Se trata de una cifra difícil de establecer, pero se conoce que cada vez son más las personas en el mundo que padecen bulimia y anorexia, dos de las enfermedades vinculadas a trastornos alimentarios más difíciles de tratar por el componente patológico y psicológico que en conjunto tienen implícita. Dentro de este panorama la Argentina ostenta el lamentable privilegio de ser el segundo país con más casos, después de Japón. La Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (Aluba) señala que en nuestro país 1 de cada 100 mujeres sufren esta patología y que hay una gran preocupación en los ámbitos científicos porque estas enfermedades cada vez se están dando a más temprana edad, a tal punto que en la adolescencia la relación se reduce drásticamente a 1 de cada 10 adolescentes.

La anorexia nerviosa se caracteriza por el persistente deseo de mantener un peso corporal bajo, por el miedo a engordar, por la falta de menstruación y por la distorsión de la imagen corporal. La bulimia está definida por la ingesta excesiva de alimentos en un corto período de tiempo, acompañada por conductas compensatorias, como el vómito autoinducido, y el abuso de diuréticos y de laxantes.

En la actualidad la bulimia tiene mayor incidencia que la anorexia. El 75% de los adolescentes con trastornos alimentaria sufre bulimia y el 25% restante, anorexia.

En los últimos cinco años, el crecimiento de estas enfermedades en jurisdicciones de nuestro país ha sido permanente, aunque no se disponen de estadísticas precisas ya que hay que tener en cuenta que la gran mayoría de las personas con un trastorno de la conducta alimentaria no buscan tratamiento formal para su condición, o nunca reciben un diagnóstico formal. La magnitud del problema es evidente ya que está afectando en menor o mayor medida a un sector de la población como es el de los adolescentes, que es muy proclive a contraer estos trastornos motivados por modas, costumbres o hábitos que adquieren por imitación o por influencia de terceros, que los llevan a cambiar de rutinas alimenticias con el convencimiento de lograr una mejor imagen o encajar en algunos de los modelos estereotipados de la sociedad.

Dentro de los tratamientos que son posibles, lo primero que hay que tener en cuenta es que el paciente no tiene conciencia de su enfermedad y que si llega a percatarse de ella, lo más seguro es que la ocultará haciéndose muy difícil convencerlo de que cambien de actitud. La consulta profesional basada en el apoyo psicológico es el camino más apropiado para estas patologías que están provocando graves daños a la sociedad.