para qué sirve el ratón. Mi mujer maneja mejor la computadora que yo. Para mí es un invento maravilloso pero no me meto con eso.

– ¿Cuál es el Sacristán que pocos conocen?

– Soy adicto a la radicheta. La cultivo en mi casa y si me detienen manifestaré que lo hago por consumo personal. Soy de gustos sencillos, me gusta estar con amigos, ir mucho al cine, y por lo demás no hago deportes, no soy un ciudadano que cause mayor interés para nadie. Me contaron que en San Juan hacen vinos muy ricos, es un buen dato, porque me gusta el vino a rabiar.