Se fue hace cinco años, solito con su bandoneón, rumbo a Estados Unidos. Lleno ganas e ilusiones, buscaba hacer su propio camino. Y aunque para muchos la decisión pudo parecer una locura por entonces, con el tiempo -poco, en realidad- demostró que hizo bien en seguir lo que dictaba su corazón. El viernes 30 de noviembre, el sanjuanino Juan Pablo Jofré Romarión regresará a su tierra para brindar su segundo concierto con la Sinfónica local, con quien volverá a estrenar una obra de su autoría, como lo hizo el año pasado. Y vuelve con otra tanda de experiencias que fue atesorando y que ampliaron su proyección en la gran manzana… y mucho más allá también.

Con orígenes autodidactas en cuanto al estudio del instrumento, este creador que pasó por el rock y la música clásica, ha llegado a actuar en salas como el Lincoln Center, el Teatro Nacional de Taiwán, el Morlacchi (Italia) y el Kumamoto Concert Hall (Japón), entre otros. También ha sido convocado a importantes festivales como el Heineken Jazz, Latin Grammys 2011 (Las Vegas), Umbria Jazz, Sud Tirol Jazz y Música de las Américas; y ha dado clases abiertas en las universidades de Miami, Dartmouth, Trynity, Las Vegas y Sacramento. Y como si fuera poco, ha tocado con grandes como el multipremiado Paquito D’ Rivera, quien grabó la obra de Juan Pablo, "Primavera", en el primer disco del sanjuanino, Hard Tango.

– ¿Qué significa para vos volver a tocar a tu tierra?

– Una satisfacción enorme poder tocar en mi San Juan querido y en semejante escenario, como lo es el Auditorio Juan Victoria. Y tocar con la Sinfónica es más que un honor, no tengo palabras para expresar lo que para mí significa. Recuerdo cuando faltaba a la escuela para ir a los ensayos de la orquesta y siempre soñaba con poder estar ahí. Y qué más lindo y enorgullecedor que tocar el bandoneón y estrenar una expansión de mi obra "Tres movimientos tanguísticos". No existe satisfacción más grande para mí.

– Y eso que no volvés con la frente marchita, ¿cómo evaluás tu crecimiento en el exterior?

– Sorprendido cada vez más. Fueron muchos años de sacrificio, estudio, trabajo y el estar viviendo en Manhattan siendo bandoneonista y compositor es un sueño. Mi agenda llega hasta el 2014 con conciertos y cada mes se agregan otros… Es muy satisfactorio cuando el esfuerzo y la pasión dan frutos.

– En este lapso, ¿qué ha sido lo más importante que te ha pasado, a nivel artístico y personal?

– Tocar mi propia música y tener un teatro lleno aplaudiendo de pie, recibiendo el cariño de la gente… es algo que me emociona mucho. Me pasó en Taiwán, Japón Italia, USA y Argentina, y cada día confirma más que la música es un lenguaje universal.

– ¿Qué te dio Estados Unidos? ¿Ya te sentís como "en casa"?

– Sí, me siento en casa. Elegí New York City y no viviría en otro lugar. Mi abuelo, mi padre y madre trabajaron acá en restaurantes, construcción y en otras cosas, y dentro de mí siempre hubo un reto de venir acá y hacer algo que los enorgullezca. Y el haber sido elogiado por el New York Times dos veces es un regalo. Y un aliento para todos los jóvenes sanjuaninos, ya sea en la música u otra disciplina, porque todo se puede si se quiere y se lucha.

– ¿Y qué es lo que seguís extrañando de la provincia?

– La familia, los amigos, la comida… pero es un extrañar sano, sin penas. Mi familia y amigos están contentos de lo que me está pasando y yo también estoy viviendo en la ciudad que elegí por el momento.

– ¿Pensás volver algún día a radicarte en el país?

– No lo sé…

– ¿Qué postal tenés de tus comienzos, cuando recién comenzabas a buscar tu camino?

– Ir en bicicleta a la escuela en la siesta, con 50 grados de calor cuando todos estaba en la pileta. Recuerdo que el portero me preguntaba si estaba loco (risas). No tenía piano en casa, así que tenía que practicar de alguna manera. También cuando vivía en Mendoza y viajaba en la camioneta de mi padre y estudiaba todo el viaje sentado en una caja en la parte de atrás. Me encanta y lo volvería a hacer…

– Ser bandoneonista es considerado exótico afuera, ¿eso te abrió puertas?

– Sí, es exótico, pero lo que me abrió las puertas no es ser bandoneonista, sino ser emprendedor, honesto, profesional y hacerle al mal tiempo buena cara. Ser bohemio y hacer las cosas por amor me ayudó mucho también… Se lo debo a mi madre. Y a mi padre le debo el otro lado, serio y profesional. En fin, trato de aprender todos los días de todo el mundo, me gusta preguntar, escuchar y analizar. No hablo de música, hablo de la vida. Aprendo igual de un director de orquestas que de un vendedor ambulante. Admiro todas las profesiones y cada ser en la tierra tiene un rol importante. "Un buen aprendedor aprende de todo" me dijo un amigo una vez; y no lo olvido nunca.

– Comenzaste con tango, pero abriste el abanico de géneros, ¿por qué?

– Soy músico, compositor de tango y el de mi propio estilo, de la línea de Piazzolla, y amante de la música clásica. Sí, abro el abanico, pero nunca pierdo la identidad de mi música y mi lenguaje. Tuve la suerte de estrenar otra obra mía, Miongon, con una excelente Jazz Big Band pero siempre con mi música. Acabo de dar una lectura de mi música, el tango, bandoneón y mi carrera en la Universidad Miami y Sacramento, California y lo hice hace dos años en Dartmouth. Y todo ha sido gracias al haber tomado una decisión y correr un riesgo: hacer mi propio camino.