En 2004, Paquito D’ Rivera hizo pie en Buenos Aires para celebrar sus 50 años con la música en el Teatro Colón. Hoy, esta joya de la música brillará por vez primera en San Juan, en la única presentación que hará en el país dentro de la 5ta función de abono de Mozarteum Filial San Juan.

Considerado uno de los grandes que dio la vuelta al mundo con el jazz, el clarinetista subirá a escena en el Auditorio J. Victoria (ver aparte) acompañado por su actual pareja, la soprano Brenda Feliciano; el pianista Alex Brown, Oscar Stagnaro en bajo eléctrico, Diego Urcola trompetista, Pernell Saturnino en percusión y Mark Walker en batería.

La historia del gentleman de los Grammys Latinos, es digna de una novela; es más, él mismo se dio el lujo de relatarla en un libro y publicó Mi vida saxual, con memorias propias y ajenas.

Pero qué mejor que los recuerdos de su triste exilio de Cuba y las anécdotas de su nuevo comienzo en Estados Unidos, fluyan en primera persona. Con ese acento tan característico de esa isla caribeña que lo vio nacer y que sus años en Nueva York no lograron borrar; habló a solas con DIARIO DE CUYO, siempre con una sonrisa en sus respuestas, porque "no hay que llorar" y "las penas se van cantando", palabras que inmortalizaron a su fallecida compatriota Celia Cruz en La vida es un carnaval.

– ¿Qué le dijeron de San Juan?

– Nunca había estado ahí, me dicen que es muy lindo, es muy rico el vino ¿no?

– Desde el consagrado Paquito de hoy, con 12 Grammys en su haber… ¿qué ve cuando mira hacia atrás?

– Casi nunca miro hacia atrás, porque tengo tanto que hacer en adelante (risas) que no me da tiempo, lo que puedo decir es que si tendría que hacer todo de nuevo, lo haría. Siempre estuve agradecido a mi padre por esta carrera tan linda que me dio.

– Pero todavía tiene presente ese momento en que decidió dejar Cuba y quedarse en España…

– Fue una decisión muy dura, es difícil dejar el país de uno. Además, yo perdí mi matrimonio y la niñez de mi hijo, pero la libertad tiene un precio muy alto, altísimo; pero hay que pagar ese precio, si tuviera que volver a hacerlo, lo haría, no hay nada en el mundo como la libertad.

– ¿Cómo fue? ¿Lo planificó?

– No hice ni un solo concierto, viajé en Cubana hasta Madrid y ahí me quedé, hace 32 años de eso. En esos días, hubo una cosa muy triste que fue cuando se metieron 11 mil personas en la embajada de Perú y entonces se montó toda una escena y abrieron una válvula de escape donde, en tres meses, salieron de Cuba 125 mil cubanos. La cosa se puso tan fea que agarré el vuelo y me quedé en Madrid, todo eso está escrito muy humorísticamente en mi libro.

– ¿Y qué pasó con la familia que dejó? ¿Recuperó a su hijo?

– Hoy, mi hijo es arquitecto y vive en Miami, diez años después de mi ida, ellos me lo soltaron, le permitieron generosamente (risas) emigrar.

– ¿Cómo cicatrizaste las penas al dejar tu país?

– Todo en la vida tiene un precio, estuve cinco o seis meses en Madrid trabajando con sudamericanos, entre uruguayos y argentinos, hasta que me fui a Nueva York y bueh… todo fue un volver a empezar…