Lo conoció siendo adolescente y nunca más se separó de él. Fue su alumna y luego su esposa. María Kodama fue su compañera de vida y un pilar fundamental en los últimos años de Jorge Luis Borges, fallecido en 1986. Desde hace años, Kodama recorre el mundo manteniendo vigente el nombre y la obra del autor de El Aleph y por eso el próximo domingo estará en San Juan para presentar la conferencia Borges en tercera persona, en el Auditorio Juan Victoria, junto al escritor y filósofo Santiago Kovadloff (21.30, entrada $215 en Data, Farmacia Echegaray y San Juan Servicios de calle España). Antes de su visita, la viuda de Borges habló con DIARIO DE CUYO sobre su relación con uno de los más destacados escritores argentinos del siglo XX.

-¿Cuando pasó de la admiración al amor?

-Supongo que eso se inició cuando yo tenía 5 años. La señora que me enseñaba inglés un día trajo los Dos poemas en inglés de Borges, uno de ellos dirigiéndose a la mujer que él amaba. Me llamó la atención un verso que dice que le ofrece "el hambre de mi corazón’. Para una criatura de 5 años la frase "el hambre del corazón’ es rarísimo.Creo que, si como dicen los psicoanalistas, uno a los 5 años tiene el amor de su vida, entonces a esa edad comenzó la historia que después siguió maravillosamente bien y que continúa.

-Borges fue el amor de su vida…

-Yo diría que más bien, sino no haría lo que yo hago. Hay que amar a una persona para poner la vida al servicio de él. Es posible si uno ama y sigue amando locamente a alguien a pesar de que haya partido.

-¿Qué significó formalizar ese vínculo, al contraer matrimonio?

-Para mí no fue una cosa agradable, porque no creo en el matrimonio. Tenía padres separados, con leyes retrógradas, que no podían volver a casarse, entonces deseché eso desde niña. Siempre digo que el matrimonio debería ser como un diploma al final de la vida, como el premio de todo eso. Pero yo jurar ante la Ley o Dios, nunca.

-Entonces cuando se casaron con Borges…

-Fue por poderes, porque no había nuevo casamiento en la Argentina, como tanta gente que se habían casado de nuevo en Uruguay, México… era común en ese momento. Pero no tiene importancia, lo importante es lo que uno siente por el otro y el otro por uno. Lo demás son ferias.

-¿Cómo era Borges en lo cotidiano? ¿Qué disfrutaban compartir?

-Ir al cine. Era cinéfilo, en su juventud hizo crítica de cine, cuando veía, así que adoraba el cine, yo también y vio cine hasta el fin de sus días.

-¿Era una persona de buen humor?

-Excelente. Yo no hubiera aguantado un neurótico, un histérico. Era una persona muy divertida, tenía un modo de reírse muy lindo.

-¿Se siente la guardiana de su legado?

-No, yo no soy guardiana de nada, esa palabra implica prisión, y como Borges me decía yo soy la primera prisionera de la libertad. Yo corto todo lo que sea una atadura. Él decía que yo cortaba todo para ser libre y esa era mi prisión. Yo le contestaba muy divertida "usted tiene toda la razón Borges, porque es la única que psicológicamente yo soporto’; entonces se reía y me decía "con esa lógica cartesiana es imposible continuar la discusión’.

-¿Nunca se tutearon?

-Acá en Buenos Aires todo el mundo se trata de vos, desde el chofer del taxi, porque subíamos y me decía hola María como te va? Borges me decía con voz glacial "¿la conoce?’, yo le decía que no, que acá se tratan así. Para mí el "usted’ marca la intimidad.

– Fue resistida por el entorno de Borges, ¿por qué?

– Fui resistida por gente que quería apoderarse de él, y de él no se podía apoderar nadie, era un ser libre totalmente, por eso lo sigo amando. Si hubiera sido un hombre manipulado por esto o lo otro, no me interesa. Me interesa un igual, con el que puedo discutir, ser libre, que me entienda y a quien puedo entender, no alguien que yo dirija.

-¿Cómo maneja ese rechazo hacia su figura.

– No me interesa. Todo ser humano tiene en su entorno gente que lo quiere y que no, es natural, entonces no manejo de ninguna manera eso, no manejo nada, ni auto (risas). Implica estar pendiente de eso y eso esta fuera de mí. Yo no tengo la cultura argentina, fui criada por mi padre que se educó y crió en Japón y toda mi forma de sentir y de pensar es diferente, libre de mente.

-¿Qué pasó cuando murió Borges?

-Se armó ese escándalo vergonzoso acá, como en ninguna parte del mundo. El mundo me conoció con Borges, con una discreción absoluta.

– ¿Argentina fue desagradecida con usted?

– No es cosa de desagradecimiento, es terrible, es vergonzoso. Cualquier persona bien nacida se da cuenta que lo yo digo es verdad. Una cosa es que me preguntaran, otra cosa es inventar no importa qué para vender diarios a un grupo de pobres seres. Es una historia tristísima.

-¿Qué le reprochan?

-No tienen nada que reprocharme, a Borges le reprochan haberse dado cuenta cómo era cada uno de ellos, eso es lo que no soportan.

– El pasó sus últimos meses fuera del país…

-El se fue de Buenos Aires cuando supo que iba a morir, decidió irse, tenía una gira por Italia, y después me dijo que íbamos a Ginebra, y me dijo "no vuelvo’. Primero yo no entendía y después me dijo algo que fue definitivo, que si yo lo quería como él sabía que lo quería, no podía dejar que su agonía se convirtiera en un espectáculo, empapelando las calles de la ciudad como había sucedido con (Ricardo)Balbin. Lo tenía clarísimo. Si uno adora a alguien, uno acata lo que esa persona quiere.

-¿Qué extraña de él?

– A él. Completo.

– Mantener viva su obra ¿qué significa para usted?

-Es la continuidad, el amor que sigue, lo que hace que de alguna manera él continúe conmigo. Yo adoro lo que hago.

-¿Quién será su heredero en la difusión de la obra de Borges?

-No hay heredero, porque tendría que ser alguien que lo amara como yo lo amo.