La invasión a Ucrania iniciada por Rusia el 24 de febrero pasado, es seguida al instante en el resto del mundo y todo indica que los resultados de la operación militar que debía tener un éxito inmediato se demora mucho más por la resistencia encontrada a costa de la masacre de civiles. El panorama lleva a Vladimir Putin a una encrucijada por la complejidad en llegar a los objetivos, ante la reacción internacional adversa, y hasta en la gente de su propio país.

El Kremlin asegura que la campaña ucraniana avanza según lo planificado y las operaciones se cumplirán en su totalidad, pero en más de una semana de hostilidad en Ucrania se ha dado lugar al despliegue de las Fuerzas de Respuesta Rápida de la OTAN para garantizar la defensa de los aliados y se vulnere la seguridad del continente, incluyendo a Moldavia, Georgia, Finlandia y Suecia, aunque no sean integrantes directos de la alianza atlántica.

También piden ayuda estratégica Lituania, Letonia y Estonia, países que estuvieron bajo el dominio soviético y ahora distanciados de Moscú. Polonia, por su parte, está en alerta desde la celebración de sus primeras elecciones libres en 1989, precipitando la caída del régimen comunista. Todo esto desemboca en buscar sumarse a la Unión Europea con un efecto opuesto a las pretensiones de Putin de imponer por la fuerza una reparación histórica para Rusia como heredera de la URSS.

La preocupación internacional por la demencial escalada bélica de Putin, incluyendo el chantaje nuclear, lleva a preguntarse ¿quién será el próximo? en la agresión rusa tras un éxito que no le es fácil al ególatra dueño de la única verdad. Por eso el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, cree que lo peor está por llegar en Ucrania, donde el factor tiempo es crucial ya que en la medida que las fuerzas no alancen los objetivos aumentará la hostilidad.

A los observadores y estrategas les preocupa una posible frustración rusa y estiman que las grandes potencias deberían negociar una salida en la cual Putin no aparezca humillado ante la comunidad internacional, ya que cada vez que un vencido sale humillado aumenta el nacionalismo interno como el que llevó a la II Guerra Mundial. Putin quedará muy mal parado frente al pueblo ruso asfixiado económicamente y desabastecido, entre otras secuelas, que obligan a actuar políticamente a los organismos multilaterales, empezando por la ONU.