Tuvo la corriente en contra, sobre todo en el último tramo. Era hazaña o frustración. Era dejarse doblegar por el cansancio o enfrentar la marejada y seguir adelante. El agua estaba muy fría, la seguían los delfines y no podía parar porque la fuerza del mar la tiraba para atrás. Pero, de repente, sus brazadas conectaron con la memoria de toda una vida.

Angela Elda Marchetti, argentina, promesa de la natación desde niña, entrenada desde los siete años en la pileta del Viejo Gasómetro de Boedo, perseguida por un tiburón en el mar Tirreno en plena adolescencia cuando unió la isla de Capri con el golfo de Nápoles, y supercampeona hasta los 35 años, estaba ahora ante su desafío mayor: cruzar el Estrecho de Gibraltar.
De España a Marruecos, del continente de la abundancia al de la desesperación, de la europea Isla Tarifa a la africana Punta Almansa, Angelita también unía su infancia con una edad inédita para esta aventura: nadie a los 69 años había logrado semejante proeza.

Pero ella se zambullo, sintió frío porque el agua estaba por momentos a 15 grados. Avanzaba y retrocedía por el oleaje. Sintió incertidumbre en la línea invisible en que se juntan el océano Atlántico con el mar Mediterráneo. Pero nada iba a detener su sueño.
"Nunca tuve miedo, nunca se me cruzó por la cabeza que no iba a llegar. Si llegara a pensar eso ni lo hubiese intentado", cuenta Angela ahora desde un hotel en España, donde se recupera de las quemaduras del sol en la espalda y las piernas.
Por eso ahora, con un viento poniente 3/4, avanzando 30 metros y retrocediendo 100, Angela siguió y siguió. Y lo logró: después de nadar 18 kilómetros tocó la costa marroquí, batiendo el récord de longevidad para una mujer en ese lugar bravo del mundo, en una hazaña conquistada en 5 horas y 31 minutos.
