Por Fray Luis Lenzi OP
Colaborador de DIARIO DE CUYO
La ópera nació en Italia y durante siglos no se concebía otro idioma para la misma, como para la música en general, nombres como sinfonía, toccata, allegro, adagio etc, eran siempre italianos. Recién algunos como Mahler se atrevieron a escribir "bewegt" en lugar de "mosso". Pero Haendel escribía óperas italianas en Londres y Haydn también como todos los alemanes. Los ingleses fueron prefiriendo la "Beggar’s Opera" cantada en inglés y Haendel dejó de escribir ópera y se dedicó a los oratorios en inglés. Sólo los franceses (es un hábito) no renunciaron a su francés, y aunque fuera Giovanni Battista Lulli quien creó la ópera en Versailles, ¡primero debió afrancesarse él mismo y llamarse Jean-Battiste Lully!
La ópera era siempre un "drama in música", o sea con argumentos poéticos tomados de personajes mitológicos o bíblicos, siempre adaptados. Pero más adelante aparece la "ópera buffa", con argumentos ligeros y graciosos y personajes cercanos, y junto a las arias o escenas corales, los cantantes se comunicaban con un recitativo, o sea un diálogo semicantado y acompañado por el clavecín. En Francia "l’ópera comique" introduce espacios simplemente hablados. En el mundo germano aparece el "singspiel", una especie de ópera buffa en alemán, con pasajes hablados como en la francesa. Los temas de los "singspiels" preanuciaban lo que luego fue típico de las futuras óperas alemanas románticas, hadas, espíritus y muchos bosques. Mozart escribió más de 16 óperas italianas, pero había incursionado en el pequeño género alemán con "Bastien und Bastiene" (¡a los 12 años!), "Zaide" y "El rapto en el Serrallo" que tuvo un inmenso éxito. El público estaba feliz de entender todo en su idioma y además divertirse bastante. El emperador José II le dijo: "Lindo para lo oídos, pero con un exceso de notas". Mozart respondió: "Exactamente las necesarias, Majestad". Antes había escrito una ópera "seria" -Idomeneo K366- balanceando la música y el texto. El "singspiel" permitía mayor libertad expresiva y cercanía de sentimientos al público. En 1791 -su último año de vida-, sabiendo que ya no podía esperar ningún pedido importante de parte del emperador Leopoldo II, se reencontró con el empresario, actor, cantante y "poliartista" que recorría toda la Alemania del sur, escribiendo todo que le pidieran o donde olfateaba que habría interés: Emmanuel Schikaneder. Era un viejo conocido que le propuso que escribieran una obra fácil, cercana a todos y con tema que divirtiese al público vienés en su propio teatro. Sus obras incluían sorpresas de escena, entradas pomposas, truenos y relámpagos, sepulcros y fantasmas, magias y todo lo que sorprendiera a la gente. Cuando le propuso un "singspiel" sobre temas mágicos, había una serie de obras que podrían haberlo inspirado. Es absolutamente verdadero que no hay ningún ser humano que no se deleite ipso facto con todas las melodías, arias, marchas, coros y tríos de "La flauta…", mientras que nadie deja de pensar: "¡Qué argumento raro!". Resulta que una vez casi concluido el primer acto, Schikaneder se enteró de que a corta de distancia, otro teatro "rival" estaba ya representando una obrita, "Kaspar, el fagotista mágico", que narraba una historia muy semejante, por lo cual le propuso, escribir un argumento diferente. Mozart no aceptó y por eso, es una explicación posible que en el segundo acto se revirtieran los roles y la "Reina que ofrece al joven Tamino que libere a su hija de las manos del cruel tirano Sarastro" pase a ser una vengativa "Reina de la noche" que incita a su hija a asesinar al noble y sabio sacerdote Sarastro. Esto es una teoría bastante aceptada, pero más allá de los simbolismos masónicos (Schikaneder y Mozart lo eran) como los tres llamados que se escuchan desde el inicio de la obertura, los llamados a las tres puertas, las tres damas, los tres niños, etc; los instrumentos de viento, típicos de las logias vienesas, y toda la ópera como un rito de iniciación, la "victoria de la luz", la "hermandad" y la "fraternidad"; hay quien hace una lectura más profunda y ve una crítica al emperador Leopoldo que se opuso a la masonería. Así hay quienes veían a la "Reina de la noche" como la emperatriz Maria Teresa, José II el emperador tolerante, como Tamino, Sarastro como Ignaz Von Born, un científico masón eminente; Pamina, el "buen pueblo austríaco"; Monostatos, el "oscuro clero", etc. Pero aunque la simpatía masónica es evidente, de allí a pensar en una conspiración es exagerado.
En el siglo XVIII en Viena, la masonería era casi un signo de distinción y estaba de moda. Lo leamos como lo leamos, el argumento es cuasi ridículo y por ello funciona también para niños que puedan deleitarse viendo cómo la flauta de Tamino atrae a los animales que se ponen a bailar y ofrece a los escenógrafos y regisseurs la oportunidad de inventar lo que les parezca, con una fantasía absoluta, desde cómo representar al templo o a la serpiente, de cómo aparecerán los tres niños, cómo vestir al "hombre-pájaro" Papageno; y casi al final, a su compañera Papagena. Lo que queda absolutamente fuera de discusión es que La flauta mágica no desapareció del mapa como tantas otras obras paralelas contemporáneas por un solo motivo: ¡la música de Mozart! El famoso director Otto Klemperer escribió en 1948: "La música de Mozart en La flauta mágica es extraña. Uno parece nunca haber terminado con su interpretación, y creo que es porque es tan perfecta: ¿cómo puede una interpretación corresponder con tal perfección?".
Cualquier niño alemán o austriaco ha escuchado muchas veces esta operita (yo la presencié en el Marionetten-Theater, teatro de marionetas, en Salzburgo) porque la entienden en su idioma. Este equipo afronta el desafío de acercar esta maravilla para hacerla comprensible, gozable a todos. Ojalá que muchos puedan tararear las canciones casi "callejeras" pero "sublimemente callejeras" de Papageno con su flauta de pan. Entiendo que debe ser sumamente difícil para un cantante que tiene asociada la música con el idioma el tener que desaprender algo. "Zauberflote" parecería intraducible para cantar. ¿Se imaginan cómo sonaría Zamba de mi esperanza en alemán? ¡Y esto es muchísimo más complicado! Pero estoy seguro que Mozart, y sin duda alguna Schikaneder, estarán felices de lo que se va a estrenar en San Juan. Después de todo, aunque tenga escenas propias de ópera seria como las arias de Pamina o marchas ceremoniosas y solemnes coros, ninguna ópera de Mozart como esta expresa tanta alegría. Es evidente que ambos se divertían y gozaban de lo que escribían, y aunque tuvo que interrumpirla para escribir en brevísimo tiempo otra ópera seria -La Clemenza di Tito K621- y ya estaba escribiendo su Réquiem K626, nada empañó ni un compás de su alegría.
El dato
Con entradas totalmente agotadas, La flauta mágica subirá a escena tres veces: esta noche, mañana y el sábado.
Dirección y reparto
La flauta mágica. Ópera en 2 actos de W.A. Mozart. Libreto de Emanuel Schikaneder. Estrenada el 3 de septiembre de 1791 en Viena. Versión en español: Mº Guillermo Angel Opitz (I acto), Mº Raúl Neumann (II acto), Dr. Ulrich Leisinger-Stiftung Mozarteum Salzburg. Producción integral del Teatro del Bicentenario. Concepción escénica, diseño de vestuario y escenografía, dirección de escena, diseño multimedia y dirección general: Eugenio Zanetti. Dirección musical: Emmanuel Siffert, Orquesta Sinfónica de la UNSJ. Dirección de coro: Jorge Romero, Coro Universitario de la UNSJ.
Protagonistas: Duilio Smiriglia (Tamino), Fernando Lazari (Papageno), Marina Silva (Pamina), Laura Pisani (Reina de la noche), Cristian de Marco (Sarastro), Ivana Ledesma, Romina Pedrozo, Claudia Lepe (Tres damas), Osvaldo Peroni (Monóstatos), Sara Hidalgo (Papagena), Micaela Sánchez Polverini, María Sol Sánchez Polverini y Abril Roitman (Tres genios), Roman Modzelewski (Sumo Sacerdote, orador), Gabriel Arce y Román Modzelewski (Sacerdotes), Octavio Sosa y Luis Pulenta (Hombres armados).