Esta es una historia de amor que trae consigo una morajela, esa que reza que nunca es tarde; y, además, una reflexión: quizás sea hora de incluir al amor como una de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, junto a la gravedad, el electromagnetismo y las fuerzas nuclear débil y fuerte.
Esta historia empieza donde todas terminan, en un geriátrico. Allí, donde uno cree que sólo queda esperar, Marjorie Fiterman y Bernie Littman, los protagonistas de esta trama, descubrieron el inmenso poder del amor, otra vez.
Porque los dos habían amado, y también perdido, porque sendos cónyuges murieron hace años. Pero ellos siguen por acá y en una residencia de ancianos de Filadelfia, en Estados Unidos, donde la vida misma los depositó, se encontraron y el amor surgió como por arte de magia. ¿Casualidad?
Según Guinness, cuya organización conserva una base de datos de 40.000 registros que es una fuente constante de fascinación en todo el mundo, Fiterman, de 102 años, y Littman, de 100, podrían haberse conocido décadas antes, mientras ambos asistían a la Universidad de Pensilvania.
Pero ella se dedicó a la docencia y él a la ingeniería, por lo que sus caminos nunca se cruzaron. Cada uno pasó más de 60 años casado con su respectivo primer cónyuge antes de enviudar y mudarse a unas cuantas casas de distancia, uno del otro, al mismo centro de atención para personas mayores..
Una fiesta de disfraces en su casa le dio a Fiterman y Littman la oportunidad de conocerse, y su romance se encendió poco después.
La pareja tuvo su primera cita el mismo día en que nació una de las bisnietas de Littman, señala Guinness. Se unieron compartiendo comidas y participando en producciones teatrales organizadas por su centro.
Durante la pandemia de Covid-19, que afectó de manera desproporcionada a las personas mayores y sus comunidades, los enamorados se ayudaron mutuamente.