De gira por Mendoza y San Juan, este domingo 5 de agosto llega Guasones con Facundo Soto a la cabeza para presentar su último trabajo discográfico ‘Parques de Depresiones’, la sexta placa de estudio en la historia de este grupo de rock. Su líder, es hincha fanático de Boca Juniors y partidario de Riquelme, Facundo ‘Titu’ Soto se muestra entusiasmado por su regreso a la provincia luego de dos años que luego de tocar para una fiesta privada, sufrió un pico de stress y estuvo internado en el Hospital Marcial Quiroga. Pudo contar acerca de su anécdota y opinó sobre la realidad del rock nacional en la actualidad. El cantante y guitarrista platense dialogó con DIARIO DE CUYO.

– ¿Recordás lo que te pasó en el último recital que hicieron en San Juan?

– Aquella vez fue en una fiesta de la primavera en Del Bono Beach. Estuvo todo espectacular, fue un recital de p… madre. La gente estuvo muy piola y el cariño que nos regaló fue impresionante. A pesar de no ser muy buenos tocando nos tratan con cariño (risas). Pero cuando terminamos todo, embalamos las cosas y subimos al micro. Ahí me descompuse, no sé bien que me pasó, pero recuerdo que estaba muy cansado por tantos recitales encima. Antes de viajar, me llevaron al hospital y quedé internado por 5 horas para hidratarme. Al otro día me recuperé y bueno ahora lo puedo contar alegremente. Fue difícil ese momento porque muchos se asustaron.

– ¿Ponés mucho en riesgo la salud en cada gira?

– Todo es muy agotador, por una parte es lindo viajar y vivir de la música, pero son mil horas de ruta. Vas de hotel en hotel, comés mal, no dormís tranquilo y esas cosas van acumulando. Si uno no se cuida, después se paga. Esto les pasa a todos los músicos en general. Diego Torres goza de buena salud, pero cuando le toca viajar llega demacrado. Pasa que ya estoy grande para esto, los años pesan y ya pasé los 40, el cuerpo te pasa factura como loco.

– ¿Cómo definís tu perfil musical?

– Es muy complicado para mí. Me cuesta aceptarme, es un dolor de cabeza (risas) aceptar mi voz y mis letras. En realidad soy un inconformista conmigo mismo. Pero algo debe haber porque a la gente le gusta lo que hago. No tengo ni escucho jamás un disco en mi casa. Es raro pero lo sufro. No sé, disfruto más de escuchar todo tipo de música y más cuando está hecho desde el alma. Lo que espero recibir de otra banda es la música que hace y el mensaje que dejan, el resto no me interesa.

– ¿Crees que el rock se vende como cualquier baratija?

– Tal vez sea por eso. A partir de la década del ’90, el rock nacional está en decadencia. Empezó a manosearse muchos ideales que a mí no me van. Cuando las bandas llegan a un pico alto de rotación, en fama y convocatoria, es difícil mantenerlo. Hay muchas cosas que giran alrededor que terminan perjudicando. Uno, es cierta gente innecesaria y otro, es la plata. Eso va ensuciando la relación entre los integrantes de cualquier grupo. Eso no dejamos que suceda en nuestro caso. Venimos juntos desde 1992. Hay cero egocentrismos entre nosotros. Tampoco estamos todo el día dándonos besos, pero jamás actuamos con ambiciones de solistas. Somos una banda con los pies en la tierra y muy clara con las ideas.

– Entonces, ¿el género deba reinventarse?

– No lo veo así. Creo que decayó en lo compositivo y en lo sonoro. Escuchas a Calamaro, Spinetta, Fito Páez y tantos grandes clásicos pero no veo más solistas de esa talla. Han pasado dos décadas y no apareció nada. Y nos incluimos. Hace falta armar bandas que suenen como antes y que tengan más compromiso. No veo ese rock salvaje, tan de adentro, visceral, como surgió en otros años. Lo que sale ahora apunta más a que suene bonito en una radio. Bueno, es la época que vivimos también eso afecta. Sin embargo, hace falta volver a las fuentes.