Su nombre es sinónimo de folclore argentino. Desde aquella vez que siendo un changuito, vio a sus padres bailando una zamba, en el patio de su casa de Santiago del Estero, esta leyenda viva nunca dejó de cultivar y promover el arte nativo. Incluso hoy, que con sus vitales y memoriosos 88 años, sigue girando por el país. En ese tren es que Víctor Manuel "Vitillo" Abalos, el cuarto de los entrañables Hermanos Abalos -autores de temas como Chacarera del rancho o Chakay manta, entre muchos otros- llegó ayer a San Juan para compartir experiencia, conocimiento y pasión con sus pares, en el marco del programa "La Argentina de los más grandes", organizado por PAMI y Anses. Y antes de lucirse tocando el bombo, cantando o agitando pañuelos -tal es el nombre de otra de las memorables zambas del combo- dialogó con DIARIO DE CUYO.

"De entrada le informo que mi madre, la señora Helvecia, buscaba una niña y por orden de cigüeña aparecieron Machingo, Adolfo, Roberto, Vitillo y Machaquito, ya con la cigüeña cansada", dice a modo de presentación, con su toque de humor característico y esa tonadita norteña que no lograron borronear sus años en Buenos Aires.

– ¿Cuándo descubrió su pasión por el folclore?

– Yo tenía dos años y ví bailar por primera vez una zamba, en mi casa, a mis padres. Papá fue el primer odontólogo de la provincia y hacía zamba-terapia, chacarera-terapia, gatito-terapia… Yo los veía bailar y quedaba extasiado… Ahí nació mi amor a las danzas, el canto y la música nativos. No tengo la menor duda. Santiago del Estero nos enseñó a amar las tradiciones y la alforja criolla argentina…

– Que luego se llevaron a Buenos Aires…

– En 1938 nuestros padres hacen una segunda casa en Buenos Aires, porque Santiago del Estero no tenía universidad. No llegamos pretendiendo ser Los Hermanos Abalos, sino por estudios. Machingo terminó odontología, Adolfo era bioquímico-farmacéutico, Robertito hizo el profesorado, y Machaco (NdeR: el primero que falleció, en el 2000) y yo terminamos el Colegio Nacional…

– ¿Y cómo empezó la historia de Los Hermanos Abalos?

– En 1939 dimos un recital criollo en un teatro que ahora se llama El Globo. Fue tal el éxito que se nos agigantó la nostalgia de todo lo que sabíamos de forma natural y le pedimos permiso a nuestros padres para armar un conjunto. En plena guerra mundial, crisis total en todo el mundo, no era fácil. Pero mamá ayudó y nos dieron permiso por cinco años, que luego fueron 60, primero por todo el país, luego América, Europa, Asia y Africa.

– ¿Qué momento atesora de aquellos años gloriosos?

– Cuando actuamos en el Vaticano para Paulo VI y Juan Pablo II (NdeR: son el primer conjunto argentino que actuó en privado ante dos Papas). Juan Pablo II nos abrazó y recuerdo que le puso la mano en el hombro a Machingo y le preguntó cómo mantuvimos la unión tanto tiempo…

– ¿Y cómo?

-Tuvimos desencuentros, claro, por ejemplo cuando Machaco tuvo razón en un tema, ya creía que iba a ser director del conjunto; y Roberto le dijo "volvé a ser indio, que acá no hay ningún cacique". Pero el amor a la música superó todas esas tonteras…

– ¿Y por qué decidieron separarse en pleno éxito?

– En 1997, Roberto, el del medio -que no sabía si era de los mayores o de los menores (risas)- nos invitó a dar por terminado el conjunto, como personas grandes y con salud, para que la gente tuviera un gran recuerdo de nosotros. El 4 de enero de ese año hicimos nuestra última actuación en el Festival de la Chacarera de Santiago del Estero. Nos despedimos lagrimeando, cantando Nostalgia santiagueña. Luego fue Cosquín… El público estaba dividido, unos aceptaban, otros pedían que siguiéramos actuando…

– ¿Usted quería separarse?

– No, y el mayor, Machingo, tampoco. Pero al final Roberto, despacito, nos fue doblegando, porque si no íbamos a terminar con un malambo geriátrico: uno zapatea y los otros cuatro lo sostienen (risas). Al final tenía razón…

– Pero usted no paró jamás…

– Yo no quería quedarme quieto, por eso en el 98 nació El patio de Vitillo Abalos, recordando ese patio de mi casa, cuando mis hermanos se reunían con sus amigos a bailar. He tenido programas de radio, ahora estoy en Radio Patricios… sigo informando lo que Santiago y la República Argentina me enseñaron. Hay que argentinizar a los argentinos, es hora que el habitante se dé cuenta de las riquezas que ha heredado de las generaciones anteriores…

– ¿Estamos mirando mucho para afuera?

– No se trata de prohibir, pero lamentablemente la propaganda externa tiene mucho dinero y las FM son muy ingratas con el folclore argentino…

– Pero hubo como un boom de folclore, que se mantiene, con Los Nocheros, el Chaqueño Palavecino, Soledad… ¿Cómo los ve?

– A mí no me gusta dar nombres, pero el pueblo es el que por ahí aprueba y después las organizaciones de ventas, cuando ven que gustan, apuntalan; pero no por un sentimiento criollo, sino económico. Mañana te venden árboles o ajos… Lo que sí creo es que todo aquel que se arrime al arte popular argentino y pretenda ser profesional, debe prepararse, aprender a cantar y bailar una zamba, un triunfo, un gatito, un escondido, una cueca cuyana… También hay que aprender a tocar el bombo, que es muy importante por el ritmo… el afro norteamericano le llama "swing", el santiagueño "qué lindo bombo legüero" (risas). Esto es una ciencia, hay que estudiar.

– ¿Qué le legaron Los Hermanos Abalos al folclore nacional?

– En los "30 había pocas grabaciones de música criolla y tampoco existía una información clara. Nosotros grabamos mucho desde el 40 y fue un boom, porque Machingo iba diciendo "adentro, vuelta entera, giro, zapateo…", y se hacía docencia de forma natural. Como no había escrito nada, fue un éxito total…

– ¿Extraña esos años en barra? ¿A sus hermanos?

– Cada vez que actúo, no sé en qué fracción de segundo, como si tuviera un ojito en la nuca, los veo de pie, a los cuatro. Y ahí se viene el lagrimón y me quedo mudo unos segundos… ¡Cómo no los voy a extrañar!…. (silencio, luego se recompone)… En nombre de Machingo, Adolfo, Roberto, Vitillo y Machaquito, gracias a San Juan, gracias a todos.