El robo de su iPhone hizo que Anthony van der Meer, un joven de los Países Bajos, viviera una traumática experiencia. Este hecho le hizo plantearse cuestiones como qué clase de persona roba un móvil o dónde terminan los teléfonos robados. Ello le empujó a realizar un documental que titularía ‘Buscando mi teléfono’ (‘Find my Phone’).
Planificando la venganza
Para ‘vengarse’, la víctima del robo ideó un siniestro plan cuyo objeto era arrojar luz sobre la vida de los ladrones de teléfonos móviles. Con ese fin adquirió un teléfono Android e instaló una versión especial del programa Cerberus, desarrollada especialmente para el proyecto e imposible de ser eliminada por instalarse en una parte de la memoria inaccesible para un usuario normal.
Aunque parezca increíble, lo más difícil del proyecto fue lograr que le robaran el nuevo móvil. Durante varios intentos fallidos en la ciudad de Rotterdam, van der Meer y su equipo decidieron viajar a Ámsterdam, donde se da un mayor índice de delitos de este tipo –cada semana se reportan cerca de 300 teléfonos robados–. Después de algunas horas, finalmente logró que alguien cayera en la trampa.
Varios días después, cuando el ladrón instaló una nueva tarjeta SIM, la aplicación se activó. El programa funciona en modo pasivo hasta detectar una conexión a Internet (Wi-Fi, por lo general). Es ahí cuando el usuario original adquiere el control del dispositivo y puede tomar fotografías, hacer videos, grabar audios y acceder a toda la información del teléfono.
"Creí que realmente llegué a conocerlo"
A pesar de que van der Meer no logró descubrir la identidad exacta de la persona, averiguó muchos datos sobre él. Se trataba de un hombre de origen egipcio de unos 40 a 45 años, muy religioso y aparentemente pobre, que no parecía ser una mala persona y menos aún un ladrón. Las imágenes y videos capturados, así como toda la actividad del dispositivo –llamadas, mensajes, listas de contactos–, permitió conocer sus más íntimos secretos y también los de sus amistades.
Mientras más datos atesoraba sobre el ladrón el joven neerlandés, más simpatía comenzaba a sentir por él. "Creí que realmente llegué a conocerlo… Sentí pena por él… Se trataba de un hombre triste y solitario", admite van der Meer en su documental. Un día decidió enfrentarlo, pero cuando llegó a su casa y lo vio salir, entendió que se trataba de una persona totalmente diferente a la que creyó haber conocido. Según el chico, una actitud agresiva y una sonrisa irónica reveló la verdadera identidad de aquel hombre.
El joven no tuvo el valor para acercarse al delincuente y se marchó. Poco después, el teléfono se apagó y no se supo más de él ni de su ‘nuevo dueño’. "Solo sé que donde sea que exista conexión a Internet, esta historia continuará", concluye van der Meer.