"Si tú no estás aquí no sé qué diablos hago amándote. Si tú no estás aquí sabrás que Dios no va a entender por qué te vas…". Cuánta gente se habrá enamorado con Rossana. En 2012, la española pudo desplegar su cancionero en el marco de su gira ‘¡Buenos días, mundo!’ y en el Auditorio J. Victoria, escenario al que volverá el próximo 17 de julio a las 21 (ver aparte) celebrando sus 17 años de profesión.
‘Dicen que no hay dos sin tres’, afirmó en diálogo con DIARIO DE CUYO, antes de aterrizar con su banda conformada por guitarra, batería, bajo y teclados para ofrecer el material de 8 Lunas, hacer un repaso por su cancionero y un ‘acústico a la carta’; todo lo que había previsto hacer en marzo pero debió reprogramarse.
– Me veo igual pero 17 años más tarde, la carcasa lo va notando pero esencialmente sigo siendo la misma persona.
– Es que nunca me vi como intérprete, fue a la primera a la que pilló de sorpresa. Cuando fui creciendo, me dediqué a la música, a escribir canciones, pero nunca me visualicé como artista. La primera vez fue cuando los amigos y la familia se pusieron pesados con que publicara un disco. Así llegué hasta acá.
– Cuando salió aquel Lunas Rotas en 1996 les dije: ‘¿Sabéis que teníais toda la razón del mundo?’. Lunas Rotas era mi primer disco, salí de cantar en mi casa a los escenarios. Antes, cuando hacía las canciones se las cantaba a mi familia, ellos consiguieron que yo hiciera un álbum porque me prometieron que no cantaría más en los cumpleaños.
– En aquel momento no sabía nada, tuve que aprender a pasos agigantados. Honestamente, a partir del tercer disco y del Pa’ ti no estoy, empecé a encontrar mi espacio, a saber si ese camino que estaba recorriendo era lo que quería. Quería estar a la altura de lo que recibía, de lo que me regalaba la gente. Me siento una aprendiz muy a gusto, porque la gente me lleva ventaja, siempre me da más de lo que yo le doy.
– No. La otra cara de la moneda se la regalo a los trenes y aeropuertos, esas cosas que empiezan a exigir que pida teletransportación (risas). Eso es lo peor, la cantidad de veces que te la juegas en la carretera. Como dice Sabina: ‘a mí no me pagan por cantar, sino por trasladarme’. Y tiene razón, el trabajo está en el ir corriendo de un lado para otro.
– Fue un día muy emotivo, debía volverme a España para la cirugía.
– A él lo conozco de antes, pero no coincidíamos, nos cruzábamos todo el tiempo, hasta que se nos dio. Es un tipazo, un gran ser. Con él tenemos un amigo en común, hace tres años nos dimos el primer abrazo en el Teatro Gran Rex y nos dimos cuenta de nuestra bonita amistad
– Todo lo que desprende emociones despierta canciones.
– La canción había salido antes, tan antes que en la India tuvo una versión con los niños y con el accidente de los mineros chilenos pasó lo mismo. Cuando murió Kirchner me pareció que se reconvirtió en una especie de himno contra la desesperanza. La verdad fue muy curiosa, porque la compuse dos años antes y tengo la sensación que la saqué antes de tiempo.
– Siento que el mundo está desesperanzado, está pasando un momento frágil, la gente está más triste de lo normal y por eso ocurre ‘Llegaremos a tiempo’. Es bonito comprobar que donde la gente necesita un aliento pues está ‘Llegaremos a tiempo’.
– No me enteré hasta que llegué a la Argentina y me lo contaron, pero no hace falta permiso.
– No tiene nada que ver que una canción suene contra la desesperanza, más allá de colores y banderas. Necesito vivir en equipo, por eso no soy ni de etiquetas ni de banderas. La música es de las pocas cosas que une a gentes distintas, debemos estar a favor de los seres humanos más allá de a qué nos dediquemos, incluso los políticos deberían empezar a recolocarse por delante del trabajo que ocupan y decir: "¡Vamos a empezar un mundo de verdad!".

